lunes, 5 de enero de 2015

El mito de la jura de la Bandera de Los Andes

¿Qué sabemos del estandarte que acompañó al Ejército Libertador? ¿Por qué manos fue bordado? Distintas versiones en torno al símbolo patrio.


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El  5 de enero de 1917, el gobernador de Cuyo, Toribio Luzuriaga, junto al General en Jefe del Ejército de los Andes, jefes, oficiales, tropas y parte del pueblo de Mendoza, se reunieron para proclamar a la Virgen del Carmen de Cuyo patrona de ese ejército y sellar el juramento de la bandera.
En aquella ocasión, muchos se congregaron en la plaza principal y la iglesia Matriz de Mendoza. Días después de la ceremonia, el ejército libertador partió rumbo a Chile.
Desde hace muchos años, autores nacionales y locales aseguran que aquel juramento de fidelidad que hicieron las tropas y los ciudadanos mendocinos fue a la Bandera de los Andes. Hoy, intentaremos explicar otra versión en torno a su jura.
Una leyenda de 200 años
Varios historiadores afirmaban que las Patricias Mendocinas habían confeccionado y bordado la gloriosa Bandera de los Andes. 
La tradición - según la carta de Laureana Ferrari- dice que nació como una propuesta durante la cena de Navidad de 1816. El General San Martín desafió a su mujer, junto a sus cuatro amigas, a confeccionar una bandera antes del 5 de enero de 1817.
El ferviente patriotismo de aquellas damas fue más allá de la propuesta y, sin vacilar, aceptaron el reto. Tanto Remedios Escalada de San Martín como las otras damas, estuvieron diseñando el modelo y, al día siguiente, recorrieron la ciudad en busca de la tela para su confección. Por milagro la encontraron en un comercio de las inmediaciones de la ciudad, en una calle que llamaban “Del Cariño Botao”, en el actual departamento de Godoy Cruz. 
Con la sarga blanca y azul cielo se confeccionó la enseña en dos fajas unidas verticalmente. La blanca hacia adentro y la azul cielo hacia afuera.
El escudo central fue un bello testimonio que encerraba los emblemas de las manos unidas, la pica y el gorro de la libertad, coronado por un sol en la parte superior y orlado el conjunto con ramas de laureles, muchas de ellas bordadas por doña Remedios. Pasaron varios días y, cuando faltaban pocas horas para finalizar el plazo dado, las damas pudieron terminar con la tarea de madrugada. 
Ese mismo día, agotadas por el cansancio de aquella labor y casi sin dormir, las Patricias acudieron a la ceremonia de la jura y proclamación de la bandera.
Hace unos  meses los investigadores Adolfo Golman y Francisco Gregoric, luego de años de investigar este tema, dieron una versión diferente a los hechos que relató en 1856 Laureana Ferrari, esposa del coronel Manuel de Olazábal.
Estos historiadores comprobaron varias falencias en la carta de Ferrari. Ciertos datos no coincidían con lo que ocurrió en aquel tiempo. Por ejemplo, la tela original no es sarga - como dice en su nota la Patricia Mendocina- sino raso. Tampoco coincidía la edad y el estado civil de Dolores Prats, entre otras investigaciones. Finalmente, estos profesionales concluyeron que se trata de una carta apócrifa.
Por otra parte, cabe destacar que la Bandera de los Andes,  por sus dimensiones y características, es en realidad un estandarte.
Hace varios años, el recordado profesor Fontana, aseguró a través de una prolija investigación que las Patricias no participaron activamente en la confección de la misma, acreditando esa labor a las monjas de la Compañía de María.

