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viernes, 25 de mayo de 2018
jueves, 24 de mayo de 2018
La Princesa Isabel II se casa con Felipe Mountbatten. 20 de Noviembre de...
Isabel conoció a su futuro esposo, el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, en 1934 y lo volvió a ver en 1937.45 Después de otra reunión en el Britannia Royal Naval College en julio de 1939, Isabel —de tan solo 13 años— se enamoró de Felipe, hijo de los príncipes Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg, y comenzaron a comunicarse por cartas.46 Se casaron el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster. Ellos son primos segundos por parte del rey Christian IX de Dinamarca y primos terceros por parte de la reina Victoria. Antes del matrimonio, Felipe renunció a sus títulos griegos y daneses, se convirtió de la ortodoxia griega al anglicanismo y adoptó la denominación de teniente Felipe Mountbatten, tomando el apellido de la familia británica de su madre.47 Justo antes de la boda, fue designado duque de Edimburgo y recibió el tratamiento de Su Alteza Real.48
El matrimonio no estuvo exento de polémicas: Felipe no poseía capacidad financiera, provenía del extranjero (a través de un súbdito británico) y tenía hermanas que se habían casado con nobles alemanes relacionados con los nazis.49 Marion Crawford escribió: «Algunos de los consejeros del rey no lo creían suficientemente bueno para ella. Era un príncipe sin hogar ni reino...».50 Si bien la madre de Isabel se opuso inicialmente a la relación,51 más tarde le dijo al biógrafo Tim Heald que Felipe era un «caballero inglés».52
Isabel y Felipe recibieron 2500 regalos de boda provenientes de todo el mundo,53 aunque Gran Bretaña aún no se había recuperado de la devastación de la guerra. Isabel, incluso, necesitó de cupones de racionamiento para adquirir los materiales para su vestido de casamiento, diseñado por el modisto Norman Hartnell54 en satén de color marfil y decorado con hilo de plata, bordados de tul y 10 000 perlas blancas importadas directamente de América.55 Su ramo de orquídeas blancas y de mirto, extraído del arbusto que había plantado la reina Victoria tras su boda, fue depositado en la tumba del soldado desconocido, acto que su madre había realizado también en 1923.56 Tras la ceremonia religiosa, se ofreció una comida a los invitados en el Palacio de Buckingham.55
En la Gran Bretaña de posguerra, no era aceptable que las relaciones alemanas de la familia del duque de Edimburgo fueran invitadas a la boda, incluyéndose a sus tres hermanas.57 Una de las notables ausencias fue Eduardo, el antiguo rey, que no fue invitado, mientras que su hermana, la princesa María, se ausentó por problemas de salud. Ronald Storrs afirmó que no concurrió en protesta por la exclusión de su hermano.58
La ceremonia estuvo oficiada por el arzobispo de Canterbury y el de York.59 Se contó con la presencia de ocho damas de honor, entre ellas la prima de Isabel, Margaret Rhodes. La boda tuvo más de 2000 invitados y la radio BBC transmitió en vivo la celebración. El primer ministro Winston Churchill definió el festejo como «un toque de color en el duro camino que debemos recorrer». Michael Parker, amigo y secretario privado de Felipe, declaró que «[Felipe] se aburría terriblemente con todas las obligaciones de la realeza, todos esos compromisos formales y apretones de manos... No era lo suyo».60
Isabel dio a luz a su primer hijo, el príncipe Carlos, el 14 de noviembre de 1948, menos de un mes después de que Jorge VI emitiera una patente real, la cual permitía a sus hijos utilizar el tratamiento y título de príncipe o princesa.61 La pareja tuvo una hija en 1950, la princesa Ana.62
Después de la boda, la pareja real residió en Windlesham Moor cerca del castillo de Windsor, hasta el 4 de julio de 1949,53 cuando se instalaron en Clarence House, en Londres. Durante repetidas ocasiones entre 1949 y 1951, el duque de Edimburgo fue destinado al protectorado británico de Malta como oficial de la Marina Real. Tanto él como su esposa, vivieron de forma intercalada, durante varios meses, en la aldea maltesa de Gwardamangia, en Villa Gwardamangia y en la casa alquilada del tío de Felipe, lord Mountbatten. Sin embargo, sus hijos permanecieron en el Reino Unido.
