martes, 3 de marzo de 2015

Baños Termales de Lulunta (año 1880) Mendoza


Vendimia. La riqueza de Mendoza al hombro de una hermosa Mujer (año 1942)


Afiche de la Fiesta Nacional de la Vendimia, año 1976. Mendoza


El refrán original era: "Quien tiene boca se equivoca, pero quien tiene seso no dice eso".


Daniel Balmaceda

La fiesta del té, 1900-1910




(State Library of Queenslan)

Boletín Oficial de Mendoza. 29 de Abril de 1899. El Gobierno compraba los uniformes de la Policía

Resultado de la Licitación del Ministerio de Gobierno.
1- Aceptase la propuesta de Don Enrique Deppert para proveer del vestuario de invierno a la policía, debiendo confeccionar doscientos cincuenta y dos uniformes para la Policía de la Capital y doscientos cuarenta y seis para la de Campaña, en las condiciones y de acuerdo con los precios propuestos por el mismo, por la cantidad total de quince mil ochocientos sesenta y cinco pesos con veinte centavos moneda nacional    ($ 15.865,20).

2- Remítase a la Contaduría General el expediente respectivo, para los efectos del caso.
3- Comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Oficial.

ALVAREZ
F.J. Moyano  - J.A Salas




lunes, 2 de marzo de 2015

Buenos Aires. Vuelta a clases, esperando el tranvía en Rivadavia y San Pedrito c. 1940.


Archivo General de la Nación

Afiche de la Fiesta Nacional de la Vendimia del año 1975. (Mendoza)


Carnavales Romanticos, Los Panchos en el Atletico Club San Martín. (año 1974) Mendoza


Las niñas que tienen una fiesta del té con sus muñecas, (1900)


(biblioteca del congreso)

Balneario el Challao. Principios siglo XX. (Mendoza)


Del latín credo (creer, confiar) proviene crédulo, crédito y credencial, que es una "carta de crédito".


Daniel Balmaceda

Efemérides. El día que la ciudad de Mendoza festejo a lo grande. 14 de Febrero de 1817

La  calurosa tarde del 14 de febrero de 1817, cuando casi toda la ciudad de Mendoza dormía su siesta, un jinete transitaba a todo galope desde el norte por la calle de la Cañada.
En su mano izquierda traía lo que parecía ser una tela enrollada. Al llegar a la plaza principal, bajó rápidamente de su caballo. Traía su uniforme polvoriento y, a pesar de su cara de cansancio, se lo podía ver eufórico. 

Un individuo sorprendido salió del edificio del Cabildo y vio a este militar que desplegó un estandarte español y le dijo que el ejército de los Andes había vencido en Chile: era el sargento mayor de granaderos a caballo Manuel José de Escalada quien traía la novedades sobre la victoria de Chacabuco, el día 12 de ese mes. 

Quien recibió a Escalada, salió loco de contento e hizo correr la noticia rápidamente a los pocos que estaban en la sala de la institución. Unos minutos después, las campanas del templo de San Francisco sonaron en señal de alerta. Esto causó estupor en algunos vecinos que pensaron que el ejército de los Andes había sucumbido en Chile y que los realistas estaban en la puerta de Mendoza.  

La plaza del pueblo 
Entre los primeros en levantarse y salir hacia la plaza mayor se encontraba el gobernador de Cuyo brigadier Toribio de Luzuriaga, quien llegó en un instante, con temor de que los realistas estuvieran invadiendo la provincia.
Desde que el ejército Libertador partió hacia Chile, el General San Martín había instruido a Luzuriaga para enfrentar cualquier tipo de avance realista. Se debía dar la alerta a través de las campanas de los templos para movilizar a la población y en especial a todas las milicias de la ciudad.
Pero cuando llegó el mandatario, se encontró con Escalada y pudo ver en su rostro un gesto de alegría. Se dio cuenta de inmediato de que el ejército de los Andes había vencido. 

El joven granadero comunicó al gobernador que las tropas realistas fueron completamente derrotadas en Chacabuco, por el ejército del General San Martín, luego de una encarnizada batalla.
Además, el presidente de Chile, Marcó del Pont fue capturado por los patriotas cuando estaban por fugarse. Gran parte de la población llegó a la plaza mayor y se enteró de que el General San Martín obtuvo una gran victoria. Entonces se oyeron vítores en nombre del Libertador.  

La celebración
El gobernador, los representantes del Cabildo y demás funcionarios y militares solicitaron al sargento mayor Escalada que los estandartes capturados en la batalla de Chacabuco pudiesen ser exhibidos por un par de horas en la parte superior del edificio. Éste accedió gentilmente al pedido y los trofeos de guerra quedaron expuestos para que la mayor parte del pueblo pudiera observarlos. 

Mientras tanto, los que apoyaban la causa realistas se quedaron en sus casas muy enfadados con la esperanza trunca de que el rey Fernando VII volviera a gobernar estos territorios. 

Eran casi las seis de la tarde cuando el emisario de San Martín estaba a punto de partir rumbo a Buenos Aires. Desde lo alto del edificio capitular, fueron bajados los estandartes y entregados al sargento mayor quien se marchó rápidamente. Los ciudadanos no se fueron de la plaza mayor y las campanas volvieron a sonar por varias horas, pero esta vez desde los ocho templos de la ciudad.  

