Hasta 1791 cada región, gobierno o mercader fijaba sus unidades de medida, esto complicaba las transacciones ya que eran necesarias tablas de conversión de difícil lectura y comprensión. Una unidad de medida universal que sirviera para grandes distancias y para pequeños objetos fue una necesidad planteada ya en la edad media. En una época llegaron a convivir unidades tan disímiles como la legua, milla, furlong, cadena, vara, yarda, pie, palmo, pulgada, mil, fathom, cable y braza. En 1791, Jean Baptiste Joseph Delambre y Pierre Méchain comenzaron a trabajar sobre un patrón tangible, la propia tierra. Mediante un sistema de triangulación desde Dunkerque a Barcelona establecieron la medida del arco terrestre desde el polo Norte hasta la línea del Ecuador. Una vez establecida la longitud del arco se determinó que la nueva unidad seria la "diez millonésima parte" y se la denominaría "metro", del griego "metrón" que significa "medida". En 1889 se dio otro paso materializando el "metro" en un patrón de platino e iridio (foto) que fue depositado en un cofre en los subterráneos del pabellón de Breteuil en Sèvres, París. En 1960 se volvió a abandonar el patrón físico y se determinó que el "metro" era "1.650.763,73 veces la longitud de onda en el vacío de la radiación naranja del átomo del criptón 86". Si bien se había logrado la precisión deseada, la dificultad para reproducir este patrón hizo que se buscara una nueva. Finalmente en 1983 se llegó al patrón que rige actualmente que determina que el "metro" es la "distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299 792 458 de segundo". Con estos ajustes se ha alcanzado la precisión máxima y es fácilmente calculada teóricamente.
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