jueves, 24 de abril de 2025

Fernando Fader con Adela y sus hijos en Córdoba. (1916 a 1935)


Entre 1913 y 1916 realizó numerosos interiores. De su taller de la calle Rivadavia en Buenos Aires, salieron una serie de obras de crudo naturalismo como, La vuelta al Hogar y La Curandera, ambas de 1913. También, su Interior de mi estudio (rojo) e Interior de mi estudio (azul), realizadas en 1914, en las que vemos algunas esculturas. Quizás volvió a esculpir en estos años, aunque no se conservó ninguna obra. Los manilas, obra realizada en Mendoza y presentada en el Salón Nacional de 1914, dió lugar a la más encendida polémica. Mientras algunos la vieron como producto del crecimiento artístico de Fader, no faltaron aquellos que la consideraron como su renuncia a los ideales del Nexus. En 1924 José León Pagano, recordaba que su primera impresión al ver la obra, fue "que no se trataba de un Fader", no obstante reconocer la excepcional calidad del cuadro. Quizás la crisis financiera por la que atravesaba' y la necesidad de salir adelante lo llevaron a este cambio en su temática. Buscando halagar el gusto del público, se acercó a los temas y a la paleta de Cesáreo Bernaldo de Quirós, el pintor más exitoso de aquel momento. Fader conoció la obra de Quirós en 1906 en el Salón Costa y se sintió gratamente impresionado, al punto de escribir un elogioso artículo sobre la muestra. En 1915, en el Pabellón Argentino de Retiro, pudo ver La Hamaca (1913), una obra plena de efectos de sol en la que Quirós retrató a sus hijos en Florencia. Pensamos que Fernando recordaba este cuadro cuando, en la primavera de 1915, pintó Dos buenos amigos, un retrato del hijo del Dr. Ángel Roffo con su perro. La obra, firmada en 1916 y reproducida en la tapa de la revista "El Hogar del mes de marzo de ese mismo año, fue uno de los últimos trabajos de Fader en Buenos Aires.

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