miércoles, 22 de noviembre de 2023

En 1928, se podía ver a una figura conocida como el Hombre de Hielo entregando un bloque de hielo de 11 Kilos en Houston, Texas.


Esta instantánea refleja una época en la que el comercio del hielo era una industria muy rentable, principalmente durante el siglo XIX y principios del XX. El hielo se extraía de fuentes naturales, como estanques y arroyos, y luego se transportaba por ferrocarril o barco a diversos destinos en todo el mundo. Una intrincada red de vagones de hielo se encargaba de la distribución final de este valioso bien. Las raíces de esta industria se remontan a 1806, cuando Frederic Tudor, también conocido como el Rey de Hielo, inició el comercio de hielo en Nueva Inglaterra enviando hielo a su clientela adinerada en el Caribe. Con el paso de los años, su empresa se expandió para abarcar regiones como Cuba y el sur de Estados Unidos. Con el tiempo, el hielo se envió a destinos tan lejanos como India, Australia, China y América del Sur. En el apogeo del comercio del hielo, este sector en los Estados Unidos empleaba la asombrosa cifra de 90.000 personas y dependía del trabajo de 25.000 caballos. La demanda de hielo experimentó un notable aumento durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, una vez que concluyó la guerra, el comercio de hielo experimentó una caída precipitada debido a la llegada de los sistemas de refrigeración. En la década de 1930, los refrigeradores modernos comenzaron a ganar prevalencia en los hogares y, en la década de 1950, se habían vuelto casi omnipresentes tanto en Estados Unidos como en Europa. Este avance tecnológico dejó en gran medida obsoleto el comercio del hielo.

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