Lejos de tratarse de un hecho aislado fue parte de un plan, el “Plan Cóndor” impulsado desde los EEUU para frenar el avance del socialismo en América Latina y apropiarse de sus recursos naturales, que incluyó golpes de estado en Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile, Uruguay, México, Perú y Argentina. Los 7 años que siguieron a ese día fueron los más oscuros de la historia de la nación, cuando es el propio estado el que roba, persigue, secuestra, tortura, viola, asesina y se apropia de bebes, la dignidad y la integridad de un país es reducida a escombros, perdiéndose los lazos que componen una sociedad. Con la iglesia como institución acompañando, la justicia al servicio del proceso, un periodismo complaciente desinformante y el poder económico teniendo su fiesta, no hay a quien recurrir y los pocos que se animaron a enfrentarlo o denunciarlo no tuvieron chance de salvar a un pueblo doblegado y pagaron con su vida. El saldo de esos 7 años es inmensurable, una guerra, una generación diezmada, una economía devastada, la creación de un poder en las sombras que aún hoy maneja el rumbo y una especie de anestesia latente que nos inmoviliza y no nos permite vernos como un pueblo libre a pesar de los 30 años de democracia. Se tardaran décadas en revertir y reparar el daño que se le produjo a la nación y al corazón del pueblo Argentino, mientras haya una persona que ignora su verdadera identidad, un familiar que no sepa donde llevar un ramo de flores o un genocida envejeciendo en libertad la deuda no estará saldada.
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