lunes, 20 de mayo de 2013

Curiosidad Histórica. Origen de la Frase - Meterse en camisa de once varas


Esta frase tan habitual tiene su origen en el ritual medieval llevado a cabo para la adopción de un niño.
El futuro padre adoptivo debía pasar al niño que iba a adoptar a través de la manga holgada de una camisa de gran tamaño tejida al efecto, sacando al pequeño por la cabeza o cuello de la prenda. Una vez atravesada la camisa, el padre le daba un fuerte beso en la frente como prueba de su paternidad aceptada.
La vara (835,9 mm. la castellana pero varía según la región) era una barra de madera o metal utilizada como unidad de medida, y la alusión a las once varas es para exagerar la dimensión de la camisa que, si bien era grande, no podía medir tanto ya que, once varas, sería más de nueve metros.
Actualmente, la expresión meterse en camisa de once varas se aplica para advertir sobre la inconveniencia de complicarse innecesariamente la vida al comenzar una empresa o negocio arriesgado.

sábado, 18 de mayo de 2013

Así era el porno de los años 20

Acostumbrados a lo explícito que muchas veces no da lugar ni a la imaginación, resulta llamativo ver cómo era el porno de los años 20. ¿Habrán imaginado que todo llegaría tan lejos? Mirá las fotos.



(Foto huffingtonpost.es)


Acostumbrados a lo explícito que muchas veces no da lugar ni a la imaginación, resulta llamativo ver cómo era el porno de los años 20.


La huella fue encontrada por el blog Retronauta, mientras que el Huffinton Postrevivió las mejores fotos del porno de esa década, y es que entre los fondos de la Librería del Congreso norteamericana hay guardado un impagable puñado de fotos de bailarinas de burlesque de los años 20.

Divertidas, eróticas, inocentes y elegantes a la vez, modelos y fotógrafos exploraban un género, el de la imaginería erótica.

¿Habrán imaginado que todo llegaría tan lejos? Mirá las fotos.

La nena de la foto. MARIA EVA GONZALEZ, 26 AÑOS DESPUES




Videla jueguetea con la hoy actriz española Eva María González. En palabras de Eva María: «Se trata de una nena linda con un personaje siniestro». Foto de Buggé
Sin saberlo, se convirtió en la protagonista de un icono de la dictadura militar. Hace tres días se encontró con el autor del retrato, el aún fotógrafo de la Casa Rosada Víctor Bugge, y juntos se emocionaron reviviendo aquellos terribles años.
Fue un día extraño de 1978. Raramente lo hacía, pero esa tarde Jorge Rafael Videla decidió salir por la puerta principal de la Casa Rosada. Por eso Víctor Bugge no dudó y registró el momento. Y sin querer convirtió a una nena de cuatro años en protagonista de la foto insigne de la dictadura militar. Eso fue suficiente para que el todavía fotógrafo presidencial no descansara en la búsqueda de esa chiquita, preocupado por su destino. Tardó, pero 26 años después encontró a María Eva González y pudo compartir con ella algunos recuerdos de los años de plomo. 

“Como le sucedió al país hace unos días con la ESMA, el encuentro con María Eva cerró un capítulo de mi historia que tenía pendiente. Después de todo lo que pasó y de lo que hizo Videla, siempre quise saber qué fue de la vida de esa piba. Si había crecido, si estaba viva”, se emociona Bugge.
El fotógrafo lo sabe. Involuntariamente terminó alimentando la propaganda militar, que aprovechó esa imagen para esconder al asesino detrás de una máscara de hombre gentil y ademanes paternales. Muchas editoriales, afines al denominado “proceso”, ilustraron sus revistas con las instantáneas del Videla bonachón. 



Bugge nunca supo cómo encarar la búsqueda. Pero la inquietud siempre se mantuvo vigente. Si no era por voluntad propia, era por la de su entorno, que al ver la foto desempolvaba el interrogante: ¿Quién es esa nena?

