martes, 7 de octubre de 2025

Villa Las Cuevas: rieles al límite y fe en las alturas (década del 50)


En la década de 1950, Villa Las Cuevas, enclavada en plena cordillera mendocina, era mucho más que un paraje de montaña: era el último aliento argentino del Ferrocarril Trasandino, antes de cruzar a Chile por el túnel internacional. A más de 3.100 metros sobre el nivel del mar, esta estación marcaba el fin del trayecto ferroviario nacional y el inicio de una travesía épica entre cumbres nevadas y abismos rocosos. La estación Las Cuevas, construida con galpones cubiertos para resistir las temperaturas extremas, era vital para el intercambio de pasajeros y carga entre Mendoza y Santiago de Chile. El tren, que partía desde la capital cuyana, ascendía por el valle de Uspallata y se enfrentaba a uno de los trazados más audaces del continente, siguiendo la ruta histórica del Ejército Libertador de San Martín. A pocos kilómetros de allí se erige el Cristo Redentor de los Andes, inaugurado en 1904 como símbolo de paz entre Argentina y Chile. La monumental escultura de bronce, ubicada en el Paso de la Cumbre, se convirtió en ícono de integración y espiritualidad en medio del paisaje hostil. Hoy, Villa Las Cuevas conserva vestigios de aquella época de vapor y frontera, donde el tren, la fe y la geografía se entrelazaban en una postal de altura. Es un sitio de memoria ferroviaria y cordillerana, donde cada piedra guarda ecos de locomotoras, viajeros y pactos de hermandad. Crédito Fotográfico:  Manuel Mellado.
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