Fue bautizada con el nombre de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, con solo tres años ya leía español y hablaba un par de lenguas aztecas. Con solo 5 años de edad descubrió en la finca familiar una imponente e invalorable biblioteca que pertenecía a su abuelo muerto recientemente, su madre decidió ponerla en manos de su hija. Leyó los clásicos de la literatura Griega y Romana a muy temprana edad, se auto exigía en demasía, si leía un texto y no lo entendía se cortaba un mechón de pelo. Se trasladó a la capital del Virreinato para iniciar su vida religiosa, recomendada por un familiar, un grupo de sabios humanistas la evaluaron en nombre del Virrey Antonio Sebastián de Toledo y de su esposa, determinaron que para su edad era muy sagaz e inteligente, por ello se convirtieron en sus mecenas. Gracias a su nuevo status pudo asistir a tertulias con teólogos, humanistas, escritores y sabios, abriendo su mente de manera inusual para una joven mujer, ya que a estas no se le permitía asistir a la universidad. El padre Núñez de Miranda le ofrece ingresar en la Orden de San Jerónimo, Juana acepta aunque esto significaba no volver a salir del claustro, pese a esta rigidez podía estudiar, leer, escribir, recibir visitas y hacer reuniones de trabajo. En solo 20 clases aprende latín, esto le facilitó el acceso a nuevos textos, pero sus planes se retrasaron cuando en 1671 contrae tifus exantemático epidémico que años después le costaría la vida. Severos cambios políticos, le desaparición de sus mecenas y protectores hicieron que quedara confinada sin nadie que se interesara en ella, en 1693 deja de escribir, falleciendo 2 años después, el 17 de Abril de 1695. Sus obras tocaron temas teológicos, enredos de la vida mundana, comedias teatrales, poemas amorosos y odas a héroes de época, entre sus obras mas destacadas se encuentran “Los empeños de una casa”, “Amor es más laberinto”, “El mártir del sacramento”, “Primero sueño”, “El divino Narciso” y “Neptuno alegórico”.
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