En la cárcel de Mendoza los presos
en ella reclusos estuvieron de fiesta. Las damas que componen la sociedad
de Beneficencia mendocina no han echado en olvido que los encarcelados son seres
también dignos de compasión, y que buena parte de los filósofos modernos que se
ocupan de derecho penal. Se han preguntado algunas veces si
el hombre tiene derecho de privar de su libertad al hombre y si inspirados en
un criterio de justicia, tal vez erróneo, debemos suponernos con facultades para
castigar á nuestros semejantes en una forma que más tiene de venganza que de
otra cosa. Este año, siguiendo la costumbre
establecida hace tiempo, en la misma fecha, las referidas damas de la Sociedad
de Beneficencia, sin meterse en tales honduras filosóficas, y dejándose guiar únicamente
por los sentimientos de su corazón, que guía y encauza el Evangelio, asistieron
á la cárcel de Mendoza, repartiendo algunos socorros de los fondos con que
cuenta la asociación, aumentados con diversas donaciones. Durante ocho días los
detenidos escucharon las pláticas de un sacerdote y terminada la misión se
confesaron los que de ello manifestaron deseos. El mismo día en que fueron á arrodillarse
ante el tribunal de la penitencia, se les sirvió un gran almuerzo costeado por
la aludida comisión de damas. De esta manera, los presos, con el
alma limpia de pecados y en espera de un mundo mejor, ven recompensada de una
manera positiva su fe, pudiendo decir como el clásico, después de satisfecho su
apetito ó su glotonería:—¡ Qué bueno es Dios! Fuente; Revista Caras y Caretas
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