Mendoza y las fiestas de antaño Los mendocinos festejaban el Carnaval con mucho jolgorio y chayas, daban rienda suelta a su alegría durante varios días arrojándose agua o harina, asistiendo a bodegones y ramadas improvisadas en las plazas, en las que no faltaban la música, el baile, los juegos ni el alcohol.

Esta nena tan linda es mi mamá, Nelly, disfrazada de bailarina rusa, de arlequina y de rumbera durante los años ´40. (Foto MDZ / Archivo)

Crónica de diario El Comercio del 26 de febrero de 1903 que da cuenta de la petición de Eugenio Caprioglio para realizar un baile de máscaras en el teatro San Martín.


“Hoy comamos y bebamos y cantemos y folguemos que mañana ayunaremos”, repite el popular villancico del poeta español Juan del Encina. Tal fue su trascendencia que atravesó los siglos, los mares y los continentes para llegar en la voz de los inmigrantes a la Mendoza colonial en los días de carnaval.

Y es que el carnaval (del latín carnelevare, quitar la carne) está asociado al comienzo del ayuno de Cuaresma. Aunque con el paso del tiempo se unificó un heterogéneo conjunto de formas de celebrar el carnaval, los elementos más representativos de esta fiesta popular llegaron a la cultura argentina a través de juegos, disfraces y máscaras, entre otros.

Fiesta pagana por excelencia, en su tradición medieval, las clases populares, los villanos, se permitían satirizar a las autoridades religiosas y cuestionar la jerarquía social existente en una abierta crítica política y social. Al mismo tiempo, se conquistaba por unos días un espacio de libertad individual y colectiva. 

Aunque sus raíces son netamente europeas en nuestra cultura, criollización mediante, el carnaval aparece regulado, controlado, permitido pero a la vez sujeto a las pautas sociales del momento. Los festejos eran vigilados por la autoridad pública, limitados a lugares o zonas específicas de la ciudad donde se prohibían las vulgaridades y cualquier tipo de licencia.

Ilustración de El Comercio que muestra
las cómodas chayas de las señoritas desde
el balcón.

Mendoza, la de dos caras

En Mendoza las noticias sobre los festejos de carnaval son casi nulas hasta 1870, aunque se sabe que se festejaba con mucho jolgorio y chayas. El pueblo daba rienda suelta a su alegría durante varios días seguidos arrojándose agua o harina, asistiendo a bodegones y ramadas improvisadas en las plazas, en las que no faltaban la música, el baile, los juegos ni el alcohol. 

Todo ello, sumado a la excitación de la fiesta promovía el desenfreno de los asistentes que llegaban en su algarabía a alterar el orden público de una sociedad conservadora como la mendocina, donde las festividades religiosas católicas eran las actividades sociales más congregantes.

De ahí que desde las páginas de El Constitucional, uno de los diarios más antiguos de Mendoza, se promoviera la organización de bailes de máscaras y corsos por considerarlos más civilizados que las “carnavalescas” y desafiantes manifestaciones del pueblo. 

Los mendocinos adinerados de finales del siglo XIX se mostraban reacios a organizar y asistir durante los días de carnaval al baile de enmascarados, aunque se realizara en el teatro San Martín. Pero lentamente esta tradición, adoptada por la influencia de otras ciudades más ilustradas, se fue difundiendo en la sociedad mendocina, en especial la costumbre de disfrazarse. 

“Hemos sido agradablemente sorprendidos en las noches del carnaval por un grupo de mascaritas que a uso de nuestra capital, Buenos Aires, visitaban a sus amigos y amigas”, escribe en El Constitucional un periodista en febrero de 1873.

Generalmente eran los elegantes jóvenes de sociedad quienes protagonizaban estas diversiones a través de la organización de bailes y paseos de carrozas.
Ideas de elaborados disfraces de carnaval en el diario El Comercio.

