Mi abuela decía ‘Lo que mal comienza, mal acaba’. Vaya si esto es aplicado a la vida de la italiana Milena Quaglini, una mujer que no pegó una, mas bien le pegaron mucho. Las mayoría de las mujeres que sufren abusos físicos o psicológicos pasan la vida entera sin poder escapar de esa situación. Milena no fue el caso, mas bien todo lo contrario. Como para arrancar la vida como la mona su padre la golpeaba por deporte. Bajo la amenaza de palizas descomunales, se convirtió en una joven sumisa y callada, pero interiormente se iba preparando para abandonar a su familia. No solo la atormentaban los abusos físicos de su padre, también la pasividad de su madre. Siendo muy joven abandonó su hogar, se recibió de contadora, se casó y tuvo su primer hijo. Pero la vida la golpeó duro, al poco tiempo su esposo falleció y todo se desmoronó. Pese al mal momento no regresó a su hogar. Un segundo matrimonio y una segunda hija no le depararon sosiego, mas bien todo lo contrario. Mario la castigaba duro por placer y ella abandonó su vocación para conseguir un empleo de tiempo completo que la mantuviera alejada de la pesadilla. Cuidar a un anciano parecía ser la solución, pero no. Giusto intentó violarla y en su defensa Milena lo asesinó a golpes. Milagrosamente la policía se comió el verso de un robo y la mujer zafo raspando. En 1999 luego de recibir una paliza de Mario, esperó que se durmiera, lo ató y golpeó hasta matarlo. Esta vez confesó el crimen y estuvo presa 6 años. Una vez en libertad volvió a intentar con el amor, pero todo salió peor. Descubrió que su nuevo esposo Angelo era un pederasta, quiso alejarse de él, pero este la encerró y violó. Pero Milena se las arregló para drogarlo y ahogarlo. Esta vez también confesó su primer asesinato. La sociedad no la veía como asesina, había librado a Italia de tres violadores, era una celebridad. Fue enjuiciada, pero antes del veredicto se ahorcó, ya era demasiado dolor para una vida.
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