La epidemia de poliomielitis en Argentina fue un evento significativo en la historia del país, especialmente durante la década de 1950. La poliomielitis, también conocida como “parálisis infantil”, tuvo varios brotes en Argentina, pero el más devastador ocurrió en 1956, cuando se registraron aproximadamente 6,500 casos. Esta epidemia causó gran temor y llevó a medidas extremas de higiene, como pintar árboles y cordones con cal y usar lavandina para desinfectar. La enfermedad afectaba principalmente a los niños y podía causar parálisis severa o incluso la muerte. La parálisis de los músculos respiratorios era especialmente peligrosa. La sociedad reaccionó con miedo y desconcierto, y hubo una gran presión para encontrar una solución. La vacuna desarrollada por Jonas Salk en Estados Unidos comenzó a ser probada en la década de 1950. Argentina recibió una pequeña cantidad de dosis en 1956, pero no fue hasta 1963 que la vacuna Sabin estuvo disponible para toda la población infantil. En 1964, la Organización Mundial de la Salud declaró a Argentina libre de poliomielitis. Durante los años previos a la gran epidemia, hubo un aumento gradual de casos. El Ministerio de Salud Pública intentó reforzar el adiestramiento del personal médico, pero la respuesta inicial fue insuficiente. La llegada de la vacuna y las campañas de vacunación masiva fueron cruciales para controlar la enfermedad. La epidemia de poliomielitis dejó una marca profunda en la memoria colectiva de Argentina y subrayó la importancia de la vacunación y las políticas de salud pública.
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sábado, 3 de agosto de 2024
Enfermeras de la Cruz Roja Argentina colocando la vacuna anti polimielitica. Década de 1960
La epidemia de poliomielitis en Argentina fue un evento significativo en la historia del país, especialmente durante la década de 1950. La poliomielitis, también conocida como “parálisis infantil”, tuvo varios brotes en Argentina, pero el más devastador ocurrió en 1956, cuando se registraron aproximadamente 6,500 casos. Esta epidemia causó gran temor y llevó a medidas extremas de higiene, como pintar árboles y cordones con cal y usar lavandina para desinfectar. La enfermedad afectaba principalmente a los niños y podía causar parálisis severa o incluso la muerte. La parálisis de los músculos respiratorios era especialmente peligrosa. La sociedad reaccionó con miedo y desconcierto, y hubo una gran presión para encontrar una solución. La vacuna desarrollada por Jonas Salk en Estados Unidos comenzó a ser probada en la década de 1950. Argentina recibió una pequeña cantidad de dosis en 1956, pero no fue hasta 1963 que la vacuna Sabin estuvo disponible para toda la población infantil. En 1964, la Organización Mundial de la Salud declaró a Argentina libre de poliomielitis. Durante los años previos a la gran epidemia, hubo un aumento gradual de casos. El Ministerio de Salud Pública intentó reforzar el adiestramiento del personal médico, pero la respuesta inicial fue insuficiente. La llegada de la vacuna y las campañas de vacunación masiva fueron cruciales para controlar la enfermedad. La epidemia de poliomielitis dejó una marca profunda en la memoria colectiva de Argentina y subrayó la importancia de la vacunación y las políticas de salud pública.
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