Además de estas nuevas versiones que derriban la hipótesis tradicional, vale decir que este estandarte fue creado por una resolución del Gobierno de las Provincias Unidas del Sud, cuando se formaron los dos ejércitos del Norte y de los Andes, el 1 de agosto de 1816, y no por una iniciativa del General San Martín. Recordemos que las ordenanzas militares eran estrictas en esa materia.
Existe, además, documentación que reglamentaba el uso de estandartes de los batallones y regimientos que estuvieron o fueron creados en Cuyo desde 1814 hasta 1817. Es muy probable que además existieran varias banderas o, mejor dicho, estandartes del Ejército de los Andes.
Durante una exhaustiva investigación realizada en libros contables (y en otros documentos de aquella época que se encuentran en el Archivo General de la Nación y  de nuestra provincia) no existen datos concretos sobre la compra de telas de esos colores y otros accesorios. Lo que indica que estos estandartes fueron confeccionados en Buenos Aires y sin la participación de las Patricias Mendocinas.
Fiesta patriótica 
El día 3 de enero, el gobernador Luzuriaga emitió un bando en donde invitó al pueblo de Mendoza a participar del solemne acto de la jura de la Patrona del Ejército de los Andes Nuestra Señora del Carmen y la bendición de la Bandera Nacional. Entre otras cosas, señalaba que se adornaría la calle principal de la Cañada -hoy Ituzaingó- y los cuatro ángulos de la plaza. Por la noche, en vísperas de aquella ceremonia, se iluminarían las portadas y casas.
Todo el pueblo quedaba invitado   a esta solemne ceremonia.
La jura de una bandera equivocada 
En la mañana del 5 de enero de 1817,  se proclamó a la Virgen del Carmen de Cuyo como Patrona del Ejército de los Andes y se bendijo la Bandera.
El acto se llevó a cabo en la Iglesia Matriz de la Ciudad de Mendoza, actual calle Alberdi e Ituzaingó. La ceremonia comenzó antes de las 10 de la mañana. Las tropas patriotas bajaron por la calle de la Cañada hasta llegar al convento de San Francisco (ex-Jesuitas) luego de que los jefes del Ejército de los Andes se pararan en la puerta. Un grupo de escoltas trajo la imagen y la colocó a la cabeza de la columna; así se inició la procesión.
Detrás de la misma, el General San Martín,el gobernador Toribio Luzuriaga y otras autoridades marcharon hacia el altar que estaba en el templo. Antes de la misa se consagró la Bandera Nacional y el bastón de mando militar del General Don José de San Martín. Después del Evangelio, el vicario general castrense, José Lorenzo Güiraldes, dirigió unas palabras a los asistentes, instando a defender la Patria.
Concluida esta ceremonia, las tropas libertadoras marcharon al campo de instrucción con el pabellón nacional y, a las 16 horas, formaron en orden de parada. Allí se realizó el histórico juramento.
Aquel día no se bendijo la bandera de los Andes, como se creyó por mucho tiempo, sino el pabellón de la entonces Provincias Unidas del Sud y la jura de fidelidad a Nuestra Señora del Carmen de Cuyo como patrona del Ejército Libertador.
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/el-mito-de-la-jura-de-la-bandera-de-los-andes

Rally Cleveland-Chicago-Nueva York, 1907.

sábado, 3 de enero de 2015

Primer ensayo de voto femenino en Buenos Aires con Elvira Rawson de Dellepiane, 7 de marzo de 1920.

Foto: Primer ensayo de voto femenino en Buenos Aires con Elvira Rawson de Dellepiane, 7 de marzo de 1920.
Documento Fotográfico. Inventario 7856.

Estación de Servicio YPF de Don Antonio Carrillo, Ubicada en calle balcarce 154, Departamento de San Martín (año 1944) Mendoza


La costurerita que dio aquel mal paso

Hilván tras hilván, con roce de sábanas incluido, mientras duraban sus carnes firmes, la sonrisa fresca y funcionaban los lavados vaginales con vinagre, estas mujeres que "no daban puntada sin hilo" nunca aprendieron que los hombres no se casaban con las obreras, las costureritas o las amantes.

El celibato era el precio que pagaban las costureras, y sus días transcurrían de manera penosa en el llamado “trabajo de aguja”. (Foto fotosvintage.com)

Cuando en 1851 el neoyorquino Isaac Singer inventó la máquina de coser de un hilo y punto en cadena, no tenía idea de lo que su creación iba a provocar en el mundo. Su máquina perfeccionó la de Elías Howe, patentada en 1846, de la que en 1959 había vendido más de 50.000 unidades. 


Hacia principios del siglo XIX, el ama de casa se ocupaba de las labores domésticas, que abarcaban toda clase de tareas, desde la búsqueda del mejor precio de los alimentos y el cuidado de los miembros de la familia hasta el lavado de la ropa. 

También aportaba algo de dinero a la economía familiar ganado con pequeños servicios, como el trabajo por horas en otras casas, el lavado y el planchado de las prendas de otras personas o la venta callejera de pan o flores. 

En el último tercio del XIX, el trabajo a domicilio capta la enorme fuerza laboral femenina en el hogar y, por ejemplo, tener una Singer propia se convirtió en el sueño de no pocas amas de casa. 

Lo curioso es que el hecho de coser para otros y vivir de la costura confinaba a las mujeres a los estrechos límites de una habitación. A pesar de todo, esta modesta gestión financiera fue la base de matriarcado presupuestario que significaba independencia.

Y estas mujeres humildes, de barrio, sólo lograban su promoción social mediante el trabajo, sacrificándole incluso su vida privada. Porque los hombres preferían un ama de casa hogareña, concentrada en las necesidades del marido y de los hijos, que una mujer que trabajara y se expusiera a los peligros de la experiencia urbana.

Así, muchas veces, el celibato era el precio que pagaban las modestas costureras, y sus días transcurrían de manera penosa en el llamado “trabajo de aguja”, entre dedales, tijeras y sueños, muchos sueños. Estos oficios solitarios y minuciosos no eran cualificados y ocultaban un complejo y asfixiante mundo de mujeres solas, con frecuencia reducido a la madre y sus hijas, pedaleando en su Singer durante más de diez horas diarias. 

La seducción seguía siendo el arma más efectiva para las jóvenes que ansiaban el ascenso social y romper con la condena de la pobreza y el encierro. Muchas ansiaban asegurarse una vida más llevadera y lo hacían a la sombra de un “protector”, es decir, de un señor o señorito de buena posición económica que las mantenía y hasta les pagaba una habitación en una discreta pensión de reputación cuestionable o una casita en un barrio alejado, pero que estaba irremediablemente casado o que no albergaba ni el más remoto interés en pasar por la iglesia con su protegida.

Estas modistas, más liberales, que “no daban puntada sin hilo” y fuertemente criticadas y envidiadas al mismo tiempo por sus solitarias compañeras de oficio, fueron las protagonistas de cientos de novelas de folletín, a las que, por otra parte, eran adictas. Pero, entre ojales y ojalillos, más temprano que tarde quedaban embarazadas, eran abandonadas por el supuesto novio y caían en desgracia, recibiendo la condena social y la “maldad insufrible de las compañeras”.

Ellas fueron las que dieron origen al famoso poema La costurerita que dio aquel mal paso, de Evaristo Carriego, publicado en 1913, y a una de las musas de la mala pata de Nicolás Olivari, en 1924. También inspiraron a la obra teatral de Andrés González Pulido y al tango de Mertens y De Rosa, ambos en 1925, entre otros que vinieron después, y a la película de 1926 de José A. Ferreira, obras que abordaron el tema desde una perspectiva realista y con un objetivo moralizante.

Porque hilván tras hilván, con roce de sábanas incluido, mientras duraban sus carnes firmes, la sonrisa dispuesta y funcionaban los lavados vaginales con vinagre, estas mujeres nunca aprendieron que los caballeros de billetera y huesos, no ya los personajes de sus novelitas románticas, nunca se casan con las obreras, costureritas o amantes. 

Patricia Rodón

Fuente:http://www.mdzol.com/nota/317221

Casa Leonard, alta costura. Ubicada en intersección de calles General Paz y 9 de Julio. Mendoza Capital (año 1943)


Trabajadores en la Torre Eiffel, 1932


viernes, 2 de enero de 2015

Titanic Construcción Fotos

El barco condenado fue construido en Belfast en un lapso de tres años y estas impresionantes imágenes en blanco y negro muestran cuán colosal una empresa que era.


































Mundo Social Mendocino; del departamento de Maipú. Alicia Elena Wiederhold Silva, Elba Mercedes Mayorga Fourcade, Sara Giménez Laciar. (año 1942) Mendoza


Momento histórico fotografiado desde otro ángulo. 1919, se firma el Tratado de Versalles y nadie quiere perderse ese momento.

Un detalle pintoresco de la Alameda. Ciudad Capital de Mendoza. (año 1941)


Anselmo Cuadros: padre de Hilario y destacado empresario Mendocino

Nació en Chile y pagó “derecho de piso” en nuestra provincia trabajando duramente en el campo. Con el tiempo se convirtió en un gran emprendedor.


