lunes, 15 de diciembre de 2014

"Querido diario": la memoria, el secreto y el escándalo

En las páginas de los íntimos, las mujeres detallaban no sólo los sucesos importantes de la vida familiar, sino intensos momentos de su propia intimidad. Amores, odios, envidias, peleas, llantos, pecados y chismes: todo quedaba escrito allí, con aplicada caligrafía y diaria dedicación.

Los hombres escribían memorias que tenían un carácter público; las mujeres, diarios, de carácter privado.

Es casi imposible que no te haya sucedido; sería extraño que entre los doce y los quince años no hayás recibido de regalo de cumpleaños, y como símbolo de una incipiente madurez, un bonito cuaderno especial: un diario.


De todos los tamaños y colores, de cuero, de plástico o de tapa dura, con cerradura y llave, con cintitas, cordones o abrojos, con una cubierta llena de flores, nubes o corazones rosados, con una elaborada caligrafía dorada en las palabras “Mi diario”, por lo menos uno de estos cuadernos especiales seguramente pasó por tu vida y tuvo su momento de gloria.

Te lo regalaron tus padres o alguna persona mayor de la familia en abierto reconocimiento de que estabas dejando de ser una nena, de que estabas convirtiéndote en una mujercita. Y de que las mujercitas empiezan a tener una vida interior intensa, compleja y privada que es necesario registrar. 

¿Pero cómo es eso de que a las chicas adolescentes se les regala un diario, mientras que los chicos reciben medias para jugar al fútbol? La historia se remonta al siglo XIV.

Entonces, cuando alguien moría era muy fácil olvidarlo, y el recuerdo de quién había sido, qué había hecho y cómo había vivido se deshilachaba como un trapo al aire libre. Por eso, se empezó a escribir obituarios, que resultaron de una enorme utilidad para las misas de muerto.

Con el tiempo los obituarios se fueron ganando en extensión gracias a la suma de detalles y entre el agregado de fabulaciones y desvíos de la transmisión oral producto de la imaginación de los vivos se convirtieron en pequeñas genealogías, las cuales a su vez fueron la prehistoria de la biografías. 

La tarea de escribir los obituarios familiares la realizaban los padres quienes enseñaban a sus hijas a leer pero no a escribir porque una mujer que supiera escribir, firmar un documento o hacer testamento, por ejemplo, era peligrosa. 

Sin embargo, las mujeres se abrieron paso en los trajines de la pluma, la tinta y el papel y, lentamente, fueron ellas quienes se encargaron de llevar adelante este registro.

Los diarios íntimos son el antecedente de las biografías.



De escribir la crónica familiar a llevar una memoria privada había un paso. Es así como hacia el 1700 nacieron las memorias y los diarios íntimos. Y aquí empiezan las grandes diferencias, porque las memorias generalmente las escribían los hombres y tenían un carácter público: sólo registraban los hechos importantes de la vida de la familia, de la casa, de la ciudad. 

Pero los diarios los escribían las mujeres, quienes en sus páginas detallaban no sólo los sucesos importantes en la vida familiar, sino los momentos privados de su propia intimidad, y los sentimientos y las ideas que los acompañaban. 

Amores, odios, envidias, peleas, duelos, llantos, vejaciones, pecados y chismes: todo quedaba escrito allí, con aplicada caligrafía y diaria dedicación.

Por eso es que te regalaron ese cuaderno tan especial cuando entrabas a la adolescencia, por esa vieja tradición femenina que hace más de trescientos años se sirve de las mismas dos sencillas palabras para autocontenerse, referenciarse, contenerse y delatarse: “Querido diario”.

Patricia Rodón

Fuente: http://www.mdzol.com/nota/306603

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