sábado, 28 de octubre de 2023

5 de Junio de 1904. Se Inaugura la Estatua Ecuestre, del General José de San Martín, en la Plaza que lleva su nombre. Ciudad de Mendoza


Cuando pisé el suelo de esta ciudad querida expresaba el reverendo Padre Fray Pacífico Otero en el sermón patrio que pronunció en Mendoza el 25 de mayo de 1902-, "cuando dejé, deslizar mi planta,. bajo la sombra de sus carolinos, busqué en sus plazas, en sus alamedas y en sus parques, el bronce en que el artista hubiese cincelado la figura del Intendente de Cuyo, del héroe un día desconocido en Yapeyú y al triunfador de San Lorenzo, y al vencedor de Chacabuco y de Maipú; pero su sombra no surgia a mi vista." Fué entonces en que Pacifico Otero terminó su ser món "invocando la gratitud nacional y el cariño que Mendoza profesa al primero de nuestros héroes, formulando una plegaria republicana, una plegaria argentina-si asi me es lícito expresarme, dijo el orador "para que no tarde en sonar la hora en que podamos contemplar la estatua ecuestre de San Martín, señalando con el dedo los desfiladeros andinos, por donde un día bajaron sus legiones para llevar el es tandarte de la libertad hasta la línea del Ecuador en América. Cuando la estatua del gran Capitán argentino se levante sobre el granito que servirá de base. al bronce que lo represente, esta ciudad, que vive de sus recuerdos, sentirá en sus progresos el influjo saludable de los mártires augustos de la patria." Esta idea fué aceptada por el gobierno de la Provincia, nombrando, al efecto, una comisión de la que formó parte Fray Pacífico Otero, encargada de poner en práctica el patriótico proyecto. Así fué que más tarde, el 5 de Junio de 1904, inauguróse el monumento al General San Martín en la plaza Cobos, cuyo nombre fué cambiado por el del libertador. La población, desde las primeras horas de la mañana, ofrecía ese día un aspecto alegre que trascendía en la multitud que circulaba por todas las calles a pie o en carruaje, dando gran animación al municipio. Notábase la concurrencia de personas que habían venido de Buenos Aires, San Juan, San Luis y Chile. Fué tan alta la cifra de forasteros que para muchos resulté un verdadero problema conseguir alojamiento, pues en los hoteles, casas de huéspedes, fondas y posadas no quedó un solo sitio sin ocuparse, y no hubo, en consecuencia, ni una cama disponible. A medida que se aproximaba la hora en que debia tener lugar la inauguración de la estatua, las calles próximas a la plaza Cobos ibanse llenando de gente de todas clases sociales, edades, sexos y nacionalidades. La policía estableció un cordón en las avenidas exteriores de la plaza para impedir que ésta fuera invadida por el público antes de que llegaran las familias invitadas especialmente y la comitiva oficial. Después de las doce horas se hacía difícil la circulación por las calles próximas a la plaza Cobos. Las tropas se hallaban formadas alrededor del Parque Independencia (hoy plaza Independencia) y en la calle Sarmiento, con el objeto de rendir los ho nores correspondientes en el momento que fuera sacada la Bandera de Los Andes para conducirla hasta la plaza Cobos. El Gobernador de la Provincia, el Ministro de la Guerra, los Gobernadores de San Juan y La Rioja, los jefes y oficiales venidos de Buenos Aires, miem bros del Poder Judicial y Legislativo y demás altos funcionarios públicos que debían acompañar la bandera fueron llegando paulatinamente en pequeños grupos a la casa de Gobierno. Todos los cuerpos de linea enviaron sus respectivas banderas, escoltadas por un piquete de soldados para que acompañaran también al estandarte de Los Andes. Siendo, más o menos, las dos de la tarde apareció en la puerta de la casa de Gobierno la comitiva oficial, conduciendo la gloriosa reliquia. Las tropas, al avistarse la enseña, presentaron sus armas y una pieza de artillería saludó su presencia con una salva de cañonazos, mientras que las ban-das de música dejaban oir el Himno Nacional. El público, apiñado en las veredas próximas, descubríase respetuosamente. La comitiva se puso en marcha en seguida hacia la plaza Cobos. Marchaban a la cabeza las banderas de los cuerpos de línea con su respectiva escolta, y enseguida, el Ministro de la Guerra, los gobernadores de San Juan, Mendoza y La Rioja, el representante del gobierno de Buenos Aires, señor Mariano Pinedo, el general Manuel J. Campos y el vice almirante Atilio Barilari, los diputados y senadores nacionales, miembros del Poder Judicial y de la Legislatura Provincial, los coroneles O'Donnell, Laredo, Recabarren, Mayorga y numerosos otros jefes y oficiales del Ejército. Entre tanto la