El 18 de febrero de 1944 cuando, en la helada y casi vertical canaleta que conduce al portezuelo último del Aconcagua, caían vencidos por las desatadas furias del coloso, Hans Georg Link y su fiel compañera Adrienne Bance. Los dos, unidos por quién sabe qué designios misteriosos del destino, en que mucho tuvo que ver el Gran Monte habían vencido una vez más la tremenda altura del Aconcagua y trataban de regresar a los refugios de altura en desesperada marcha, vacilante, en medio de las terribles ráfagas del viento blanco. El muchas veces vencerdor de los 7.040 metros del Aconcagua, enamorado organizador de las primeras grandes expediciones, caía para siempre, donde él hubiera elegido caer. Porque muchas veces lo había manifeatado: "Quiero descansar en el Aconcagua". Trágica la nutrida expedición de 1944. Cayeron otros de sus compañeros, Schiller, Kneidl, y las laderas interminables fueron escenario de uno de los mayores desastres en el historial del Cerro. Imprudencia?, malos cálculos? tormentas fuera de lo común? Muchas fueron. las hipótesis. Lo cierto es que los esposos Link, pioneros de las ascensiones al Aconcagua, quedaron allí, donde estaba la meta de sus sueños de enamorados de la altura. Descansan en el íntimo y significativo cementerio de Puente del Inca, junto a otros que pagaron igual tributo, recibiendo el significativo homenaje del silencio. A la vez, esas lápidas son llamado de atención, El Aconcagua nunca respetó nombres ni nacionalidades...
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