miércoles, 30 de enero de 2013

Patrulleros de 1934


Un nuevo tipo de ladrón apareció a comienzos de los años 30. Más violento, a partir de integrarse a bandas delictivas que usaban armas poderosas para asaltar bancos y transportes de caudales.La palabra “tiroteo” se hizo habitual y la policía se vio en inferioridad de condiciones.
Hacía falta equiparse, pero no había presupuesto. Por ese motivo, se organizaron reuniones a beneficio y rifas. Así fue como gracias a la “Colecta del Día de la Seguridad Pública” (en la que participaron desde empresarios hasta humildes vecinos), la Policía Federal renovó gran parte de su flota automotor. A mediados de 1934 se compraron cincuenta Ford V8, que fueron equipados con radios para que sintonizaran la LPZ, que era la radio policial. Pero lo más singular eran los vidrios blindados, con perforaciones en el parabrisas para que pudieran disparar a los malhechores (palabra que usamos porque a esta altura nos sentimos en un capítulo de Los Intocables) con carabinas Beretta. Suponemos que el buraco del conductor sería usado cundo el coche estaba detenido.
El 15 de julio de 1934 salieron a la calle, pero no hubo novedades. Mejor dicho, las hubo, pero los patrulleros no se enteraron. Se produjo un tiroteo (“malhechores”, “se produjo un tiroteo”… ya estamos contagiados por la terminología) entre un policía y cuatro ladrones que le robaron $ 4 a un trabajador en Las Heras y Lafinur (Palermo). Los delincuentes se internaron en el Jardín Botánico -no tenía rejas entonces- y lograron huir.
El auto con orificios para armas largas no demostró ser muy eficaz, sobre todo, por la poca maniobrabilidad de las carabinas: su radio de giro las limitaba. De todas maneras, las ventanitas fueron apreciadas en verano, ya que permitían una mejor ventilación interior. Eso sí: en el invierno siguiente comenzaron a cerrarse. Para siempre.


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