plaza Cobos se hallaba atestada de concurrencia en número de más de diez mil personas. El gentío era tan enorme que, no existiendo un solo sitio donde poder colocar un pie, muchos se habían trepado a los balcones del Teatro Municipal y azoteas de todas las casas vecinas. El aspecto que ofrecía la plaza era imponente y grandioso. Las fuerzas tomaron colocación en seguida en las calles que circundan la plaza. La línea se extendía por las calles Necochea y Gutiérrez, hasta las de San Martin y Libertad, y por las calles Nueve de Julio y Suipacha hasta las de Las Heras y General Espejo. Llegada la comitiva a la tribuna que se le había designado, frente a la estatua, el presidente de la Comisión de Fiestas hizo entrega del monumento al P. E. en un breve discurso. Habló en seguida el gobernador de la Provincia, entregando la estatua del glorioso guerrero a la veneración y custodia del pueblo. Al terminar su discurso el gobernador tiró de la cuerda de que pendía el velo con que se hallaba envuelto el monumento, quedando éste descubierto. La multitud, al destacarse la efigie del libertador, estalló en una estrepitosa salva de aplausos y vítores, mientras que los niños de las escuelas, que se hallaban próximos, arrojaban flores y coronas a sus pies. El espectáculo era emocionante: el público descubriose respetuosamente, en tanto que las fuerzas presentaban sus armas, la artillería hacía salvas y las bandas de música ejecutaban el Himno Ncional. Momentos después la comitiva regresó a la Casa de Gobierno conduciendo la bandera de Los Andes, y las tropas desfilaron por algunas de las calles. Las tropas, después de pasar frente a la Casa de Gobierno, donde el Ministro de la Guerra y la comitiva oficial presenció el desfile, se. trasladaron a la Alameda. La multitud estacionada en las veredas contemplaba el paso de las fuerzas. Numerosos carruajes de familias y caballeros se hallaban situados en las bocacalles. Una vez que tomaron colocación en la Alameda todos los cuerpos, en el trayecto comprendido entre las calles Necochea y Chacabuco, se pasó lista. Terminada ésta las fuerzas se retiraron a sus respectivos cuarteles al compás de los marciales acordes de sus bandas de música. Tres fueron las placas conmemorativas que se colocaron al pie del monumento: una en nombre del ejérito nacional, otra de la columna French y una de los estudiantes mendocinos que residían en Buenos Aires. Finalizaron las fiestas conmemorativas de la inau-ración del monumento al general. San Martín el lunes 7 de Junio de 1904, con diversos actos preparados por la comisión de fiestas, destacándose, entre ellos, el simulacro de combate preparado en el campo de Tamarindos, donde intervinieron las tropas del ejército. Sobre el horizonte azul relampagueaban luces rojas a medida que las detonaciones de los cañones y la fusilería ligera hacían sus descargas. En el Hipódromo Andino se realizó una fiesta hípica; sus tribunas rebosaban de vida, elegancia y hermosura. Estaban totalmente ocupadas por una distinguida concurrencia de familias de esta provincia y las que habían llegado de otros puntos del país asociándose a los festejos conmemorativos. Llamó la atención el arreglo de que habían sido objeto las tribunas que estaban adornadas con guirnaldas, tiestos de flores y banderas argentinas. Dos bandas de música hacían oír alternativamente sus acordes, saludando con dianas a los caballos ganadores de premios clásicos. La de Mendoza es la segunda copia de la estatua de bronce, obra del escultor francés Louis-Joseph Daumas, emplazada en la actual plaza San Martín de la ciudad de Buenos Aires, inaugurada en 1862. La primera copia es la de la ciudad de Santa Fe, inaugurada en 1902. Para lograr la réplica, no se acudió al molde original de la escultura de Daumas, sino que se procedió a utilizar el mismo sobremoldeado empleado por el ingeniero José F. García para obtener la copia del monumento emplazado en Santa Fe. La escultura fue fundida en bronce en el Arsenal de Guerra y para el basamento se utilizó roca granítica de la cordillera de los Andes En Argentina existen 57 monumentos ecuestres de San Martín copias del de Daumas, distribuidos en distintas ciudades y localidades del interior del país. En el exterior, copias de la obra de Daumas se encuentran emplazadas en Estados Unidos, Colombia, Francia, España, Perú, Bolivia, Brasil, México, Bélgica, República Dominicana y Paraguay. Existen sin embargo decenas de otros monumentos a San Martín en el país y en el mundo, ecuestres y pedestres, que no son copias de la obra de Daumas de Buenos Aires.


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