miércoles, 9 de diciembre de 2015

Un presidente insultado por teléfono


Susana “Pototo” Torres (17 años) se casó con Mariano Castex (28) y comenzó desde temprano con los deberes conyugales y familiares. Así y todo, se convirtió en la mujer más influyente de su tiempo. Cocinera expertísima, tiradora de puntería envidiable, consumidora de rapé, imbatible en la mesa de billar y gran amiga de presidentes. Tuvo excelente trato con Roca, Mitre, Juárez Celman, Pellegrini, Figueroa Alcorta, De la Plaza, Alvear y Justo. La lista prosigue con obispos, artistas, ministros y todo aquel que pretendiera ser alguien en el mundo social de Buenos Aires. Como dato anexo, agregamos que enviudó en 1919.
En su casa de Callao 1730 (barrio de Recoleta) se tomaron decisiones de Estado, como así también en Villa Susana, la propiedad que tenían en Mar del Plata. Pero el grado de familiaridad con las principales figuras de la política argentina nos permite rescatar un par de anécdotas en donde los vemos actuando de manera muy distendida.
En cierta oportunidad que el confesor de Pototo murió, la dama se vio en la necesidad de conseguir un nuevo sacerdote con quien entenderse. Duró poco tiempo, ya que también partió de este mundo. Por supuesto, no hay dos sin tres: el próximo confesor de Susana Torres tampoco tuvo mucho resto de vida. Cuando la noticia de que este buen hombre —el Padre Peligra de la Iglesia del Pilar— había muerto, sonó el teléfono en la casa de Callao.
Era un caballero que pidió, por favor, que le informaran a la señora, de parte del arzobispo, monseñor José María Bottaro, que para preservar el clero, dejara de confesarse por un tiempo, ya que con sus confesiones los estaba matando a todos.
Cuando su nieto Mariano Apellaniz le comunicó a Pototo el mensaje, la señora soltó una carcajada y dijo: “Ese es el bestia de Marcelo”. Y no se equivocaba, era el bromista Marcelo T. de Alvear. Mejor dicho, el presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear.
Los Castex se la devolvieron con una broma clásica de aquel tiempo. Consistía en molestar durante un par de días a un pobre abonado hasta sacarlo de las casillas y luego hacer que un incauto lo llamara, por algún motivo. En Callao, Jorge Castex, hijo de Pototo, le pidió a Alvear que por favor se comunicara con un pintor a cierto teléfono. Alvear llamó, preguntó si estaba el pintor y la respuesta furiosa fue: “¡Sí, el que te pintó el c…, hijo de p…!”. Alvear colgó de inmediato, y sin parar de reírse, dijo: “Si supiera que ha puteado al Presidente…”.
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