miércoles, 7 de octubre de 2020

El 7 de octubre de 1571, en el Golfo de Corinto, mar Jónico, se producía un enfrentamiento decisivo por el domino del mar Mediterráneo, ese día católicos y turcos se enfrentaban en la "Batalla de Lepanto".(EH)

La amenaza expansionista otomana en el Mediterráneo se traducía en incursiones cada vez mas amenazantes para el centro de Europa, cuando en 1570 atacaron la isla de Chipre, perteneciente a la República de Venecia, occidente entendió que no podía permanecer indiferente. La respuesta fue la creación de la Liga Santa, formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. La defensa de los dominios del mar debían dirimirse en el agua, por ello en Mesina se formó una gigantesca flota de 207 galeras, 6 galeazas y 20 navíos armados, bergantines y fragatas, además de 1.215 piezas de artillería, en cuanto a la infantería, iban embarcados alrededor de 90.000 hombres. Las fuerzas a cargo de Don Juan de Austria, dudaban sobre la manera de cazar la flota otomana, mientras el propio Juan quería mostrar señuelos y provocar su salida a aguas abiertas, el español Álvaro de Bazán proponía ir a su encuentro frontal, esta última sería la empleada. La también imponente flota otomana de Alí Bajá se encontraba reaprovisionando a fuerzas terrestres en la bahía de la ciudad de Náfpaktos (llamada Lepanto por los italianos y españoles), en esa circunstancia fue divisada por exploradores de la Liga Santa. El 7 de octubre la flota de la Liga Santa arribó a Náfpaktos e inició de inmediato un ataque frontal y en línea a las naves turcas, pese a que ambas armadas tenían cantidades similares de navíos y efectivos, fue el doble de artillería disponible por los católicos que inclinó la batalla. Entre los combatientes españoles se encontraba un tal Miguel de Cervantes Saavedra, que a la postre sería el mayor exponente de la literatura castellana, estando en la cubierta de una galera recibió un disparo de un arcabuz enemigo que si bien no le arrancó la mano, le destrozó tendones y cartílagos, por ello desde entonces se lo llamaba "El manco de Lepanto". La paridad de fuerzas no hacían prever lo disímil de las consecuencias, mientras los católicos solo perdieron 12 barcos y unos 8 mil hombres, las fuerzas otomanas perdieron 60 navíos y unos 30 mil hombres. La magnitud de la batalla fue relatada con maestría por el propio Cervantes, que orgulloso de haber participado en ella escribió "-La más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros".


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