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Probar los primeros chalecos antibalas requería esencialmente que los hombres se turnaran para dispararse en el pecho. Este angustioso experimento, naturalmente, requería una extraordinaria cantidad de fe en estos chalecos y confianza en la puntería del pistolero. Aquí se ven miembros de la Corporación de Prendas de Protección de Nueva York, demostrando la eficacia de un chaleco ligero destinado a la policía, en Washington, DC en 1923.
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