El primer intento serio quedó en manos de un amigo, que hace unos años le pidió autorización para iniciar las averiguaciones. Se había inspirado en una misión similar y exitosa que un grupo de reporteros gráficos puso en marcha en Medio Oriente para encontrar a una mujer musulmana que había sido tapa de la revista de la National Geographic. No logró el mismo resultado. Pasaron los días, los meses, los años, y Bugge no obtuvo ni siquiera una pista que lo guiara hacia la nena chiquita dócil y de cachetes tentadores. Hasta mediados de 2003. El 25 de mayo, cuando Néstor Kirchner asumió el poder, el fotógrafo presidencial inauguró una muestra en la Casa Rosada. Es un ritual que cumple cada vez que se produce una transmisión de mando.
“Por esos días una señora que recorría la exposición se me acerca y me dice: ‘Recién acaba de estar la nenita de esta foto’. Me desesperé. Salí corriendo para la puerta de Balcarce 24 por donde se entraba a la muestra, pero la nenita ya no estaba”, recuerda Bugge.
Igual fue un día de gloria. Para entrar a la Casa de Gobierno hay que dejar una serie de datos personales, entre ellos el teléfono. Entonces el fotógrafo se sumergió en los registros, y guiándose por los números de documentos se concentró en aquellas personas que rondaban los treinta años. Inmediatamente inició, ayudado por sus amigos, la ronda de llamados. 
–Cuando se comunicó Víctor, no estaba segura que fuera yo. Le dije que había ido a la muestra porque mi mamá me hizo saber, por medio de mi hermana, que estaba en esa foto. Cuando vi la nena me resultó parecida, había rasgos parecidos. Y entonces busqué retratos míos de chica y volví al día siguiente para compararlas. Fui directo a la foto, que estaba cerca de la entrada, a un costadito, y ahí sí me reconocí –relata María Eva, aún sorprendida.
–¿Y qué sensación tuvo?
–La primera vez no sentí rechazo. No le di sentido político. Me pareció simplemente una curiosidad. Me lo tomé como algo liviano. Recién después caí que estaba con un ser despreciable.
La “nena”, una rosarina de 30 años, es una representante típica de la clase media. Está desocupada hace dos años. Su último trabajo fue en una multinacional dedicada a la publicidad que le pagaba 300 pesos al mes, y en negro. Ahora, confiesa, “vive” de su novio, ayudándole en la filmación de algunos cortos con estudiantes de la Universidad del Cine.
A Bugge, desde aquella comunicación telefónica hasta este último jueves, en el que se encontró con María Eva en el bar de Alsina y Balcarce, lo carcomió la ansiedad. Las obligaciones laborales no le daban respiro. Quedaron en verse en febrero. Pero al volver del último viaje que Kirchner hizo a Madrid, el fotógrafo casi se mata. Un accidente en la montaña, cerca de El Bolsón, donde descarriló con su auto, le provocó la pérdida del bazo y una contusión de pulmón. Estuvo diez días en terapia intensiva. Y todavía muestra dificultades para hablar sin agitarse. Pero la curiosidad lo revela. Y no para de hablar, y de preguntar.
–¿Qué hacías en la puerta de la Rosada? –se inquieta tras un largo sorbo de café y luego de flanquear las distancias que impone todo primer contacto. 
–Sé que mi papá trabajaba enfrente, en el Banco Nación, y mi mamá dice que ese día lo fuimos a buscar.
–Vos sabés que Videla no salía nunca por Balcarce 50. Pero ese día se inauguraba un ingreso al Museo de la Casa Rosada, sobre la calle Yrigoyen. Me acuerdo que no fue una salida imprevista, fue más bien protocolar y con las medidas de seguridad de la época. Yo creo que debido a que eras una criatura, y que estabas con tu mamá, quedaron dentro del cerco de seguridad. 
–¿Qué significó esa foto para usted?
–Fue terrible. Yo tenía veintipico de años y recién arrancaba trabajando en la Rosada. Era una foto interesante, descontracturada. Videla estaba sin uniforme. Y la nena mostraba la inocencia de mirar a alguien que no sabía quién era. Los militares la utilizaron para hablar del cariño de Videla por los chicos. Por suerte el tiempo se hizo cargo de que la imagen en un momento dijera una cosa y en otro, otra cosa.
María Eva asiente con la cabeza. Desde que se descubrió en la foto, la reacción de sus amigos fue unívoca. “Saben que yo no tengo nada que ver con ese ser despreciable, que en esa foto soy una nena. Pero todos se lo tomaron espantosamente. Me dicen ‘¿con Videla? Qué horror ¿cómo te sacaste esa foto?’ A mí me quitaron las ganas de contar la anécdota. Mis amigos no pueden separar la anécdota del personaje. Es muy fuerte, y es Videla.”
“La verdad es que pasaban cosas horribles. Para mí todo se precipitó con la vuelta a la democracia. Yo tenía 8 años y mis viejos tenían unos libros escondidos, como El Capital, que los volvieron a poner en la biblioteca. Era para mí el descubrimiento de lo que había ocurrido.”
–¿Tus padres qué te contaban?
–No mucho. Tampoco eran militantes. Mi papá decía en los últimos años de su vida que era socialista. Pero tenía adoración por Evita. Decía que gracias a ella teníamos casa. De esa adoración mi nombre. Pero no soy peronista. ¡¡¡Nunca voté a Carlos Saúl (Menem)!!!. Es más, de chica fui radical. Pero en la última elección voté a Lilita.
–¿Qué significa Videla hoy, más allá de la anécdota de la foto?
–Hace unos años me fui a vivir a cuatro cuadras de la ESMA. Y decía qué espanto, pensar que acá se torturó y se mató. La verdad que lo de las Abuelas de Plaza de Mayo me sensibiliza muchísimo. Y saber que Videla tiene la suerte de estar confortablemente preso en su casa me genera una bronca terrible.
Bugge la mira. Se consterna. No puede creer estar hablando con la chica que durante tanto tiempo le quitó el sueño. “Es una semana especial. Después de lo de la ESMA, encontrarme con ella me tira 30 años para atrás. Estoy un poco flojo”, susurra. Y no revela sólo dificultad respiratoria sino también emoción. 
–¿Imaginaban así este reencuentro? 
–Sí. Yo no guardo nada con cuidado. Nunca. Pero esa foto era especial. Y la guardé porque era algo más que la foto. Marcaba una época. Marcó mi vida.
–Sin dudas, tiene una carga por lo que sucedió en el país –interviene ella.
–Sí, porque si hubiera sido el Papa para mí sería una foto más. Pero acá desaparecieron miles de personas, se robaron bebés –agrega él.
Minutos después, ya relajados, combinan para posar juntos en el lugar exacto de la célebre foto. Ahora los dos ríen. Y ella, al volver la mirada hacia el retrato que la muestra con Videla, hasta se anima a una coquetería. “¿Saben que veo? Veo a una nena linda con un personaje siniestro.”

Fuente: Página 12


Curiosidad Histórica. Origen de El Saludo: El apretón de manos

Normalmente, en la cultura occidental, cuando saludamos a alguién le damos un fuerte apretón de manos, pero, a igual que otras muchas otras cosas de nuestra vida diaria, tiene un origen que, en la mayoría de los casos, desconocemos. Al parecer, el apretón de manos podemos interpretarlo desde dos orígenes distintos, Un de ellos en Oriente.

