La Iglesia Católica, como administradora de los intereses de Dios en la tierra necesita un marco legal. Los 10 mandamientos son claros pero pocos, el comportamiento humano es más complejo que un juego de naipes. Hace falta estar actualizado para hacer frente a tanto impío y pecador puertas adentro. Predicar con el ejemplo es eficaz pero aburrido así que se inventaron los concilios. Esta excepcional reunión actúa como organizadora del campeonato y tribunal de disciplina. El primero fue presidido por el mismísimo San Pedro y hubo otros 4 mas hasta que se organizó en de Nicea que es como el inicio del profesionalismo. En 21 Concilios se fueron tejiendo los parámetros que rigen hoy en día el objetivo, deberes, comportamiento y futuro de la iglesia. Si hicieron la cuenta es uno cada 100 años, parece poco, pero la iglesia no es muy amiga de los cambios. El despilporre que armó Luthero en Europa con su reforma protestante aceleró la organización de uno. Nada a las apuradas sale bien, así que el Concilio número 19 prometía ser picante. Un Cardenal una idea, dos cardenales una interna, tres cardenales un despelote, doscientos veinticinco cardenales el inolvidable "Concilio de Trento". La duración de estas batallas de egos duraban entre 10 días y un año si la cosa fluía, el de Trento se consumió 18 años. No solo eso, también se consumió a 5 papas. El estrés y la buena vida fue volteando pontífices como muñequitos de feria. Pablo III, el que organizó como pudo el Concilio estaba cabreado y no quería dejar de pasar tiempo con sus 4 hijos producto de algunas distracciones morales. Pablo no quería saber nada con reglamentos moralizantes y luego de 9 años de disgustos el octogenario dijo basta y a interrumpir el concilio para armar un Cónclave. No perdamos tiempo, vamos con Julio III que le falta carácter y va a hacer lo que le digamos, pero se olvidaron pedirle que no se muera y a los 5 años otro Cónclave. Elegido Marcelo II no llegó ni a calentar la silla Pontificia y también tuvo la idea de morirse. Aprovechando que no se había picado el vino del Cónclave anterior sin sentarse votaron por Pablo IV. Este reimpulsó el Concilio aunque ya se habían olvidado para que se habían reunido. Pero se le subió la sotana a la cabeza y mas que reimpulsarlo pretendió hacer lo que le daba la gana. Por suerte para los cardenales se le pegó la costumbre de morirse y ya ni ganas de otro Cónclave, el que quiera que asuma. Llegó el turno de Pio IV que por fin terminó con el culebrón de Trento. La acordada tomó una decisión trascendental, confirmó todo lo que Lutero pretendía cambiar. O sea, nosotros confirmamos la ortodoxia, ustedes son herejes, y que los protestantes la vayan a buscar al ángulo. El documento final no cambiaba mucho la vida de los fieles pero arruinó la de toda la estructura eclesiástica. Instauró el celibato y hubo que ponerle a la sotana botones hasta los tobillos. Fuente: Pequeñas Piezas de la Historia
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