lunes, 31 de enero de 2022

'No me paro, no, no y no'


Hasta el 1 de diciembre de 1955, la justicia de los EEUU ni estaba enterada que no se cumplía la constitución. Se nota que la parte donde dice que todos sus habitantes son iguales ante la ley no la habían leído nunca. Y hubiera seguido así de no ser por una afroamericana, se le decía negra en esa época, que puso patas para arriba la ancestral estructura segregacionista de la mayoría blanca. Hasta ese 1 de diciembre, Rosa Parks, una menudita, sumisa y educada mujer había soportado estoicamente todo tipo de abusos y destratos. Pero ese día se despertó levantisca y sin saber que iba a torcer el destino de una potencia mundial desde adentro. Como todos los días, se subió al autobús para ir a su trabajo en la sede de la National Association for the Advancement of Colored People en Montgomery. Una organización con mucho nombre pero que no había conseguido ningún avance en materia de derechos civiles. La buena de Rosa respetó las leyes implícitas de dejar los asientos de la primeras 4 filas para los blancos y se sentó en la quinta fila. El autobús con 16 blancos llegó a una parada donde se subió el número 17, sonamos, no tiene lugar reservado. El chofer le ordenó a Rosa que se parara y dejara su asiento al cara pálida. Rosa se plantó con 7 y 1/2 y se negó en voz baja pero con el orgullo por las nubes. Obviamente todo terminó como es costumbre en la cuna de las libertades, terminó presa. Ese incidente menor fue la chispa que encendió la mecha de una bomba de tiempo. Una amiga suya contactó al hasta ese entonces desconocido pastor bautista Martin Luther King. Este sintió que no podía permanecer indiferente ante semejante muestra de valor. Esa semilla de rebeldía ante una injusticia debía ser regada. King impulsó un boicot hacia la empresa de ómnibus que implicaba un sacrificio por parte de la comunidad de color. Pero como esta vez iba en serio lo lograron. Se organizaron para ir a los trabajos en bicicleta, compartir los escasos vehículos que disponían y los taxis bajaron sus tarifas. Con solo el 30% de los pasajeros blancos, las cuentas no cerraron y en tan solo un año la empresa de ómnibus quebró. Como una revelación, la justicia se dio por enterada del tema y el Tribunal Superior de los EEUU dijo que la discriminación en autobuses era ilegal. Chocolate por la noticia. Como por arte de magia se enteraron que a los edificios públicos tenían que entrar por atrás, si los dejaban entrar a un teatro era para ver de parados, que no podían ir a la universidad y que de tanto en tanto los masacraban por deporte. Afortunadamente la declaración de los derechos civiles terminó con lo que se daba... estaba siendo sarcástico. Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono

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