Resulta interesante saber que el apretón de manos no es producto de la sociedad moderna, ni tampoco exclusivo del mundo Occidental. Su origen se remonta a más de 5 mil años en el pasado, atestiguado por los jeroglíficos egipcios que representan pactos y arreglos entre hombres y deidades que, solemnemente, aprietan sus manos en señal de acuerdo. Sin embargo, uno de los antecedentes históricos más importantes proviene deBabilonia hace casi unos 4 mil años, más exactamente sobre el 1800 a.C. Durante la festividad de Año Nuevo, el monarca babilonio debía realizar un cortés acto de sumisión ante Marduk. Este acto consistía en dirigirse hacia la estatua de dicha deidad y, en señal de respeto, estrechar su mano. Este acto, que originalmente significaba el traspaso o conferencia de poder se vio modificado tras una gran guerra. Cuando los asirios invaden Babilonia, sus reyes, quienes se ven obligados a continuar con dicho acto como señal de respeto para evitar que el pueblo conquistado se rebele, empiezan a estrechar la mano de Marduk. Prontamente los asirios comenzarían a creer que esto era una tradición general y la adoptarían difundiéndola como suya por todo Oriente Próximo.



En Occidente, el origen podemos encontrarlo en la cultura greco-romana con un significado más práctico. En Grecia y Roma se estilaba a saludar estrechándose las manos pero de manera diferente de como lo hacemos hoy día. Allí se estrechaba agarrando la muñeca de la otra persona y apretando fuerte. Esto, si bien tanto en la Grecia post-homérica como en Roma se convirtió en una costumbre, viene de un ritual muy antiguo. Cuando en las primeras etapas de Grecia, marcada por varios dialectos y subculturas, se encontraban dos aldeanos de pueblos diferentes en el medio del campo, o viajeros en los caminos desolados, lo primero que hacían era retirar sus dagas y ver como reaccionaba la contraparte. Si ésta mostraba signos de no querer pelear se procedía a guardar la daga y agarrar fuertemente la muñeca derecha del contrincante -en señal de que uno no retiraría su daga y lo apuñalaría a traición-, entonces ahí, podrían dialogar tranquilamente y saber si la otra persona tenía algo para intercambiar o comprar.

jueves, 16 de mayo de 2013

Las más malas de las malas: mujeres perversas de la historia

Son las protagonistas de los mitos, la base de las leyendas más crueles, las reinas del placer, el dolor y la muerte. Seductoras, astutas, traicioneras, ambiciosas, buscaron el poder y lo consiguieron usando el sexo, la violencia y el veneno. Conocé a un puñado de mujeres temibles.
"Susana en el baño", de Jacopo Robusti, Il Tintoretto (1557). (Foto pintura.aut.org)

"Diana cazadora con arco y flecha",
fresco del Museo Arqueológico Nacional
de Nápoles. 

Tertuliano decía que las mujeres eran “la puerta del Diablo”: Tolstoi escribió en su Diario que “es evidente que todos los desastres, o una enorme proporción de ellos, se deben al carácter disoluto de las mujeres”, 


Las malas son encantadoras. Emanan intensidad, inteligencia y seducción. Han capturado, vencido y pisoteado los corazones de los hombres a lo largo de la historia. Han conquistado reinos, han provocado guerras y hecho rodar miles de cabezas, masculinas, claro. 

Son las protagonistas de los mitos, la base de las leyendas más crueles, las reinas del placer, el dolor y la muerte. Siempre con los pies, las sandalias o los tacos sobre la tierra son expertas en zaherir, en exigir, en permanecer, en dominar.

Hombres y mujeres son crueles y perversos, pero a ellas se las demonizado y admirado, se las odiado y amado, temido y celebrado. 

Mientras que el mundo masculino ha permanecido en la esfera de lo abstracto, en la búsqueda especulativa de difusas realizaciones, el imaginario femenino se ha relacionado siempre con lo real, lo evidente inmediato, lo concreto. 

Astutas, pícaras, crueles, traicioneras, abusadoras, manipuladoras, mentirosas, caprichosas, altivas, ambiciosas, seductoras, sin corazón: ningún adjetivo escapa a su sino perverso.

La envidia, la ira y la venganza son elementos constitutivos de la perversión que, en el caso de las mujeres se tornan impúdicos, haciendo uso de métodos brillantes que no requieren de la violencia explícita, sino sólo de la moral o psíquica. Su perversión es delicada, misteriosa, solapada; tal vez, las fuerzas que las mueven sean inconscientes y ellas sólo se dejan llevar al advertir el poder que tienen.

Escena de la flagelación y baile de la bacante desnuda; se halla en la Villa de los Misterios, en Pompeya.
Las más malas de las malas

Clitemnestra apuñaló a Agamenón mientras se bañaba; Herodías manipuló a Salomé para recibir la cabeza del Bautista en una bandeja; otro tanto hizo Agripina, la madre de Nerón, hasta terminar de desquiciar a su hijo; Mesalina, la emperatriz de la lujuria, terminó convirtiéndose en sinónimo de maldad femenina; la Condesa Sangrienta, que se bañaba en la sangre de las criadas a las que torturaba.

Todas ellas cuando llegaron al poder se sirvieron de “la manipulación de la maternidad, la sexualidad, los venenos mediante la comida, las intrigas y el desprestigio de la honra ajena”, apunta Susana Castellanos de Zubiría en su ensayo Mujeres perversas de la historia.

Aunque muchas veces se las ha considerado como liberadas sexuales, la mayoría de ellas ponía su deseo en el poder, en dominar a los hombres y humillar a las demás mujeres; en decidir sobre todo y para siempre, en causar daño intencionalmente y corromper las costumbres y el orden establecido. 

