En su corta vida se transformó en el ícono de la ciudad y el símbolo del poderío económico de los EEUU, quizás por ello es que la tragedia lo esperaba agazapada, latente, desalmada e implacable. Concebido como el centro financiero mundial, debería ser de proporciones monumentales, se implantó en la zona más degradada de Manhattan para darle impulso y compensar el valor de las propiedades, además de ser la zona donde más edificios abandonados había en venta. El proyecto lo manejó la estatal “Autoridad portuaria de New York” y fue encargado al Arquitecto japonés “Minoru Yamasaki” quien concibió el par de torres iguales de 110 pisos, planta cuadrada de 63 mts por lado y con 930.000 m2 de oficinas. Técnicamente hubo que resolver desafíos nunca antes planteados, la compañía de ingeniería estructural Worthington, Skilling, Helle & Jackson las resolvió todas, un núcleo duro con todos los ascensores y servicios, plantas libres sin columnas y una cascara exterior portante con ventanas de solo 60 cm de ancho para evitar la sensación de vértigo en los pisos superiores. La construcción comenzó el 21 de Marzo de 1966 y solo en acero se gastaron 74 millones de dólares. En el momento de su inauguración eran las torres más altas del mundo, tenían un código postal propio, trabajaban 50.000 personas y lo visitaban 200.000 al día, se construyó una central eléctrica propia para el complejo, su perfil adornó todas las postales de New York durante 28 años, Los amantes de la Arquitectura preferimos recordarlas como se erigían controversiales y desafiantes hasta el 11 de septiembre de 2001.
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