jueves, 20 de septiembre de 2012

Sargento, el Perro Fiel (1880)


Entre los perros de nuestra historia figuró Sargento, del Fuerte General Paz, en la década de 1880. Sargento, de raza callejera y muy inteligente, era un fiel custodio nocturno del rancho del comandante. Colaboraba en salir de caza cuando la comida escaseaba. Y podía atrapar una liebre y entregarla a los soldados que, en muchos casos, mandaban a Sargento a la cucha. El perro obedecía sin chistar y sin recompensa.A las siete de la tarde se anunciaba el momento de rezar. Los soldados del fortín se descubrían, muchos se arrodillaban, todos agachaban su cabeza.Sargento, entonces, se sentaba y miraba hacia el piso, como si estuviera rezando.
En el campo de batalla era muy bravo. En uno de esos habituales entreveros, Sargento quedó tendido e inmóvil en el campo de batalla, sin moverse, junto a un charco de su propia sangre. Cuando terminó el combate, el cabo Ángel Ledesma regresó a donde había caído el compañero canino. Descubrió que respiraba y lo cargó en las ancas de su caballo. En el fuerte, él y su anciana madre, Mama Carmen, se encargaron de cuidarlo.
El Rin Tin Tin criollo se hizo muy amigo de su salvador. Paseaban juntos y por las noches el negro iba a visitar al perro a su guardia, frente al rancho del comandante. Sargento se separaba unos metros de la puerta del rancho para estar con su mejor amigo. Ni al cabo Ledesma le permitía que se acercara por la noche a la casita del coronel.
Durante una salida de relevo de reclutas, en la que participaban Mama Carmen y el cabo Ángel, la patrulla fue emboscada. Allí, un indio hirió mortalmente a Ángel Ledesma. Mama Carmen se lanzó hecha una furia sobre el agresor. La negra y el indio se revolcaban por la tierra, en un combate feroz que paralizó a los demás. Mama Carmen mató a quien había matado a su hijo. Luego cargó el cadáver del negro Ángel en un caballo y se dirigió al Fuerte General Paz, donde Sargento se enteró de la noticia.
A partir de aquel funesto hecho, dejó de verse al Rin Tin Tin criollo de día. Sólo aparecía al atardecer, cuando llegaba el tiempo de custodiar la casa del comandante. Intrigados por la constante desaparición del perro durante el día, un par de soldados lo siguieron y descubrieron lo que ocurría: si bien Sargento vigilaba de noche el rancho del comandante, de día se alejaba para postrarse junto a la tumba del cabo Ángel Ledesma, donde custodiaba, de manera impasible, el descanso eterno de su héroe.






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