Lo cierto es que el ancestral miedo del hombre hacia la mujer abrevó en la idea de tener un ser maligno cerca, ya sea bajo la forma de esposa o de amante, y se asoció a la mujer en general. Y el hecho de que ocuparan puestos públicos tradicionalmente masculinos, de dirección y gobierno, su independencia, su hermosura y su capacidad de decisión propias acrecentó tanto el miedo masculino como la idea de amenaza ya que esto atentaba contra la imagen maternal, virtuosa y abnegada de la mujer.

Estas figuras femeninas aparecen ya en los relatos bíblicos y en la literatura clásica. “Algunas de esas mujeres, como Lilith, Semíramis, Circe, Dalila y Cleopatra, delinearon la imagen de femme fatale que ha llegado a nuestros tiempos. Otras, como Medea y Clitemnestra, por el horror que suscitan sus venganzas  despiadadas y el hacer justicia por su cuenta”, anota De Zubiría.

Antiguo relieve que representa a Lilith.
Las “serpientes” de la Biblia

Eva, Jael, Dalila, Jezabel, Judit, Herodías y Salomé con algunas de las mujeres que aparecen en la Biblia como seres despiadados y manipuladores. 

Pero Lilith es la mala que emerge desde la noche de los tiempos, una leyenda que pasó a la historia a través de la demonología hebrea. Su nombre significa, según diversos análisis y escuelas, “espíritu”, “noche”, “lamia”, “criatura nocturna”, “lechuza”.

Según algunos estudiosos, a partir de una interpretación del Génesis, fue la primera mujer de Adán, hecha como barro como él, es decir, con los mismos derechos. Era hermosa, de cabellos rojizos y ojos verdes. 

Ella no sólo no obedecía a Adán sino que se negaba a tener sexo  excepto que ella estuviera sobre él y no a la inversa. “¿Por qué he de acostarme debajo de ti? Yo también fui hecha con polvo y por lo tanto soy tu igual”, le decía a Adán. Como éste trató obligarla, Lilith abandonó a Adán y al Edén; en el Mar Rojo se reunió con Asmodeo que sería uno de sus amantes. Luego sería demonizada como bruja y como súcubo.

Jael utilizó la debilidad masculina para matar fríamente a Sísaro, un enemigo del pueblo de Israel. Ella lo invitó a su tienda, le sirvió leche en un tazón y cuando Sísaro se durmió le atravesó la cabeza con una estaca y un martillo y lo clavó al suelo. Carga con el estigma de ser una heroína asesina.

Según el relato bíblico de Jueces, el fuerte y maduro Sansón se enamoró de la joven Dalila. Ella aceptó una gran suma de dinero por averiguar el secreto de la fuerza del poderoso juez y haciendo uso de su poder de seducción y de sus locuaces palabras logró que el gigante se lo revelara: su poder residía en su cabellera. La traicionera Dalila se aseguró de cobrar el dinero, durmió a Sansón e hizo que un sirviente cortara las siete trenzas del incauto enamorado. Él fue capturado, cegado y luego asesinado.

La princesa fenicia Jezabel, la “no exaltada”, fue la esposa del rey Acad a quien a controlaba merced a sus encantos y astucia. Al mejor estilo de una tiranía, importó el culto a Baal desplazando el de Yahvé por lo que hizo pecar al pueblo de Israel de idolatría. Jezabel mató a todos los profetas que Dios envió a Acad y cuando éste murió, ella gobernó a través de sus hijos. Pero Jehú no sucumbió a sus encantos y ordenó asesinarla tirándola por una ventana y fue comida por los perros. “No hallaron nada de ella, sino el cráneo y los pies y las palmas de las manos”, relata elLibro de los Reyes.
"Judith avec la tête d'Holopherne", óleo de Rubens (1620-1622).
El general Holofernes sitió durante más de 33 día la ciudad judía de Betulia: cuando la ciudad estaba a punto de caer, la hermosa viuda Judith se atavió con sus mejores vestidos y fue al campamento del invasor. Una vez frente a Holofernes, lo enamoró tanto que éste ofreció una fiesta para ella en la que bebió de más; mientras el militar dormía Judith lo decapitó con su espada y salió del campamento con la cabeza de Holofernes en una bolsa. Al día siguiente, los invasores fueron derrotados.

Herodías se casó con su tío, Herodes Filipo, con quien tuvo a Salomé; pronto lo abandonó para “casarse” con Herodes Antipas, hermanastro de su primer esposo, porque tenía un mejor futuro. Juan el Bautista denunció públicamente a Herodías de adúltera provocando un odio letal en la ambiciosa mujer y un temor profundo en su marido quien no se atrevía a matarlo como ella quería después de haber ordenado su prisión. Esperó dos años y en el cumpleaños de Herodes, hizo que su hija Salomé provocara a su ebrio padrastro y tío con una sensual danza. Rendido por la excitación, Herodes le ofreció cualquier cosa que ella pidiera y ella, a instancias de su madre, pidió la cabeza de Juan el Bautista. Y la tuvo.


"Medea", en una obra de Frederick
Sandys (1868).
Hechiceras divinas

Las hechiceras del mundo antiguo son tan numerosas como eficaces. Pandora, Circe, Medea, Semíramis Olimpia de Epiro y Cleopatra VII se convirtieron en los modelos clásicos para ilustrar cómo los dioses podían manipular sutilmente a los hombres a través de la belleza arrolladora y de los actos tramposos de las mujeres.

Pandora, cuyo nombre significa “toda dones”, abrió la caja en la que Zeus había encerrado todos los males y miserias del mundo para vengarse de los hombres que le habían robado el fuego y se convirtió en el origen del mal de la humanidad; como en la tradición bíblica, en la griega, el origen del mal proviene de una mujer. 

Circe es la gran hechicera de Homero, capaz de metamorfosear a hombres en animales, retuvo a Odiseo junto a ella durante un año seduciéndolo y colmándolo de placeres.

