viernes, 11 de marzo de 2022

'Un Cementerio Exitoso'


Es un hecho que los EEUU se edificaron con mas balas que ladrillos y no es que se avergüencen o lo oculten, todo lo contrario, hacen un culto de la muerte por la patria. El cementerio militar de Arlington es una muestra de ello. Es uno de los terrenos más sagrados del territorio estadounidense y lugar de descanso de sus héroes. Pero su origen tiene más que ver con una provocación que con un ritual sagrado. En 1790 a orillas del Río Potomac se creó el distrito federal de Columbia para albergar la nueva capital. Los chupamedias del congreso le pusieron el nombre del primer presidente del país, George Washington. A este no le gustaba ese honor, más le gustaban los terrenos al otro lado del Potomac. George compró los terrenos de Arlington, en el vecino estado de Virginia para afincarse luego de su retiro. El descanso le duró poco, apenas 2 años. El caprichoso destino quiso que su nieta, heredera de esos terrenos se casara con el Robert Edward Lee. Si, ese Lee, el General que traiciona a Lincoln y se pone al frente del ejército confederado durante la Guerra de secesión de los EEUU. El gobierno de la unión, a modo de desafío, se olvidó que el terreno pertenecía también a la nieta de Washington y lo expropió en 1864. En el mismísimo patio trasero de la 'Mansión Curtis Lee' enterraron allí a los primeros 75 soldados del ejército de la Unión. En solo unos meses ya había 7 mil tumbas en los terrenos de Robert Edward Lee. Si bien el General Confederado jamás volvió por esas tierras, su hijo George Washington Lee, le hizo juicio al estado y se lo ganó. Para evitar levantar los miles de cuerpos enterrados allí, llegaron a un arreglo, 150 mil dólares y asunto olvidado. Arlington se convirtió en el cementerio militar oficial de los EEUU. En un principio era empujado a las guerras por sus enemigos, pero después le agarraron el gustito y se prendían en todas. Las guerras se fueron sumando, WW1, WW2, Korea, Vietnam, etc. pero en 100 años no se llenó. Esto es porque para ser enterrado en él se debe morir en servicio, haber recibido una condecoración, haber prestado más de 20 años de servicio o ser cónyuge de alguno de los casos anteriores. La mayoría de los familiares de militares fallecidos preferían llevarlos a los cementerios locales para tenerlos cerca. En 1963 todo cambió. Los cortejos fúnebres de John Fritgerald Kennedy y su entierro en Arlington fueron transmitidos a todo el país y se convirtió en algo aspiracional. Quién se puede resistir a un cortejo así para un familiar. Hoy en día con la suma de los muertos en Irak y Afganistán los terrenos quedaron chicos y no hay mucho espacio para agrandarlo, a menos que muden el Pentágono. Pequeñas Piezas de la historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono

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