“Mate, coraje y espuelas: el milico entrerriano que patrullaba con estilo” (ca.1905)

Entre Ríos, circa 1905. Un instante detenido en el tiempo: un milico rural recibe un mate con la derecha, como manda la tradición. ¿Será un vecino el que se lo ofrece? Lo cierto es que ambos comparten más que una infusión: comparten paisaje, costumbre y respeto. El policía entrerriano luce con orgullo su chaquetón de servicio, pero lo que realmente habla de él es su atuendo criollo: sombrero de tres puntas, camisa rayada, poncho liviano al hombro, chiripá, faja, cuchillo y botas de caña alta con espuelas de horquilla. Todo en él respira campo y pertenencia. Va montado en su zaino huesudo, con sillón y anca derribada. Lleva manta bajo el cuero, por si refresca en la recorrida. El cojinillo con sobrepuesto y marca en la falda, la sobrecincha torcida, los estribos ingleses de metal… cada detalle cuenta una historia de oficio y territorio. ¿Los botines de cordones? Quizás provistos junto a la chaqueta. El rebenque en la muñeca, las bombachas prendidas, el pretal ahorcador con ramales y riendas largas completan el cuadro de un hombre que patrullaba con dignidad y estilo. Al fondo, una enramada quinchada con cerco de ñandubay y pocos hilos de alambre —la hacienda era arisca, no se atracaba fácil—. Bajo la sombra, una rueda olvidada: tal vez de un carruaje que ya no rueda, pero aún guarda memoria. La vestimenta rural entrerriana de fines del siglo XIX y principios del XX combinaba elementos funcionales con fuerte carga simbólica. Según investigaciones del Archivo General de Entre Ríos, el uso del chiripá, la faja y el sombrero de tres puntas respondía tanto a necesidades climáticas como a códigos de identidad regional. El chaquetón policial, por su parte, era una prenda reglamentaria que convivía con el atuendo criollo, reflejando la hibridación entre autoridad estatal y cultura local. #EntreRíos1900 #MilicoCriollo #MateYMemoria #RaízCampera #mendozantigua.  Fuente de la imagen: Museo José Hernández