Entre estas hechiceras destaca Medea, quien tenía el poder de hacer invulnerables a los jóvenes, devolver la juventud a los ancianos y de transformar los materiales. Ella custodiaba el Vellocino de oro y se enamoró perdidamente de Jasón cuando éste llegó a la Cólquide para llevárselo. Lo amó tanto que Medea lo ayudó a domar dos toros de bronce, a dormir a un dragón y a robar el vellocino; huyó con él, degolló y cortó en pedazos a su hermano para que su padre no pudiera perseguirlos; convenció a las hijas del rey Pelias de Yolco para que mataran y cocinaran a su padre asegurándoles que luego lo reviviría pero cuando llegó el momento de hacerlo dijo que había olvidado el conjuro.

La pareja tuvo varios hijos pero al cabo a de diez años Medea, que siempre había ayudado a Jasón, descubrió que él cortejaba a otra mujer. Fingió que lo entendía y como regalo de bodas envió un bello traje que se incendió en cuanto la novia se lo puso: ella, su familia y su palacio, todo quedó reducido a cenizas. Pero Medea fue más allá: incendió su propia casa con sus hijos adentro. Le dijo a Jasón que lo había hecho para que él sintiera un dolor semejante al que ella había sentido cuando estaba con la otra mujer. Jasón se suicidó.
Estatua del siglo I d.C. de Livia Drusila.
Cien por ciento perversas 

Livia, Mesalina, Agripina y Locusta constituyen un grupo de verdaderas creadoras de pesadillas y expertas en venenos.

La bella Livia Drusila, emperatriz de Roma, fue esposa y mano derecha de Augusto, madre de Tiberio y Druso, abuela de Germánico y Claudio, bisabuela de Calígula y tatarabuela de Nerón. De ella su descendencia aprendería que los asesinatos dentro de la misma familia son extremadamente útiles para llegar y mantener el poder. Livia habría envenenado a más de una veintena de parientes. 

Agripina, hermana de Calígula y madre de Nerón, amaba el poder e hizo todo lo que estuvo en su mano, y en su cuerpo, para lograrlo. Tuvo sexo con su hermano, se prostituyó en la corte,  mató a su primer marido, conspiró para asesinar a su hermano y luego se deshizo de su segundo marido, su tío Claudio. El veneno fue su arma más eficaz y la hechicera Locusta su mejor aliada.

Su hijo Nerón subió al trono y ella gobernó a través de él. Hasta que Nerón comenzó a rebelarse frente a los desplantes de su madre a pesar de que ella lo había iniciado sexualmente y era una de sus amantes. Cansado de la permanente crítica y del acecho de su madre, la envió a vivir a otra casa y se consiguió una amante parecida a ella. Pero Agripina era asfixiante: Nerón intentó envenenarla tres veces pero ella tomaba antídotos; trató de ahogarla en un barco arreglado para naufragar pero ella se salvó nadando. Finalmente, la acusó de intentar asesinarlo y le envió un grupo de verdugos a los que Agripina les ofreció el vientre. Cuando Nerón vio el cadáver de su madre, se alegró.
"Locusta y Nerón prueban el veneno",
obra de Sylvestre (1870).
Si Agripina estaba loca por el poder, Locusta (en latín, insecto) fue un instrumento del poder. Se dice que conocía los secretos de las plantas y que era inmune a todos los venenos. Su primera víctima fue su marido, a quien mató porque la maltrataba. Su especialidad eran los llamados “polvos de sucesión” cuyo ingrediente principal era el arsénico. Sus clientes eran ricos y codiciosos romanos que ansiaban el deceso de rivales, parientes ancianos o cónyugues.
Mesalina, Agripina y Nerón también se sirvieron de su lóbrega ciencia. Tras la caída del emperador, para quien había envenenado a su hermano Británico, Locusta fue condenada a morir como responsable de 400 muertes. Según Apuleyo su castigo fue atroz, nacido de otra mente perversa: Galba, el nuevo emperador, ordenó que Locusta fuera amarrada y públicamente violada por una jirafa y luego descuartizada por leones.
Manipularon la maternidad, la sexualidad, los venenos, las intrigas y el desprestigio de la honra ajena. Buscaron el poder y lo consiguieron. Y muchas de ellas tuvieron finales tan terribles como los que infringieron a sus víctimas.

Fuentes: Las mujeres de la Biblia, de Frances Vander Velde; Después de la manzana. Mujeres en la Biblia, de Naomi Harris Rosenblatt; El sexo en la Biblia, de Marco Schwartz; Mujeres perversas de la historia, de Susana Castellanos de Zubiría; Diosas, brujas y vampiresas, de Susana Castellanos de Zubiría; Las escandalosas. Veinte mujeres que han hecho historia, de Patrizia Carrano.

Patricia Rodón

Juego de la Lucha Romana (año 1903) Mendoza


La Lucha Romana o de los Gigantes, era una buena ocasión para conocer los caracteres de los niños. Las piernas, el tórax. Los brazos y la cintura son sometidos a movimientos que difícilmente los niños realizaban en otros juegos. La lucha es la síntesis de una buena educación gimnástica 


miércoles, 15 de mayo de 2013

Pornocracia, religión y crimen: las rameras santas

Fueron las ideólogas de las primeras matanzas religiosas, las líderes de la intolerancia en nombre de la fe y se metieron en la cama de reyes y de Papas para envenenar a sus enemigos, alimentar hogueras con herejes y comenzar verdaderas campañas de exterminio.
"La rendición de Granada", de Francisco Pardilla y Ortiz (1882). (Foto www.museodelprado.es)
Si sus antecesoras fueron las protagonistas de los mitos, las reinas del placer y de la muerte, este grupo de mujeres comparte con ellas la crueldad, la ambición de poder y el uso inteligente de su sexualidad. Y agregan un ingrediente nuevo: el fanatismo religioso.


