Desde sus inicios en 1605, la ciudad de Buenos Aires colonial enfrentó un problema crónico: sus calles eran intransitables, sucias y focos de enfermedades. A pesar de las buenas intenciones y las primeras normativas del Cabildo (como la de 1605 para la limpieza vecinal y la de 1609 para el desmalezado), la realidad era que las calles seguían siendo lodazales en invierno y polvorientas en verano. El cambio radical comenzó a gestarse a finales del siglo XVIII, destacándose la figura del Virrey Juan José de Vértiz y Salcedo (Gobernador desde 1770, luego Virrey). Vértiz fue el primero en encarar el problema con determinación, impulsando medidas de aseo y, sobre todo, el tan necesario empedrado.
Intentos Fallidos y Obstáculos (1769-1784): El Cabildo propuso traer piedras de la Isla Martín García y Montevideo, y que los vecinos costearan las obras. Sin embargo, la falta de recursos y la oposición (como la del Marqués de Loreto, quien argumentaba que el empedrado "atentaba contra la libertad individual" y dañaría los edificios) demoraron la obra por décadas.
El Empedrado se Concreta (1789 en adelante): El Virrey Arredondo (sucesor de Loreto) impulsó la obra con una suscripción voluntaria. Inicialmente se usaron piedras blandas, pero luego se recurrió a las más firmes de Martín García y Colonia del Sacramento. La Era del Adoquinado (Siglo XIX): A mediados del siglo XIX, se comenzó a reemplazar el empedrado por el adoquinado de granito. Al principio, se usaron adoquines traídos como lastre desde Gran Bretaña. Tras el descubrimiento de las canteras de Tandil en 1880, la provisión se volvió local.
El Experimento de la Madera (1888): Debido al alto costo de la piedra, se probó el adoquinado de madera. Los primeros intentos con pino sueco fracasaron. Finalmente, el algarrobo autóctono (a partir de 1895) demostró ser superior, al punto de que estos adoquines argentinos fueron exportados a ciudades como Londres, París y Roma, donde aún se conservan. Así, la transformación de Buenos Aires de un "depósito de suciedad" a una ciudad con calles pavimentadas fue una lucha de más de dos siglos, marcada por la negligencia colonial y la tenacidad de figuras como el Virrey Vértiz. #BuenosAiresColonial #VirreyVértiz #EmpedradoÉpico #CallesDeBarro #HistoriaArgentina #DeLodoADoquin #mendozantigua El relato del estado de las calles y la lucha por el empedrado de Buenos Aires está ampliamente documentado en la historiografía argentina, coincidiendo con la información proporcionada: Salubridad y Residuos: Historiadores confirman que, hasta bien entrado el período virreinal (c. 1810), la ciudad no contaba con un sistema de recolección de residuos ni cloacas. La basura y los animales muertos se arrojaban directamente a las calles, creando un ambiente de insalubridad que provocaba epidemias anuales, un problema que el Virrey Vértiz buscó solucionar a toda costa (Fuente: MDZ Online, Buenos Aires Historia). Intransitabilidad: La necesidad de un buen asiento para el pie de los caballos y la resistencia al choque de los rodados eran requisitos clave que el barro y las zanjas de la ciudad colonial no podían cumplir, haciendo que las calles fueran prácticamente "intransitables" (Fuente: Buenos Aires Historia - citando a Lacroze y Tessier). Nomenclatura y Urbanismo: El ensanche de calles y la nueva nomenclatura (como el reemplazo de nombres hispánicos por batallas de la Independencia) después de 1810, impulsado por Bernardino Rivadavia, reflejó la intención de romper con la herencia colonial, incluyendo la mejora urbana iniciada por Vértiz (Fuente: Geografía Infinita, Wikipedia).
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