Serpentina, pomos y papel picado

Hacia las primeras décadas del siglo XX, el carnaval y sus rituales estaban completamente instalados en el calendario anual de las modestas ciudades mendocinas. La serpentina, el papel picado, los pomos, los “globitos para agua”, las máscaras y los disfraces eran las armas con que  los vecinos salían a las calles todavía de tierra a pasearse, a coquetear, a jugar a ser otro.

Bajo la apariencia de un borracho o de un torero, de una gitana o de una princesa, los mendocinos se permitían durante esos días desafiar el orden conservador a través de la risa, de lo grotesco, lo ridículo o lo bello. Como en muchas ciudades argentinas no había diferencias sociales y si las había durante estos días y en estas fiestas no existían a simple vista pues el carnaval era una fiesta comunitaria que no creaba lazos especiales entre los miembros y los participantes.

Jóvenes señoritas vestidas con sus mejores galas desde sus balcones o carruajes arrojaban serpentinas a los transeúntes, galanes que usaban gomina lanzaban respetuosas pero atrevidas palabras a las damas y provocadores piropos burlescos, se organizaban “asaltos” a una casa de familia y proliferaban los bailes improvisados, la fiesta anual en el club o en el teatro era muy concurrida donde antifaces de raso apenas escondían los rostros conocidos de chicos y chicas casaderas bajo la atenta mirada de las madres.

Una crónica del diario El Comercio de febrero de 1903 da cuenta de los avatares del baile de disfraces de ese año, repasa la ambientación, la música que interpretó la orquesta, destaca las rápidas notas de las polcas y mazurcas,  “los acordes de un voluptuoso vals”, distingue entre “torbellino de la danza”, con nombre y apellido, a las señoritas con los mejores disfraces y enumera, una por una, a todas las jóvenes que concurrieron al baile de carnaval. 

Las comparsas y los desfiles se hicieron habituales en las calles mendocinas durante las décadas del ´30 y ´40 y la nueva inmigración europea aportó nuevos instrumentos musicales, carros fileteados y la elección de una Reina del Carnaval.

Te conozco, mascarita

La costumbre de disfrazarse enraizó en los hábitos mendocinos en ocasión de esta fiesta y grandes y niños se vestían con las más inesperadas ropas para encarnar durante unos días a personajes insólitos o simplemente, distintos de ellos mismos. 

El disfraz de carnaval se elegía y pensaba con tanta anterioridad como para encargar trajes especiales a las modistas del barrio, que a toda velocidad confeccionaban arlequines, pierrots, bailarinas, odaliscas, reyes, reinas, indios, cazadores, cosacos, payasos, faraones, brujas, piratas, marineros, rumberas, tirolesas, japonesas y hadas, entre muchos otros.

Las familias que no podían pagar los servicios de las siempre hábiles y cómplices modistas, recurrían al ingenio y a los viejos trapos y prendas domésticas. Con imaginación y pedaleando una máquina de coser, las señoras fabricaban singulares disfraces de borrachos, canillitas, lecheros, muertos vivientes, curas, presos o maquinistas, y quemaban muchos corchos para pintar bigotes y barbas en las caras de sus maridos e hijos.

En el caso de las hijas, achicaban, adaptaban y remozaban cuanta ropa de mujer encontraban en sus cajones con brillitos, encajes y tules para confeccionar disfraces de gitanas, mazamorreras, damas antiguas, princesas, floristas, turistas o enfermeras.

Luego, todos disfrazados, salían a la calle y concurrían a un estudio fotográfico para que la fantasía se perpetuara en una imagen que los haría sonreír durante años. Luego llegó la fatídica dictadura de 1976 que directamente abolió los feriados de los carnavales con la ley 21.329 produciendo un quiebre en la práctica popular de esta tradición y haciendo que esta fiesta, eminentemente callejera, enmudeciera. Hasta hoy. Las guerras de agua y de las otras


En los años ´60 y ´70 las batallas de agua entre vecinos dominaban todos los barrios de Mendoza en los días de carnaval. Sin disfraces, con ropa “para ensuciarse” y bien pertrechados, sin distinción de edades ni de sexos, los mendocinos se “mataban” a baldazos.

