Habían pasado más de 1200 años desde que el último atleta había degollado a otro en un juego cuando a un abogado inglés le salió una urticaria olímpica. En 1612 Robert Dover creo los 'Cotswold Olimpick Games' que eran una mezcla de los originales con una kermesse. Si bien se mantenían las luchas, aunque vestidos, se le agregaban competencias propias del 'Club ciencia y sudor' como bailongo, salto de la ligustrina y cacería con sabuesos. Estos juegos estaban condenados a desaparecer desde el vamos, había apuestas y corría el chupi como agua de manantial. En la primera de cambio se armó una bataola de proporciones bíblicas entre seguidores del Rey James y los puritanos que terminó en la Guerra Civil Inglesa. El segundo intento fue tan pretencioso como efímero, en 1796 la Francia revolucionaria lanzó 'L'Olympiade de la République'. Antes de organizar estos juegos deberían haberse organizado como nación. La logística en la convulsionada Francia fue un caos y solo serán recordados por haber introducido el sistema métrico decimal en el deporte. En 1832 Grecia se libra de la ocupación Otomana, era la primera oportunidad de festejar algo en una década y que mejor que con unos hermosos juegos. El poeta Panagiotis Soutsos publicó una emotiva nota sobre la necesidad de un evento que emulara los antiguos juegos para recuperar la identidad nacional. Al parecer encendió el nacionalismo del millonario Evangelos Zappas que se puso al frente del proyecto y lo que es mejor, puso el dinero. El Rey Otón I no se quería quedar afuera de la foto y se comprometió a ayudarlo pero nunca sacó un Dracma del bolsillo. A Evangelos le sobraba la plata y el orgullo, se mandó el Panathinaikó, un estadio digno de los dioses y financió por completo la primera edición en 1859. Zappas murió al año siguiente, pero era rico y previsor el hombre, dejó el dinero suficiente para 2 ediciones mas. Cuando el espíritu olímpico parecía haber muerto con Evangelios, surge un francés amante de la higiene y de la actividad física como pilares de la educación y la salud. Estaba a punto de cambiar para siempre la historia del deporte. Pierre Fredy de Coubertin sabía de la tarea de Zappas porque el doctor británico William Penny Brookes le había dejado los testículos como 2 sandías para que lo emulara. Coubertin no tenía una moneda pero era astuto, sabía que puertas tocar y tenía paciencia.
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