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Anselmo invirtió su primera fortuna en la compra de terrenos en la Media Luna, Guaymallén, donde tiempo después nacería su hijo, el legendario Hilario

El  23 de diciembre se celebró otro aniversario del natalicio del folclorista Hilario Cuadros uno de los máximos exponente de la tonada cuyana, quien con su conjunto Los Trovadores de Cuyo difundieron su música en nuestro territorio y también fueron embajadores de la música local en varios países del mundo.  Mucho se ha escrito sobre la vida del Trovador de Cuyo pero muy poco se sabe que su padre, don Anselmo Cuadros, fue un importante comerciante e industrial que tuvo nuestra provincia a fines del siglo XIX. Además, se integró a la sociedad mendocina y fue miembro en instituciones vinculadas a su país de origen.

Un próspero comerciante 
Anselmo Cuadros nació en Chile a mediados del siglo XIX. Cuando cumplió la mayoría de edad emigró hacia Mendoza, con el sueño que tiene todo inmigrante de vivir mejor. Cruzó la cordillera y llegó a nuestra provincia.  Al principio,  Anselmo  tuvo que pagar derecho de piso, realizando algunas tareas de campo, pero con el tiempo, el dinero ganado por su trabajo, lo supo invertir en un pequeño negocio. Al poco tiempo, el joven trasandino se asoció con don Segundo Carreras; este último tenía un matadero de ganado vacuno. Ambos se pusieron una barraca en donde fabricaban velas y jabón. Después de varios años de trabajar juntos, se desvinculó de su socio y emprendió un nuevo negocio. Como le fue muy bien a don Anselmo, con el dinero ganado compró grandes extensiones de tierras en los departamentos de Lavalle y Guaymallén. Tres años después adquirió una casa y negocio en plena calle San Martín entre Santiago del Estero y Coronel Díaz. Allí montó su nueva barraca denominada "San Martín" en donde compraba cueros vacunos, chivatos, crin de caballos, cerda y gorduras en general. También vendía velas, jabón y cal por mayor y menor. El empresario Cuadros, tenía un establecimiento modelo en la elaboración de velas y jabón dotado de modernas máquinas. Este comercio, estuvo varios años en la ciudad de Mendoza.  Al poco tiempo, el padre de Hilario, comenzó a comercializar cal y se asoció con Salvador Ortega. Ambos empresarios poseían hornos calíferos en Guaymallén y vendían este producto al por mayor y fueron los únicos que lo comercializaban en nuestra provincia. Se puede decir que por entonces la  familia Cuadros tenía un muy buen pasar económico y don Anselmo estaba en su mejor momento como empresario local.  A fines de 1893, se asoció con Fermín Prado para vender almidón. Este producto significó para ambos comerciantes la obtención de muy buenas ganancias. Por supuesto, Anselmo invirtió su dinero en la compra de terrenos en la Media Luna en el departamento de Guaymallén, en donde tiempo después nacerá su hijo el legendario Hilario. A principios del siglo XX, estableció unos hornos de ladrillos y construyó otra barraca. Varias eran las propiedades que Anselmo poseía; entre ellas se encontraba una en San José, otra en calle San Martín y Coronel Díaz de ciudad, una finca en el departamento de Lavalle. Todas estaban alquiladas. En 1906, Cuadros fue accionista y uno de los promotores del Banco Agrícola de Guaymallén. Junto a él se encontraban personajes como Silvano Rodríguez, Estanislao de la Reta, Juan Varalla, Leopoldo Frías y Juan Longo. Pero este personaje, no solamente se destacó como un gran empresario, sino también tuvo una activa participación en la sociedad mendocina. Además fue promotor de la música folclórica nativa. En 1890 creó y presidió la Sociedad de Socorros Mutuos de Chile, para ayudar y asistir a los necesitados chilenos que estaban radicados en esta provincia.  El 11 de junio de 1915, Anselmo Cuadros falleció en su casa de la calle Cañadita Alegre.

Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/anselmo-cuadros-padre-de-hilario-y-destacado-empresario-mendocino

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Tren a Mar del Plata, 1930.



Archivo general de la Nación

Partida del Hotel de Inmigrantes de Retiro, alrededor de 1910.

Camión de reparto de Coca Cola, Ford Model AA operado por el embotellador de Birmingham, Alabama, Crawford Johnson & Co., Inc., 1931



The Coca Cola Company.