Los festejos se extendieron hasta la noche. Desde la plaza, las milicias de artillería disparaban su cañones con salvas. Las calles principales fueron especialmente iluminadas y en muchas casas se realizaron bailes.
También se lanzaron cohetes voladores -como les llamaban a los fuegos artificiales- y los ciudadanos brindaron hasta altas horas de la noche. En su residencia, el gobernador Luzuriaga junto a varios patriotas que apoyaron la causa libertadora, vitoreaban el nombre del General San Martín y de sus jefes del ejército de los Andes. 

Unos días después se resolvió que, para perpetuar la memoria de la inmortal victoria de Chacabuco, todos los años se celebrara una misa el día 12 de febrero y se festejara por tres días ese memorable hecho. Pero aquella disposición no se cumplió.

Fuentehttp://www.losandes.com.ar/article/el-dia-que-la-ciudad-festejo-a-lo-grande

domingo, 1 de marzo de 2015

Rompehielos Almirante Irizar en las islas Georgias del Sur, 1982.


Archivo General de la Nación

Antiguo Tunel Internacional, Tren Trasandino, limite con Chile. Principios siglo XX. Mendoza


Antecesores de la TAC un micro de la vieja CITA. Década (1920)


Ñaupa es una palabra quechua y significa "antiguo".



Daniel Balmacda

Afiche de la Fiesta de la Vendimia del año 1974. (Mendoza)


El crimen que se volvió mito en Mendoza, El mítico “asesinato del sombrerero francés” sacudió a la sociedad mendocina de la época, hacia fines del siglo XIX.

A fines de 1893, la opinión pública de Mendoza se conmocionó con un crimen que sucedió en la localidad de Jesús Nazareno, en Guaymallén. A aquel hecho de sangre se lo conoció como “el asesinato del sombrerero francés”. La víctima se llamaba Augusto Dupuy y tenía una finísima tienda de sombreros en plena calle San Martín.

Incógnita de un asesinato
En una finca de la entonces apacible zona de Jesús Nazareno -Guaymallén- el reconocido sombrerero francés Augusto Dupuy  fue encontrado muerto, por su suegro: Alberto Rabounin.
Eran aproximadamente las 6 de la tarde del Día de los Santos, cuando el comerciante galo salió a dar un paseo por unos viñedos que se encontraban dentro de la propiedad.
A los pocos minutos, desde muy lejos, se escuchó una detonación. Inmediatamente la familia de Dupuy, y un empleado, salieron a ver que había sucedido. Cuando llegaron, encontraron a Augusto muerto y con un balazo en el pecho.   

El escándalo hizo que el gentío corriera hacia la finca e inmediatamente un grupo de vecinos -en su mayoría extranjeros- salieron en busca de los asesinos del respetado empresario: recorrieron los callejones de la zona sin encontrar rastro. Media hora después llegó a la escena del crimen una partida policial al mando del comisario Elgueta.

Como medida preventiva detuvieron al peón Luis Tula, quien estaba en las inmediaciones. El cuerpo sin vida del sombrerero, de 40 años, fue trasladado al hospital provincial para practicarle la autopsia. 

Un vecino en la mira
El comisario Elgueta envió a una patrulla a rastrear los lugares cercanos, en busca del homicida. Mientras que el suegro de Dupuy juraba al jefe policial que el asesino había sido su vecino. Por varios días la policía provincial se movilizó, sin suerte, en busca del sospechoso: el italiano Vito D’Longo.


Callejón sin salida
La mayoría de los mendocinos comentaban el crimen del sombrerero francés. Los diarios, por su parte, publicaban diariamente las novedades del caso. Una semana después, un vecino de Rodeo del Medio, denunció que cerca de su casa se encontraba el presunto homicida.

En un par de horas la policía llegó a la casa donde se ocultaba Vito D’Longo. El edificio fue rodeado por una comisión policial y sin resistirse, el italiano se identificó como ingeniero agrónomo y manifestó si inocencia. Pero luego se quebró, ante el delegado de Guaymallén, y confesó el incidente.

Arrestado, fue trasladado a la penitenciaría -ubicada en ese entonces en la manzana comprendida entre las calles Chile, Sarmiento, 25 de mayo y Espejo-, donde se lo encerró en una celda común. Al día siguiente su esposa contrató, para la defensa, al abogado Maximiliano Leiva. 


Ese mismo día fue enterrado Augusto Dupuy. Sus mejores amigos, indignados por su muerte, contrataron a uno de los mejores abogados de la época: Carlos Ponce; y además corrieron con los gastos del sepelio.


La verdad revelada
Un mes antes del asesinato, el francés Augusto Dupuy provocó al vecino Vito D’Longo. Ambos se fueron a las manos y el italiano recibió una gran paliza.

El día del crimen Dupuy, después de leer el diario, salió a caminar por la viña que poseía su suegro y vio a D’Longo que se encontraba en una de las tapias linderas. Ambos se insultaron y, bastante exaltado, el sombrerero desafió al italiano a pelear en la calle. Como éste último no accedió, Dupuy trató de saltar la pared y D’Longo le disparó con su revólver.  

El veredicto de la justicia
El juez Conrado Céspedes condenó a D’Longo a 4 años y 6 meses de presión, como culpable de homicidio con atenuantes. El asesino Vito D’Longo cumplió solo un año y medio de su pena. Este mérito le fue concedido por tener buen comportamiento durante su estadía en la penitenciaría provincial. 


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