Funeral de Mahatma Ghandi. Asesinado al anochecer del 30 de enero de 1948.
Nadie sabe realmente cuánta gente acudió a este funeral. Hay que comprender que la India de 1948 no estaba preparada para informar de igual manera que hoy en día. Lo que si es evidente por las fotos que se conservan de la época y los testimonios de quienes asistieron es que la caravana funeraria acabó sumergida entre una multitud que quería despedir a su líder. Incluso el propio camión cubierto de flores al que se encaramaron varias personas, algunos de ellos importantes personalidades como Nehru.
La caravana, acompañada por la multitud de hombres, mujeres y niños se acercó hasta una explanada a las afueras de la ciudad donde se colocó la pira funeraria. Sobre dicha pira colocaron el cadáver del líder hindú para su incineración. La cabeza hacia el norte porque es la posición en que Buda pasó al Paranirvana. La multitud tuvo que ser contenida por numerosos policías a pie y a caballo.
La tradición exige que sea el primogénito quien prenda esta pira, pero en este caso no pudo ser así. Harilal Gandhi no fue ni siquiera a este acto. Hacia muchos años que no tenía relaciones con su padre. En su lugar fue el tercero de sus hijos, Ramdas quien tuvo ese honor Sus restos fueron recogidos dos días después por la familia y se repartieron en múltiples urnas por todo el país para que fueran esparcidas.
El ritual no fue concluido hasta sesenta años después. Su amigo Sriman Narayan conservaba una de las urnas y la familia pudo finalmente descansar porque se cumplieron los deseos del padre de la India. Además la última ceremonia reconcilió a los herederos del primogénito con su bisabuelo porque la bisnieta de Harilal fue la encargada de esparcir las cenizas.
Hoy en día todo aquel que quiera homenajear a Gandhi puede hacerlo en el Raj Ghat. Se trata de un memorial en su recuerdo que está en Nueva Delhi. Una simple losa de mármol negro es el homenaje a semejante personaje con una llama eterna que nunca se consuma. En él se puede leer la última frase que pronunció Mahatma “Hey Ram”que significa Oh señor.
miércoles, 23 de mayo de 2018
Madres y suegras históricas . El carácter de las madres de algunos de los hombres más importantes de nuestro pasado da cuenta de como se forjaron bajo su influencia.
El general José Ignacio Garmendia realizó una crónica apasionante sobre la Guerra del Paraguay, de la que participó. Entre sus descripciones conmueve especialmente la despedida dada a los soldados porteños por sus madres: “En tropel desolado –escribió– acompañan a los Batallones que vi partir al principio de esta guerra por la calle Florida. Aquella pena suprema saboreando la angustiada faz, aquel llanto amargo y silencioso coloreando los doloridos ojos, mezclado al polvo del camino; aquellos pañuelos que se llevaban a la boca para ahogar un gemido, aquel apresuramiento en zozobra pisándose unas a otras para no perder de vista un instante al que partía tal vez para no volver más; aquel adiós eterno y tremendo”.
La belleza de estas palabras, inspiradas en el vínculo primigenio de todo ser humano con su madre, nos invita a indagar en la vida de las mujeres que parieron nuestra historia.
En enero de 1812 San Martín partió de regreso hacia el Nuevo Mundo. Lo que sucedió después es célebremente conocido. Ricardo Rojas –uno de sus grandes biógrafos– imagina poéticamente que tras salir del Canal de la Mancha, al pasar por las costas de España, el Libertador pensó en su madre, a quien dejaba allí y no volvería a ver jamás. En Buenos Aires lo esperaba otra madre, su suegra: doña Tomasa de la Quintana. La relación entre ambos fue la peor y llegó a su punto cúlmine cuando Tomasa intentó quedarse con Mercedes, a quien cuidaba desde hacía cuatro años, tras la muerte de Remedios de Escalada, mientras San Martín luchaba por la independencia. Jamás aprobó el casamiento de su hija, siempre llamó “plebeyo” o “soldadote” a su yerno y vio a Remedios morir llamándolo. Suena coherente que lo detestara. Siendo algo totalmente mutuo, no se hablaban. En esta situación tomó cartas en el asunto Manuel de Escalada, cuñado de San Martín, y convenció a su madre de entregar a la pequeña.