Vídeo. Venta de vino incautado,(año 1957)



Fuente: Archivo General de la Nación

Vendimia. Inicio de Cosecha (año 1933) Mendoza


El padrinazgo presidencial



El 8 de octubre de 1907 nació en Coronel Pringles (provincia de Buenos Aires) el séptimo hijo varón de Enrique Brost y Apolonia Holmann, un matrimonio de inmigrantes de origen alemán denominados rusoalemanes debido a que provenían del Volga. Por ese motivo, acudieron a las autoridades y solicitaron que el Presidente de la Nación apadrinara a su hijo, siguiendo la tradición en Rusia de que el zar tomara como ahijado al séptimo varón.
El trámite se resolvió con bastante rapidez. El presidente José Figueroa Alcorta aceptó gustoso el padrinazgo y el bautismo tuvo lugar el 20 de octubre en Coronel Pringles, 130 kilómetros al noreste de Bahía Blanca. El doctor Manuel Gascón, comisionado municipal, actuó como representante de Figueroa Alcorta. La madrina fue Berta Sieder (16 años), amiga de Apolonia. Se reunieron frente a la sede municipal, donde la banda musical tocó los acordes del Himno Nacional Argentino. Luego marcharon a la parroquia Santa Rosa de Lima en caravana: los Brost con sus siete varones, los padrinos y el vecindario.
El presbítero Jesús Alfonsín bautizó a la criatura con el nombre de su ilustre padrino: José. Terminado el acto, se realizó una fiesta en la sede comunal. Los asistentes brindaron con champagne y Gascón entregó a los Brost un retrato del presidente con su autógrafo.
A partir de aquel día se instauró como tradición el padrinazgo presidencial para el el séptimo hijo varón, sin necesidad de que fuera de origen ruso. En la foto vemos los siete hijos de la familia Rodríguez, de la localidad de French, en el centro de la provincia de Buenos Aires. El más pequeño fue ahijado de Roque Sánez Peña.
El 28 de septiembre de 1974, el padrinazgo presidencial se transformó en ley y se extendió el derecho a la séptima hija mujer. ¿Qué beneficio obtiene un ahijado del Presidente? Se lo beca en sus estudios primarios, secundarios y universitarios.

Fuente: http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/familias/el-padrinazgo-presidencial/

martes, 30 de diciembre de 2014

Foto Antigua. Annie Edison Taylor que fue la primera mujer que sobrevivió a la caída por las cataratas del Niágara en este barril -

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Deseando asegurar financieramente su vejez y evitar la indigencia, Annie decide convertirse en la primera persona en saltar desde las Cataratas del Niágara dentro de un barril; para ello, Taylor construyó un barril con roble y acero para después rellenar el interior con un colchón.4
Hubo muchos contratiempos para la realización de este proyecto, particularmente porque nadie deseaba ser parte de un potencial suicidio; dos días antes de su intento, un gato doméstico fue lanzado desde la Catarata Horseshoe en su barril para probar la resistencia del mismo y, contrariamente a los rumores de la época, el gato sobrevivió a caída lo que se demostró gracias a una fotografía en la cual ambos posan juntos para la cámara.5
El 24 de octubre de 1901, en su 63 cumpleaños, el barril fue subido a un bote de remos y Taylor subió al mismo con su almohada de la buena suerte en forma de corazón. Tras atornillase la tapa, sus amigos inyectaron aire a presión mediante una bomba para neumáticos de bicicleta, tapando luego el orifico con un corcho y dejando el barril a la deriva cerca de la costa norteamericana al sur de Isla Goat.
La corriente del Rio Niágara llevaron el barril hasta las Cataratas Horseshoe, lugar desde el que caen las Cataratas del Niágara; los rescatistas recogieron su barril poco tiempo después de la caída y al abrirlo, descubrieron a Taylor con vida y sin mayores daños a excepción de un pequeño rasguño en la cabeza.
El viaje en sí no duró más de 30 minutos pero pasó mucho más tiempo antes de que el barril pudiese ser abierto. Tras del viaje, Annie Taylor dijo a la prensa:
Así fuera con mi último aliento, advertiría a cualquiera no realizar la hazaña... preferiría pararme a boca de cañón, sabiendo que me volaría en pedazos, que hacer otro viaje a las cataratas

Obreros distribuyendo las mezclas, para el embaldosado del Rosedal del Parque General San Martín. (año 1937) Mendoza


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