Arteras, se disfrazaron de piadosas para dar rienda suelta a sus más profundos odios y fueron las ideólogas de las primeras matanzas religiosas y las artífices de las más crueles persecuciones en nombre de Cristo. No vacilaron en meterse en la cama de reyes y de Papas para erigir monstruosas hogueras, verter venenos en copas y comenzar verdaderas campañas de exterminio.

Helena de Constantinopla, o Santa Helena, fue quien por venganza le dio rango de religión y no de secta al cristianismo; la emperatriz Teodora castraba a quienes no siguieran la palabra de Cristo; en plena Edad Media, Teodora y su hija Marozia fueron las protagonistas de la pornocracia y manejaron desde el lecho de los pontífices la política de Italia; Isabel la Católica mandó a la hoguera a más de dos mil personas, expulsó a los judíos de la España del siglo XV y fue la “madre” de la Santa Inquisición en nombre de la fe verdadera y María Tudor, su nieta, “La sangrienta” Bloody Mary, hizo lo mismo como reina de Inglaterra. 

Todas se sirvieron de la palabra de Dios y enmascararon con mejor o peor suerte sus apetitos sexuales detrás de la utilería de la Iglesia y de la infinita imaginería religiosa repleta de vírgenes y santos, para hacer del fanatismo religioso un instrumento de poder y una máquina de guerra. Y de venganza.

Icono oriental ortodoxo de Constantino
el Grande y Santa Helena, su madre.
El uso de la cruz con fines políticos


A fines del siglo III el cristianismo era una secta que proliferaba en las clases bajas del Imperio romano; despreciados, los primeros cristianos habían sido cruelmente perseguidos por el emperador Diocleciano. Y fue la perfidia de una mujer quien los salvó.

Helena, pasó a la historia como Helena de Constantinopla o Santa Helena, era plebeya, concubina del rey Constancio y fue la madre de Constantino. Lejos de ser un modelo de piedad, persiguió a los hijos y nietos “legales” de su amante que la había repudiado, abrazó el cristianismo y convirtió a su hijo a la secta repudiada sólo para agraviar al rey. 


Tras un halo de beatitud ocultaba un profundo resentimiento y sangrientos deseos de venganza.

Después de veinte años de conspiraciones y asesinatos urdidos por Helena, Constantino el Grande asumió como emperador y fue ella quien le aconsejó dar entidad de religión a la nueva secta ya que el apoyo de los cristianos era esencial para sostener el nuevo poder político. 


Con ello y decenas de medidas que tomaron después, Helena le daba un golpe mortal a Roma, a los aristócratas que la habían despreciado y a su ex amante. Ella inauguró la intolerancia religiosa, la persecución de los paganos, la discriminación de los judíos; instauró el día domingo como el día de descanso, dio forma al concepto de herejía y dio pie a sangrientas luchas y masacres. Y con el fin de mantener el poder que tenía sobre su hijo se valió de una mentira para que Constantino matara a su mujer (la ahogó en agua hirviendo) y a su hijo. Con ellos, Helena sumaba dos muertos más a su historia criminal. Fue la primera emperatriz cristiana.

Mosaico que representa a Teodora, de
Meister von San Vitale (ca. 547).
Teodora nació en una familia dedicada al entretenimiento circense; pero la pobreza y la falta de talento en la música, la danza y la acrobacia la llevó, junto a sus hermanas, a dedicarse a la prostitución desde niñas.
Teodora sobrevivió a muchas enfermedades que la acosaron y decían que tenía un demonio adentro tan poderoso como su temperamento. No destacaba en el circo ni por su belleza ni por su arte, sino por su falta de pudor sexual ya que protagonizaba escenas escandalosas con hombres y animales. 


Era una maestra en el sexo. Valiéndose de este poder, de una férrea sangre fría y de su inteligencia privilegiada, se convirtió en la emperatriz bizantina esposa de Justiniano I. Temiendo que su marido se enterara de que tenía un lúbrico pasado que incluía un hijo, hizo asesinar al joven.

Como Helena, aparentó una profunda virtud cristiana para perseguir y matar a los ricos, a quienes la habían ofendido en el pasado y, de paso, a quienes no practicaran la fe en Cristo. La condena era la tortura y la castración, actos que Teodora supervisaba personalmente. 


Pornocracia: el reinado de las rameras

El siglo X fue llamado el “siglo oscuro” de los Papas, trece pontífices ardieron en las llamas del sexo puro y duro y Marozia, su madre y su hijo fueron los protagonistas de su caída. La hermosa, ambiciosa y voluptuosa Teodora, que enseñó todas artes a su hija Marozia, quería que su aristocrática y poderosa familia se ligara al papado. Para lograrlo, se sirvió de mil argucias y ordenó no pocos asesinatos, hasta que su amante fue nombrado Papa como Sergio III. Corría el año 904 y se dice que fue “el peor que haya tenido la Iglesia” por los múltiples crímenes en los que estuvo involucrado y porque su lujuria sin límites.

Marozia superó a su madre: comenzó su carrera a los 15 años en la alcoba papal y se convirtió en una de las mujeres más poderosas de su época. “Su estrategia fue entrelazar sin pudor, y para su total provecho, la política y la religión con cintas amatorias. Su particularidad consistió en haber logrado, en un ambiente como el pontificio, la capacidad para determinar la elección de varios Papas y ordenar la muerte de algunos de ellos”, analiza Susana Castellanos de Zubiría en su interesante ensayo Mujeres perversas de las historia.

Grabado de la época que representa a
Marozia.
Fue amante del amante de su madre, Sergio III, y tuvo un hijo con él. Algunas fuentes dicen que Sergio era el verdadero padre de Marozia, llamada “la Papisa”. Se casó a los 17 años visiblemente embarazada y a los 19 mandó a matar al Sumo Pontífice, su amante y su padre. 


