Como para abrir una pulpería solo se requería contar con un barril de vino, algo de yerba, unos frascos de aguardiente y algunos paquetes de velas, eran muchos los que estaban en condiciones de emprender este negocio lucrativo y de baja inversión. Diego de Alvear aludía a las fondas y pulperías de que está llena toda la ciudad y los documentos de la época lo confirman. En 1799 el número de pulperías en Buenos Aires ascendía a 274, otras 121 estaban desparramadas por distintos lugares de la campaña y 47 se habían establecido en la parte de la Banda Oriental
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