En busca de una modalidad para salvar las severas pendientes del ferrocarril, Mateo Clark implantó a su regreso de Europa una solución, desconocida en ese entonces en los ferrocarriles chilenos y argentinos como lo fue el sistema de engranajes o cremalleras de tres láminas que proponía ya en el viejo continente el reconocído ingeniero suízo Roman Abt.
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