Munidos de baldes, mangueras o fuentones, chicos y grandes armaban estrategias para esconderse y atacar a los desprevenidos que pasaban por la vereda; las bombitas (a las que se le agregaba pimienta para que doloriera más o témpera de colores para manchar la ropa) eran lanzadas como granadas contra el inocente objetivo y entre corridas y resbalones, gritos y risas, lágrimas de indignación y carcajadas triunfales, el jolgorio general contagiaba hasta al vecino o vecina más hostil.

Una de las variantes es que la traición entre los integrantes de un mismo bando era válida, por lo que generalmente en estas guerras de agua no había ni vencedores ni vencidos porque todos los vecinos, todas las familias terminaban empapadas.
Luego llegó la fatídica dictadura de 1976 que directamente abolió los feriados de los carnavales con la ley 21.329 produciendo un quiebre en la práctica popular de esta tradición y haciendo que esta fiesta, eminentemente callejera, enmudeciera. Hasta hoy. 

Fuente: 
http://www.mdzol.com/nota/274443-mendoza-y-las-fiestas-de-antano/















En el año 1928 en Mendoza, se exime de impuestos a la importación de cepajes Almería y Alta Fantasía.

En Mendoza crece la exportación de uvas:  en 1927 se vendieron 2.300.000 kilos y en 1928 se venden 6.242.000 kilos. Productores cuyanos piden apoyo a Yrigoyen mediante la construcción de vagones frigoríficos y la reducción de tarifas para fomentar la actividad. 

lunes, 27 de febrero de 2017

Sarmiento y el carnaval

Los juegos de agua eran habituales en días de carnaval. Por lo general, se usaba la cáscara sin romper de huevos vaciados previamente, a los que se agregaba agua. También se empleaban baldes de donde se tomaba agua en un recipiente más chico, por ejemplo un vaso, para lanzar su contenido a gente desprevenida.
En una carreta algo deteriorada, un hombre corpulento, envuelto en un poncho de vicuña y con un sombrero chambergo que cubría parte de su rostro, se dirigió al sitio de los festejos. Como todo aquel que pasaba, fue recibido con agua. Pero el hombre respondió con entusiasmo y se sumó al juego: era el presidente Domingo Faustino Sarmiento.
La historia de la intervención presidencial en los juegos se esparció por la ciudad y llegó a oídos de Los Habitantes de la Luna, la comparsa más famosa de los carnavales de la década de 1870. Presidida por Eduardo Benavente, contaba con la participación de prestigiosos hombres de la sociedad porteña, con ganas de sacarse la careta de la seriedad anual y divertirse a pura fiesta popular, como Emilio Mitre, Delfín Huergo, Alberto Casares, Ireneo Portela y Anacarsis Lanús, entre tantos otros.
Los disfraces más recordados de esta comparsa eran El GordoEl Fraile y El Baby. Llegaban hasta los bailes de máscaras y mientras se agitaban, saltaban y reían, se escuchaban los discursos de Benavente y Carlos Monnet, precursores del stand up actual. Aclaremos que Monnet tenía la habilidad de imitar al presidente Sarmiento.
En el carnaval de 1873, la mencionada murga, tal vez como reconocimiento al sanjuanino por aquel enfrentamiento con agua, le regaló una medalla de estaño que tenía grabada su cara con una corona y la leyenda “Emperador de las máscaras”. Al año siguiente, el mandatario les envió una tarjeta invitándolos a tomar el té en su casa para que tuvieran, según anunciaba la esquela, “el gusto de conocer al loco Sarmiento”.
La reunión tuvo lugar en la casa del sanjuanino, en Maipú entre Tucumán y la actual Lavalle. Luego de escuchar a su imitador, Sarmiento lo interrumpió alegremente y le pidió que tratase de copiar al ministro Dalmacio Vélez Sarsfield, presente en la bien provista tertulia. Julio Costa, uno de los Habitantes de la Luna, se acercó al célebre jurista, autor del Código Civil argentino, y le preguntó qué opinaba de la imitación. Este le respondió con su característica tonada cordobesa: “¡Si están todos mamaos!”.
Carnavales de hace casi un siglo y medio en una ciudad de Buenos Aires con apenas 187.000 habitantes, según el primer censo nacional, de 1869, también promovido por Sarmiento. Entre esos habitantes, algunos también lo eran “de la Luna”.
Fuente: http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/costumbres/sarmiento-y-el-carnaval/