Años más tarde, cuando Merceditas abrazó la maternidad, se empeñó en educar a sus hijas como si fuesen argentinas, aunque vivieran en Francia. Manejaban el idioma español y soñaban con Buenos Aires.
Contemporánea a doña Tomasa fue la cordobesa Tiburcia Haedo, madre del general Paz. Al ser apresado su hijo por Estanislao López, la mujer vivía en Buenos Aires. Viajó entonces a Santa Fe y, cuando trasladaron a Paz para quedar en manos de Rosas, lo siguió a Luján. La anciana llegaba a esperar durante horas, sentada en las frías escaleras de la cárcel, para poder verlo hasta que finalmente algún carcelero se apiadaba y conducía su paso cansado a los brazos de José María.
Con la combatividad que sólo las madres tienen, intentó por todos los medios liberarlo. Pidió ayuda a la madre de Rosas y llegó a interceptar a Estanislao López en los pasillos de la cárcel solicitando la libertad de su Pepe.
En Luján, ya muy mayor, se arrastraba hasta su prisión cada día. Fue en ese pueblo donde murió, sin verlo libre. “Cualquiera sabe lo que importa una madre –escribió Paz–, por anciana que sea; la nuestra se hallaba en este estado, pero era siempre la cabeza de la familia; era un nudo que ligaba todos los miembros de ella; faltando, me parecía que quedábamos no sólo en la orfandad, sino también en acefalía. Por otra parte la habíamos visto morir abismada de pesares e inquietudes por sus hijos, sobre quienes pesaban los más grandes peligros: cerró los ojos sin saber su final destino”.
Más allá de cualquier consideración política, el cordobés no murió, en gran medida, gracias a otra progenitora: la de Rosas. “Cuando mi madre fue a Santa Fe –escribió–, me preguntó qué servicio había hecho yo a don León Rosas, padre del dictador, pues, encontrándose causalmente en una casa, de visita, con doña Agustina de Rosas y una o dos de sus hijas, estas le dijeron que don León me debía un servicio que nunca olvidaría, y que deseaba vivamente las ocasiones de correspondérmelo”. En 1829 Paz ayudó a don León evitando que Lavalle lo desterrara de Buenos Aires, algo que él y su mujer jamás olvidaron. Al salir de la cárcel, Lucio V. Mansilla –cuñado de Rosas– le dijo: “Procure usted visitar a mi madre política pues me consta que le debe mucho”. Aparentemente la mano de doña Agustina detuvo, como en tantas oportunidades, el puñal de su hijo.
Doña Agustina López de Rosas –madre de Juan Manuel– fue una mujer fuerte, decidida y por momentos cruel. Militante del autoritarismo, hacendosa, dio a luz año tras año a veinte rubios y rollizos retoños. Una especie de deidad doméstica que se hacía cebar mates por una negra esclava, a quien sólo le permitía acercarse de rodillas. Sus hijos, entre ellos Juan Manuel de Rosas, le obedecían con entrega feudal.
Su nieto, Lucio V. Mansilla, contó que Agustina consideraba a su marido un plebeyo y en las discusiones solía expresarlo: “¿Y tú quién eres? Un aventurero ennoblecido (...), mientras que yo desciendo de los duques de Normandía; y mirá, Rozas, si me apurás mucho, he de probarte que soy pariente de María Santísima”. Alguna vez don León le recordó quién llevaba los pantalones, a fuerza de un par de latigazos, aclarando que sólo la dejaba mandar por el gran amor que sentía. Así, en cuanto a familia, hogar y administración de bienes, ella tuvo esos “poderes extraordinarios” que el Restaurador consiguió del país.
