Principios del siglo XX se concreta, en Portugal, uno de los más escandalosos matrimonios de la alta sociedad argentina. Él, Marcelo Torcuato de Alvear (1868-1942), aristócrata, mujeriego, millonario, el soltero más preciado de la alta sociedad y futuro presidente de Argentina. Ella, Regina Pacini (1871-1965), diva, una de las cantantes líricas más celebradas de su época. Luego de perseguirla por todos los teatros de Europa, Alvear recibe el sí y se casan, en soledad, en 1907 en Lisboa, luego de ella haber abandonado su carrera artística para siempre. El escándalo en la alta sociedad argentina fue mayúsculo. Se suponía que si a Torcuato le gustaba Regina debía tomarla como amante, pero jamás como esposa. Poco antes de su casamiento, más de quinientas personas de su clase social le habían enviado un telegrama pidiéndole que no cometiera semejante locura. Todo fue inútil. Imaginen, Alvear de familia patricia era codiciado por tres bellas y multimillonarias herederas de las familias Peña, Anchorena y Álzaga, y que de repente venga una extranjera no muy alta, no muy bella y encima artista y les robara el niño de oro… fue demasiado. Pero este hombre tanto la amaba que, en una ocasión, teniendo que actuar Regina en un teatro de Europa, compró todas las entradas de la función. Al salir a escena y ver el teatro vacío, Regina quedó desconcertada al tiempo que Marcelo, quien había organizado todo en sumo secreto, apareció en el palco principal vaciando un canasto con todas las entradas, a la vez que le decía su famosa frase: “Hoy cantas sólo para mí”. Luego, de la boda y luna de miel, y ya de vuelta en Buenos Aires, las “señoras bien” jamás la invitaban a sus residencias y en las reuniones sociales evitaban hablar o cruzar un gesto con ella. Regina todo lo soportó. Por su parte la familia de Regina odiaba a Marcelo Torcuato ya que le había hecho abandonar su brillante carrera lírica. Alvear era un niño malcriado, cuando sereno era todo un caballero, culto y hábil parlanchín, pero cuando algo no le gustaba o lo contradecían, por más insignificante que fuera el motivo, se tornaba agresivo y muy mal hablado. Y de todo esto, lo que más furioso lo ponía era que despreciaran a su esposa. En cierta reunión de gala, Marcelo notó que un grupo de damas distinguidas le estaba haciendo el vacío a Regina quien se hallaba sentada en un rincón sola, entonces se puso de pie como una tromba y dijo en voz alta, para que lo oyera el resto: “Vení, Regina, que a éstas yo ya les levanté las polleras”, en ese nivel y época, la frase era de furia desmedida. Entre muchas excentricidades y caprichos que cometió, sin duda el mayor fue afiliarse al partido Radical, enemigo absoluto del partido Conservador al que debía pertenecer por su posición social. Vivieron juntos durante 35 años y no tuvieron hijos. En marzo de 1942, Marcelo, muere víctima de un ataque al corazón en Villa Elvira en Don Torcuato. Regina siempre estuvo a su lado, lo había amado desde aquella noche en que le llenó el camarín del teatro Politeama de Buenos Aires con rosas rojas y blancas. Esta inolvidable Primera Dama, lo sobrevivió 23 años y siempre lo tuvo presente, sentada meditando largos ratos, casi a diario, en uno de los bancos de la bóveda de la familia en el cementerio de Recoleta, luego de haber depositado flores frescas. Todo el aprecio que la alta sociedad argentina le negó, lo compensó con el inmenso cariño y admiración que le dio el pueblo argentino. Ella fallece en 1965, dejando su mayor legado: La Casa del Teatro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario