A los soviéticos no les importaba el “socialismo con rostro humano” que el gobierno de Alexander Dubcek trajo a Checoslovaquia. Temiendo que las reformas de derechos humanos de Dubcek llevaran a un levantamiento democrático como el de Hungría en 1956, las fuerzas del Bloque de Varsovia se propusieron sofocar el movimiento. Sus tanques entraron en Checoslovaquia el 20 de agosto de 1968. Y mientras tomaban rápidamente el control de Praga, inesperadamente chocaron contra masas de ciudadanos que ondeaban banderas que levantaron barricadas, apedrearon tanques, volcaron camiones e incluso quitaron los letreros de las calles para confundir las tropas. Josef Koudelka, un joven ingeniero nacido en Moravia que había estado tomando fotos nostálgicas y descarnadas de la vida checa, estaba en la capital cuando llegaron los soldados. La pieza más importante incluye el brazo de un hombre en primer plano, que muestra en su reloj de pulsera un momento de la invasión soviética con una calle desierta en la distancia. Encapsula maravillosamente el tiempo, la pérdida y el vacío, y el estrangulamiento de una sociedad. Los recuerdos visuales de Koudelka del conflicto que se desarrollaba, con su evidencia del paso del tiempo, la brutalidad del ataque y los desafíos de los ciudadanos checos, redefinieron el fotoperiodismo. Sus fotografías fueron sacadas de contrabando de Checoslovaquia y aparecieron en el Sunday Times de Londres en 1969, aunque bajo el seudónimo de PP para el fotógrafo de Praga, ya que Koudelka temía represalias. Pronto huyó, su razón para dejar el país es un testimonio del poder de la evidencia fotográfica: “Tenía miedo de volver a Checoslovaquia porque sabía que si querían averiguar quién era el fotógrafo desconocido,
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