Hasta el año 1968, las películas de ciencia ficción estaban emparentadas con la aventura y la acción, nadie las tomaba en serio por ello sus presupuestos eran muy magros, además estaban pobladas de aliens antropomorfos, naves parecidas a submarinos, sin ningún rigor científico. Stanley Kubrick decidió romper con esta tendencia de décadas, la historia de basaba en el cuento "El centinela" de Arthur C. Clarke, a quién invito a sumarse al proyecto y aportar sus invalorables conocimientos del género. Se rodeó de maestros del género, aunque en realidad se recibieron de maestros con esta película, Geoffrey Unsworth en fotografía, Douglas Trumbull en efectos especiales y John Hoesli en el diseño de producción fueron las manos derechas de Kubrick que supervisó cada detalle. La belleza poética de sus imágenes es indivisible de la banda sonora poblada de obras maestras de Richard Strauss y Johann Strauss Jr. Cuando la película estuvo lista, en una proyección privada para los directivos de la Metro-Goldwyn-Mayer, todos quedaron boquiabiertos, la calidad de los efectos visuales, el rigor científico y la revolución tecnológica subyacente garantizaba el impacto, pero también sospechaban que lo vanguardista de la temática la hiciera incomprensible. El estreno dejó claro que no iba a pasar desapercibida, se jugaba en verdades espaciales aún no confirmadas ya que el hombre todavía no había llegado a la luna. Pese a tocar temas como la evolución y la vida extraterrestre, la presencia de la computadora "Hall9000" creaba una discusión inexistente, los alcances de la inteligencia artificial.
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