Los hoteles de Cacheuta y Puente del Inca poseían sus propios generadores de energía eléctrica para la iluminación de 10 las habitaciones. Cacheuta disponía de su propia usina con de motores de 130 caballos de fuerza para generar hielo, luz y energía, sobre todo para el movimiento de los ascensores y las lavanderías. Ambos centros contaban con farmacias y consultorios médicos, peluquerías y barbería, servicio de correo, telégrafo y comisaría. En resumidas cuentas, en muy poco tiempo llegaron a la montaña los servicios fundamentales de transporte, comunicaciones, seguridad, salud, alojamiento y el descubrimiento de su belleza. El cambio con respecto a la situación vigente en los 300 años anteriores era realmente asombroso. La construcción de ambos hoteles significó inversiones sin precedentes en la cordillera de los Andes. Basta considerar que para contar con un tercer hotel de esta categoría sería preciso aguardar más de veinte años, con la construcción del Llao Llao en Bariloche (1937), mientras que del lado chileno, el Gran Hotel Portillo recién se habilitó en 1950. Sin lugar a duda, los Hoteles de Puente del Inca y Cacheuta representan un caso de liderazgo en la historia del turismo en los Andes.
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