Como les conté antes, durante la primera visita, el novio hacía a su amada un regalo. Lo tradicional era un ramo de flores o… una joya. Pero existía además una costumbre muy francesa, no tan empleada en nuestro país, que era la de ofrecer también a su futura suegra un ramo de flores, aunque eso quedaba a criterio del muchacho.
De todas formas, durante el transcurso del noviazgo, los jóvenes se hacía todos los regalos que querían. Aunque lo usual, lo bien visto por la sociedad, era que los regalos del novio fueran siempre joyas.
En cuanto a las flores, salvo que fuesen rarezas de encontrar o que tuvieran precios realmente exorbitantes, no tenían otro valor que ser un complemento del regalo principal.
El tiempo pasaba y cuando la relación se ponía más seria, las cosas cambiaban. Durante la solemne visita para pedir a su novia en matrimonio, el hombre debía hacerle otro gran regalo. Y sobre todo, el tan esperado día del casamiento él debía cumplir con el regalo de bodas, que por supuesto, tenía que ser superior en valor e importancia a todos los anteriores.
Una pequeña aclaración final sobre la “sortija de compromiso”. Esta joya nunca era considerada como un regalo, sino como un signo material que ratificaba la acción de comprometerse. Es por eso que la novia. durante esta ceremonia solemne, retribuía la atención de su amado con algún obsequio.
Sobre el tema del anillo de compromiso, cómo debía ser confeccionado, en qué dedo debía ser colocado y varios detalles más, prometo un pronto capítulo.
A continuación dejo una pregunta para responder, siempre considerando la situación económica actual.
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