jueves, 15 de noviembre de 2018

Cómo era Mendoza antes del terremoto del 20 de Marzo de 1861 (Rubén Lloveras)


Según Dardo Olguín, extracto del libro “El periodismo en Mendoza” del profesor Jorge Enrique Oviedo.

“La pequeña población establecida el 2 de marzo de 1561 en el Valle de Guentata por el capitán Pedro del Castillo, era a fines de 1860 una ciudad de poco más o menos de doce mil almas. Su situación estratégica como ‘puerto seco’ en el tránsito y comercio con Chile contribuía a su prosperidad. En ella descansaban las caravanas que cruzaban la cordillera y se organizaban los arreos que transportaban las mercancías. En los potreros aledaños y en los valles cercanos se invernaba la hacienda que luego se vendía en las ferias de Santa Rosa de los Andes, en San Felipe y Santiago”. De las bodegas y barracas salía un intenso tránsito con Buenos Aires, el Litoral y las provincias del norte, antiguos clientes de los acreditados productos cuyanos.” Así caracterizaba Dardo Olguín la fisonomía de la capital provincial, “… un caserío de construcción chata y descolorida, de tipo colonial, que comprendía más o menos cien manzanas, que congregaban alrededor de mil doscientos edificios de arquitectura simplísima. Las viviendas eran bajas, con paredes encaladas. Y sobre la uniformidad de las viviendas se erguían las torres de las iglesias”. Las plazas servían de lugares de reunión y ceremonias públicas. La Independencia (actual Pedro del Castillo) era la principal y ocupaba una manzana; en el centro, había una pileta de agua rodeada por seis faroles. “En esa plazas –añade Olguín– los mendocinos habían visto desfilar la historia lugareña. Personajes ilustres, guerrilleros y bandidos pusieron en ella sus plantas… En ella murieron los hermanos Carrera”. A un costado del paseo estaba el Cabildo, un edificio de alta cornisa, puerta sólida y ventanas con rejas, que daban a la calle de la Cañada (hoy Ituzaingo), en la que tenían sus viviendas los principales personajes de la ciudad. En torno de la plaza Independencia transcurría la parte más significativa de la vida social, comercial y política. El Pasaje Sotomoyor era el punto de encuentro de la juventud más elegante y en el Club del Progreso –cuyo secretario era Francisco Civit, comerciante fuerte y político poderoso– se desarrollaban reuniones sociales que eran muy comentadas. El paseo popular era la Alameda, de seis cuadras de largo, que congregaba a cientos de habitantes los días de fi esta, en que se disputaban las famosas carreras de caballos. Había tres hoteles de cierta importancia, el de París, el de France y el Cattus, de moda; el comercio era floreciente y los retratos de damas, “de niños desnudos sobre un almohadón” y de caballeros engominados se hacían en el taller de “electrotipos” de Adolfo Alexander. En el verano, los mendocinos pudientes, que realizaban una intensa vida social, pasaban la temporada en los baños de El Challao, “pero el acontecimiento más importante, era la llegada de tropas de carretas, caravanas de viajes, arreos de mulas con mercaderías la partida o arribo de las ‘mensajerías’. Los carromatos salían de Rosario los días 4 de cada mes y llegaban a Mendoza el 1º del mes siguiente. Los viajes eran monótonos, extenuantes, a veces interrumpidos por indios o bandoleros”. En el aspecto educativo, funcionaba el Colegio de la Santísima Trinidad, fundado por San Martín en 1817; los alumnos varones en las escuelas de la provincia, oficiales o privadas, ascendían a 1098 al 15 de diciembre de 1860, y las mujeres a 121 en seis escuelas particulares. Había por esa época en la capital provincial 6 médicos, 7 abogados y 16 licenciados, 4 escribanos y 6 procuradores. El Presupuesto General de la Provincia estaba calculado para 1857 en $ 75.180 pesos bolivianos, y en esa moneda se pagaban los sueldos de la administración. Los ingresos públicos provenían de la subvención nacional o empréstitos; del comercio y en especial de las “patentes del vicio”: bailes y bodegones en las fiestas patrias, y en especial, de las pulperías (había 400).

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