Al parecer los padres de Rosas se amaban profundamente. Dormían en habitaciones separadas porque ella, criando niños casi todo el tiempo, no quería afectar el sueño del esposo. Ya muy mayor, la parálisis afectó su cuerpo y quedó postrada en una cama. Aun así, y viuda desde 1839, siguió comandando en todo: casa, familia, compras, ventas, etc.
Como vimos, intercedió ante su hijo por la vida de prisioneros políticos. Otro caso fue el del médico Hilario Almeyra, quien, según sus palabras, “no es unitario ni es federal, no es nada, es un buen sujeto; y así es como Juan Manuel se hace de enemigos porque no oye sino a los adulones”. En torno a su liberación se produjo una larga discusión, que finalizó con Rosas pidiéndole perdón de rodillas y anunciándole la liberación del doctor. López de Osorio murió a los 60 y seis años, cerca de la Navidad de 1845, poco después de que Francia e Inglaterra comenzaran el bloqueo a Buenos Aires.
Juana Rosa de Argañaraz perteneció a la oligarquía riojana y dio a luz a Facundo Quiroga. Años más tarde, cuando Lamadrid ocupó La Rioja durante meses, ejerció medidas de mucho rigor sobre los partidarios del Tigre de los Llanos “y, lo que era vergonzante para un militar –escribió Saldías–, sobre la anciana madre de este, la cual fue llevada a la cárcel con una pesada cadena en el cuello”. Debemos decir que cuando Facundo tuvo la oportunidad de vengarse no lo hizo y, por el contrario, protegió a la familia de Gregorio Aráoz de Lamadrid.
Sin embargo, su actitud fue muy diferente con Doña Paula Albarracín, cuyo hijo lleva el mote de Padre del Aula.
Siendo Sarmiento un joven exiliado en Chile, Facundo decidió costear su lucha contra Lamadrid con “aportes” del pueblo sanjuanino. A doña Paula le exigió seis bueyes. No tenía tal cantidad. Al verla llorar, el sacerdote don José de Oro le dio ocho para que hiciese el pago y se dejara dos. Pero no todo terminó allí: “Querido hijo –escribió Albarracín–, una de las cartas en las que hablas mal de Quiroga ha llegado hasta sus manos por una infidencia y me hizo llamar a la Casa de Gobierno. Aunque no conocía yo la causa, fui muy inquieta pensando en tu seguridad y en la de tu padre. Ni siquiera se paró al recibirme y, desde su silla, me mostró una misiva diciéndome: ‘Su hijo me califica de bandido. Es un insolente. Cuando lo aprehenda lo haré fusilar’. Salí con la angustia que te imaginas y quiero pedirte que seas prudente y que te cuides. En estos momentos en nadie puedes tener confianza. Te quiere como siempre, tu Paula”.
Quiroga pagaría semejante bajeza en cada página del “Facundo”.
Por Luciana Sabina
http://losandes.com.ar/article/view?slug=madres-y-suegras-historicas-por-luciana-sabina
martes, 22 de mayo de 2018
lunes, 21 de mayo de 2018
Efemérides. 21 de mayo de 1903: Se inaugura la famosa Fuente de Lola Mora: “La Fuente de las Nereidas” en la actual Av. Leandro N. Alem, en Buenos Aires (En aquel tiempo era el “Paseo de Julio”). En 1918 tuvo que ser trasladada a su actual ubicación en la Costanera Sur debido a que sus desnudos ofendían la moral de la época. Foto: Vista de la fuente "Las Nereidas" llamada fuente de Lola Mora, que es el nombre de la autoria de la obra.-1965
domingo, 20 de mayo de 2018
Plaza, Catedral y Cabildo de Córdoba. (1852)
Originalmente un calotipo, esta albúmina muestra la capital cordobesa. La construcción de la catedral comenzó en 1577 y terminó dos siglos después. La cúpula fue realizada en 1753. El cabildo en el siglo XVIII, fue sede de las autoridades desde 1813. Ahora es un centro de congresos y exposiciones.
Juan Roqué. Museo Sarmiento
sábado, 19 de mayo de 2018
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