Teodora y Marozia eligieron al nuevo Papa, lo usaron como amante y como títere y luego lo mataron; las mujeres se sirvieron de la combinación de sexo e intriga para elevar al trono de Pedro a varios Papas y deshacerse de ellos con la misma facilidad cuando dejaban de ser útiles. Sin embargo, Juan X, amante de Teodora, tuvo la oportunidad de demostrar su valor como estadista y soldado cuando los sarracenos llegaron a 50 kilómetros de Roma a los que finalmente logró derrotar.

Esto disgustó tanto a la madre como a la hija y convirtieron a Roma en un caldero de rencillas, rencores y odios viscerales contra Juan X. En este hervidero de intrigas y venganzas, los padres y el primer marido de Marozia fueron asesinados; se casó nuevamente, urdió un plan para hacerse con el poder de Roma pero fracasó; cuando volvió a intentarlo, triunfó y mandó a encarcelar a Juan X de por vida.

Luego, llegarán nuevos maridos y nuevos hijos (uno de ellos fue el Papa Juan XI), pero el primero, aquel que tuvo con su padre, Alberico II se vengó de su familia de forma lapidaria: tomó el poder, desterró a la familia y encerró a su artera madre durante 23 años hasta su muerte.
"Isabel de Castilla", retrato atribuido a
Juan de Flandes (ca. 1500). Se encuentra
en el Museo del Prado.
La gran reina nazi


Mientras en torno de Lucrecia Borgia empezaba a construirse una leyenda negra de corrupción sexual, jugadas maquiavélicas, asesinatos de maridos y familiares, veneno escondido en un anillo hueco e incesto con su padre Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI, y con su hermano César, otras mujeres dominaban la escena renacentista con su malicia.

En nombre de Dios, Isabel la Católica mandó a la hoguera a más de dos mil personas, expulsó a los judíos de la España del siglo XV, fue la “madre” de la Santa Inquisición española, la generala del ejército que expulsó a los árabes y la ideóloga de la conquista y destrucción de los pueblos americanos. Quinientos años después el dictador Francisco Franco quiso convertirla en santa. 

Sus biógrafos relatan que la joven Isabel rezaba para que Dios la convirtiera en su instrumento y lo hizo en oscuros, húmedos y sucios calabozos en donde miles de “herejes” eran torturados hasta la muerte, en medio de gritos de dolor a los que ella era inmune.

Desde los tres años estuvo comprometida con Fernando de Aragón, su primo, pero por diversos intereses políticos su familia intentó romper este acuerdo matrimonial para casarla con otros príncipes y nobles; ella, de carácter altivo y arrogante, ella se negó porque consideraba que Fernando era el mejor candidato para esposo, procuró que el papa Borgia, que era valenciano, los dispensara por la consanguinidad y casó con él. Fue también Alejandro VI quien les otorgó el título de Reyes Católicos, negocios mediante.

"La reina María Tudor, reina de
Inglaterra", de Antonio Moro 1554.
Su nieta María Tudor, hija de su hija Catalina y de Enrique VIII, fue tan fundamentalista en los temas religiosos y tan astuta y testaruda como ella, tanto como para la apodaran “la Sanguinaria”.
El cóctel Bloody Mary fue creado en honor a ella, porque durante su reinado envió a la hoguera a miles de protestantes en una Inglaterra que apenas unos años antes por orden de su padre se había convertido a esta creencia.


Llegó al trono con 37 años, soltera, una historia familiar que producía escalofríos y una vida personal llena de humillaciones. Decidió vengarse de los protestantes y de los nobles, se rodeó de asesores religiosos y se enamoró perdidamente de su sobrino.

Los ingleses conjuraron y se rebelaron contra la reina para impedir este matrimonio con un español católico. María, enfurecida, salió a las calles para arengar a los católicos contra los protestantes y el pueblo la apoyó. “La Sanguinaria” decidió matar a cualquiera que se le opusiera y lo hizo en las llamadas Persecuciones Marianas. 


María odiaba profundamente a su hermana Isabel, a quien había encerrado en la Torre de Londres; y mientras frustrada y furiosa al mismo tiempo tuvo dos embarazos imaginarios y su marido (que sería más tarde el temible Felipe II) se paseaba por el continente con otras mujeres miles de hogueras intoxicaron con el olor a carne quemada el aire de Londres: obispos, nobles, eruditos, estudiantes, sacerdotes, campesinos, artesanos, pasaron por el fuego. Quienes mostraban compasión eran arrestados, cientos fueron detenidos por ser considerados herejes y torturados. Las personas especialmente odiadas por la reina tenían muertes lentas y dolorosas. Esta intolerancia hizo que miles tomaran el camino del exilio. 

Fuentes: Mujeres perversas de la historia, de Susana Castellanos de Zubiría;Diosas, brujas y vampiresas, de Susana Castellanos de Zubiría; Las escandalosas. Veinte mujeres que han hecho historia, de Patrizia Carrano; Los Papas y el sexo, de Eric Frattini; www.albaiges.com/religion/papisamarozia.htm; www.cayocesarcaligula.com.ar/papado/pornocracia_papal.html.

Patricia Rodón

Curiosidades Históricas. Eureka! Arquímedes (287-212 a. C.)


