Nació con el nombre de Horacio Silvestre Quiroga Forteza, pese a estudiar en el Instituto Politécnico de Montevideo mostraba inclinación por las artes, la literatura y la naturaleza. Mientras trabajaba como mecánico colaboraba con notas y poemas para el periódico “La Reforma”. En 1898 conoció a su primer amor y musa, María Esther Jurkovski, pero los padres judíos ortodoxos de la joven la alejaron de él, fruto de esa relación son sus primeras y geniales obras “Las sacrificadas” y “Una estación de amor”. Junto con otros autores fundó el taller literario “Consistorio del Gay Saber” desde el que en 1901 editó “Los arrecifes de coral”. Ese año tomaría un giro inesperado cuando una fiebre Tifoidea acabó con la vida de sus hermanos Prudencio y Pastora, y él limpiando un arma mató accidentalmente a su amigo Federico Ferrando. Pese a quedar libre de culpa y cargo cayó en una profunda depresión. Para alejarse de estas tragedias se mudó brevemente a Buenos Aires donde fue profesor del Nacional Buenos Aires. Horacio en su carácter de eximio fotógrafo fue convocado por Leopoldo Lugones para un viaje de descubrimientos a Misiones. Luego de esta experiencia explotó en él una pasión por el cuento corto basado en tragedias de la vida rural y cuentos para niños con animales parlantes y jugosos relatos. De este período es el maravilloso y espeluznante cuento “El almohadón de plumas”. Se instaló en una chacra en Misiones donde explotó un Yerbatal y daba clases, se casó con su alumna Ana María Cires de quien tuvo una hija llamada Eglé y otro llamado Darío. El inexplicable suicidio de Ana María lo obligó a mudarse a Buenos Aires donde trabajó en el consulado uruguayo mientras escribía en el sótano donde vivía con sus hijos. En 1917 recopiló una serie de trabajos en brillantes libros como “Los salvajes”, “El desierto” y “Cuentos de amor de locura y de muerte” escrito sin coma por su expreso pedido. Luego de varias idas y vueltas entre Buenos aires y Misiones se instaló definitivamente en la selva con su nueva esposa y su nueva hija, pero ya sin trabajo estable comenzó a vivir en la miseria. Cuando le diagnosticaron cáncer de próstata, su mujer lo abandonó y se llevó a su hija a Buenos Aires. Sin dinero y sin esperanzas de vida fue internado en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, allí se entera que en los sótanos se encontraba encerrado un tal Vicente Batistessa. Vicente era considerado un monstruo con una horrible deformidad similar a la del inglés “Joseph Merrick” (El Hombre Elefante). Indignado pidió que se liberara del encierro y lo pusieran en su misma habitación, como era de esperar se hicieron muy amigos. En sus últimas horas de agonía, Horacio le pidió a Vicente que lo ayudara a suicidarse con cianuro. La noche del 19 de Febrero de 1937 se apagó voluntariamente la vida de Horacio Quiroga. Su invalorable legado también incluye “Cuentos de la selva” y “La gallina degollada y otros cuentos”.
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