Efemérides. 27 de febrero de 1812: Día en que fue enarbolada por primera vez la bandera creada por Manuel Belgrano con los colores de la escarapela nacional, celeste y blanca, en las barrancas del Río Paraná, en la ciudad de Rosario, el 27 de febrero de 1812.

 Documento: Oficio de Manuel Belgrano al gobierno de Buenos Aires, comunicándole que " siendo preciso enarbolar bandera", la ha mandado "hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional". Rosario, 27 de febrero de 1812.

Transcripción:
Excelentísimo Señor: En este momento que son las 6 y 40 de la tarde, se ha hecho la salva en la batería de la Independencia y queda con la dotación competente, por los tres cañones y se han colocado las municiones y la guarnición. He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes que se formasen todas aquellas, y les hablé en los términos de la copia que acompaño. Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia.
Dios guarde a Vuestra Excelencia, Rosario 27 de febrero de 1812. Excelentísimo Señor. Manuel Belgrano. Excelentísimo Gobernador Superior de las Provincias del Río de la Plata


Cruce de los Andes. San Martín impone un castigo ejemplar a un oficial que ha intentado abusar de una joven. Santiago de Chile, 10 de octubre de 1817. FOTO ILUSTRATIVA


Transcripción: 
- Santiago de Chile, Octubre 10 de 1817. Reservado
El General San Martín adjunta el parte que le pasa el Comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo relativo a que el oficial de la Guarda de Prevención de dicho cuerpo D. Justo Pastor Anabia quiso violar a una señora que fue a ver un preso; el General pide la separación del servicio de este oficial.
- Oficio de San Martín: Excelentísimo Señor. El adjunto parte dará a V.E. un sentimiento justo, pero imprescindible. Yo quise cerciorarme de este atentado singular. Al efecto bajo de pretextos honrosos hice que la señora ofendido se me personase. Me ratificó en el hecho. Su decoro y opinión se interponen para imposibilitar la formación de una causa que por otra parte sería de difícil prueba a falta de testigos. El criminal se halla en arresto hasta la Suprema resolución de V.E. Él es un oficial inepto para el servicio, e indigno por este abominable exceso de la tolerancia con que se le había sufrido antes de cometerlo. Su separación es de absoluta necesidad. V.E. determinará lo que sea de su agrado Supremo. Dios guíe a V.E. muchos años. Cuartel General en Santiago, Octubre 10 de 1817. Excelentísimo Señor José de San Martín.
Excelentísimo Señor de las Provincias Unidas de Sud América. 
- Respuesta de Pueyrredón: Buenos Aires, Noviembre 4 de 1817.
Enterado y expídase a ese individuo la cédula de absoluto retiro del servicio sin goce de fuero no uso de uniforme.

Gin & Baltimore. Grupo de Rock de Mendoza (año 1993)

Integrantes: Adriano Gaspar (bajo), Diego Flores ( voz y segunda guitarra),  Marcelo Sisso (batería), Mariano San Martín (primera guitarra), Celia Rubio (coros y traversa), Marcela Palermo (coros) y Walter López (teclados). 

Edificio Gómez, donde inició sus transmisiones Canal 7 de Mendoza en el año 1961, en un radio de 60km

Canal 7 de Mendoza en el año 1961 inició syus actividades con los siguientes equipos: un transmisor de 2kw, 2 proyectores de 16mm, un proyector automático de diapositivas, cámara y vidicom de films, control remoto de proyectores, tres cadenas de cámaras, switcher de dos canales, consola de audio de 13 entradas, 2 mesas de tocadiscos y video tape. La instalación de la emisora fué dirigida por el Ingeniero Hugo Bortolomedi y personal técnico de Mendoza