Se le atribuye al sabio griego Arquímedes (287-212 a. C.), alumno de Euclides, el descubrimiento de laley de la flotabilidad. Se cuenta que Hierón, rey de Siracusa (ciudad natal de Arquímedes), sospechando de un orfebre que le había hecho una corona, le pidió que demostrara si dicha corona era de oro puro o adulterado; pero tenía que demostrarlo sin dañarla de ningún modo. AArquímedes no se le ocurría cómo hacerlo, hasta que un día, al meterse en el baño y observar cómo subía el nivel del agua y se desbordaba la bañera exclamó "¡Eureka!", que significa "¡Lo encontré!", y salió a la calle desnudo gritando "¡Eureka! ¡Eureka!". Su idea era medir el agua desplazada por la corona y luego el agua desplazada por un peso igual de oro. Se desconoce el resultado de la verificación.

martes, 14 de mayo de 2013

Dame tus pecados: sexo en el confesionario

El catolicismo de la Argentina colonial se concentró en la admonición de los pecados de la carne y el confesionario fue el escenario donde las mujeres contaban sus secretos. A los hombres, los sacerdotes evitaban hacerles preguntas relativas a la lujuria y eran indulgentes con las penitencias.
Los curas controlaban los hábitos sexuales de una pareja dentro del matrimonio, condenando cualquier práctica que no llevara a la procreación. (Foto MDZ / Patricia Rodón)


Placeres solitarios, fantasías sexuales y ensoñaciones frente al encuentro real de los cuerpos son la base de la culpabilidad que mujeres y hombres padecían y debían confesar ante un severo sacerdote que parecía regocijarse ante el tímido relato. Durante el siglo XIX el sacramento de la confesión y la posterior penitencia se convirtieron en moda, obligación y presunta salvación al mismo tiempo.


El cura, representante del tribunal de Dios, era una especie de censor todopoderoso con cualidades inquisitoriales que podía salvar o condenar, culpar o señalar en lo íntimo a una persona en procura de la salvaguarda de la moral familiar. El catolicismo de la Argentina colonial se concentró en la admonición de los pecados de la carne y la iglesia, con su confesionario, en el escenario donde los fieles, especialmente las mujeres, franquearían sus secretos. 

El confesionario, de gran teatralidad como todas las escenografías religiosas, propiciaba la murmuración del pecado: dentro del cubículo preferiblemente de madera, tras las labradas ventanillas y el cortinaje oscuro, en la doble penumbra del pacto de silencio, el sacerdote escuchaba a la contrita penitente, que de rodillas, con el velo sobre el rostro y con las manos juntas susurraba con voz grave los actos, fantasías y deseos que consideraba transgresiones. 

Y el cura de parroquia, del campo o de la ciudad, va adquiriendo tal poder que la figura del confesor se va convirtiendo en un personaje esencial y especial dentro de las comunidades. El acudir diariamente a misa y el confesarse una vez por semana se convierte hacia 1800 en el Río de la Plata en una conducta que mezclaba la moda con la obligación entre las españolas y criollas de las ciudades, más allá de la relativa devoción que estas damas pudieran sentir. 

Los especialistas coinciden al subrayar que la confesión y su penitencia era un sacramento casi exclusivamente femenino, puesto que se trataba de una “confesión de dependencia”, es decir, se consideraba que el cura tenía entre los mandatos de su catecismo personal “la misión de velar por la pureza de la joven, la fidelidad de la esposa y la honestidad de la sirvienta”.  

En tanto, los hombres dejaban de frecuentar el confesionario después de la primera comunión y se mostraban más reticentes a la confesión. Por ello, cuando un hombre se presentaba en el confesionario, las autoridades eclesiásticas aconsejaban a los sacerdotes “no hacer esperar a los caballeros, evitar hacerles demasiadas preguntas en el capítulo lujuria” y ser indulgentes con las penitencias. 

Como contrapartida, en el caso de las mujeres los policías de Dios incluso llegaban a negar o retardar la absolución para castigarlas por sus pecados, hecho que llevaría a muchas jóvenes y señoras a los horrores del delirio religioso, de la autoflagelación y de la anorexia hasta llegar a la muerte al mantenerlas en la tortura de la culpa continua. 

El baile, la fiesta popular, el banquete de bodas, la frecuentación entre jóvenes y la simple coquetería: todo lo que hacían o decían la mujeres causaba la ira de estos tenebrosos legionarios de la moral, que podían condenar al infierno, con excomunión incluida, a la dama que usara un escote “indecente”. Incluso, muchos de ellos, fundamentalistas y voyeurs consagrados, recorrían los bancos de la iglesia -en una suerte de revista al estilo militar-, para inspeccionar la corrección del atuendo y del cabello de las mujeres. 

Bajo su sombrío poder también caerían los hábitos sexuales de una pareja dentro del matrimonio, condenando cualquier práctica que no llevara directamente a la procreación, cualquier juego que produjera placer y cualquier encuentro que excediera los límites de la “moral católica”.

El cura practicaba el espionaje sexual sobre su comunidad. Indiscreto, en el ámbito de la confesión, averiguaba todo sobre el comportamiento de la mujer que acudía a la iglesia, y también indagaba sobre la vida privada de familiares y vecinos. El supuesto experto en la ciencia del pecado incluso despertaba “nuevas” ideas en las jóvenes adolescentes mediante sus impúdicas preguntas, lo que equivalía a iniciarlas sexualmente mediante la palabra.

Las diversas prácticas y los rigurosos controles que los confesores de la Colonia imponían sobre la mujer pusieron de manifiesto su obsesión por ellas. El sacerdote estaba obsesionado por la figura femenina y sus encantos, por su proximidad y por su sensibilidad. 

Turbado y frustrado, seducido y seductor, el confesor con aspiraciones de confidente, atado al voto de castidad y sin embargo “mirón” de los juegos conyugales, vigilante de la moral, fisgón de las aventuras del lecho, fue entonces, y hasta bien adentrado el siglo XX, el triste tercero incluido en la cama. 

Patricia Rodón


Link permanente: http://www.mdzol.com/nota/398870/
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...