Una fábrica de cigarros en La Habana, Cuba, alrededor de 1915-1920, era un lugar donde la tradición y la artesanía se mezclaban con la industria emergente. La fábrica probablemente estaba ubicada en el casco histórico de La Habana, donde muchas de las fábricas de cigarros, conocidas como "tabaquerías", se concentraban. Este período era justo después de que Cuba había ganado su independencia de España y antes de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, lo que influía en la economía y la cultura de la isla. Las tabaquerías eran a menudo grandes edificios con altos techos para permitir la circulación del aire, crucial para el proceso de curado y envejecimiento del tabaco. Las paredes podrían estar hechas de materiales locales como madera o bloques de coral, dado el clima tropical.La producción de puros en ese tiempo era mayormente artesanal. Los "torcedores" o "torcedoras" (rodadores de tabaco) eran altamente skilled, capaces de producir puros de alta calidad. Estos trabajadores pasaban largas horas en la fábrica, sentándose en sillas especiales, con un tablón de madera sobre sus piernas donde colocaban las hojas de tabaco. Una característica única de las fábricas de cigarros cubanas era la figura del "lector de tabaquería". Este era un empleado que leía en voz alta a los trabajadores mientras estos enrollaban cigarros. Los lectores leían desde novelas clásicas hasta periódicos, educando y entreteniendo a los trabajadores. Esto no solo elevaba el ambiente de trabajo sino que también informaba a los trabajadores sobre eventos mundiales, literatura y política. El proceso comenzaba con la selección y preparación de las hojas de tabaco, seguido por la fermentación y el envejecimiento. Luego, las hojas eran humedecidas y cortadas antes de ser enrolladas. La habilidad del torcedor era crucial; las mejores hojas iban al centro del cigarro (tripa), las intermedias para envolver (capa y capa de segundo) y las más finas y perfectas para la envoltura final (capa). Aunque la habilidad era valorada, las condiciones de trabajo podían ser duras. La jornada laboral era larga, y el ambiente estaba saturado de polvo de tabaco. Sin embargo, había un sentido de comunidad y orgullo en el oficio. Aunque la producción era manual, este período vio la introducción de algunas máquinas y métodos más eficientes. Además, la demanda internacional de puros cubanos crecía, especialmente con el mercado estadounidense. La exportación de cigarros era una parte vital de la economía cubana. Las fábricas eran también centros culturales. A menudo, se discutían temas políticos y sociales, lo que a veces llevaba a organizaciones y movimientos laborales. Las tabaquerías eran microcosmos de la sociedad habanera, reflejando sus cambios y tensiones. En resumen, una fábrica de cigarros en La Habana durante 1915-1920 era un lugar de tradición, donde el arte de hacer puros se combinaba con la vida cotidiana y cultural de la ciudad, en un contexto de transición hacia la modernización.
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lunes, 28 de septiembre de 2015
En una fábrica de cigarros, La Habana, Cuba ca. 1915-1920
Una fábrica de cigarros en La Habana, Cuba, alrededor de 1915-1920, era un lugar donde la tradición y la artesanía se mezclaban con la industria emergente. La fábrica probablemente estaba ubicada en el casco histórico de La Habana, donde muchas de las fábricas de cigarros, conocidas como "tabaquerías", se concentraban. Este período era justo después de que Cuba había ganado su independencia de España y antes de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, lo que influía en la economía y la cultura de la isla. Las tabaquerías eran a menudo grandes edificios con altos techos para permitir la circulación del aire, crucial para el proceso de curado y envejecimiento del tabaco. Las paredes podrían estar hechas de materiales locales como madera o bloques de coral, dado el clima tropical.La producción de puros en ese tiempo era mayormente artesanal. Los "torcedores" o "torcedoras" (rodadores de tabaco) eran altamente skilled, capaces de producir puros de alta calidad. Estos trabajadores pasaban largas horas en la fábrica, sentándose en sillas especiales, con un tablón de madera sobre sus piernas donde colocaban las hojas de tabaco. Una característica única de las fábricas de cigarros cubanas era la figura del "lector de tabaquería". Este era un empleado que leía en voz alta a los trabajadores mientras estos enrollaban cigarros. Los lectores leían desde novelas clásicas hasta periódicos, educando y entreteniendo a los trabajadores. Esto no solo elevaba el ambiente de trabajo sino que también informaba a los trabajadores sobre eventos mundiales, literatura y política. El proceso comenzaba con la selección y preparación de las hojas de tabaco, seguido por la fermentación y el envejecimiento. Luego, las hojas eran humedecidas y cortadas antes de ser enrolladas. La habilidad del torcedor era crucial; las mejores hojas iban al centro del cigarro (tripa), las intermedias para envolver (capa y capa de segundo) y las más finas y perfectas para la envoltura final (capa). Aunque la habilidad era valorada, las condiciones de trabajo podían ser duras. La jornada laboral era larga, y el ambiente estaba saturado de polvo de tabaco. Sin embargo, había un sentido de comunidad y orgullo en el oficio. Aunque la producción era manual, este período vio la introducción de algunas máquinas y métodos más eficientes. Además, la demanda internacional de puros cubanos crecía, especialmente con el mercado estadounidense. La exportación de cigarros era una parte vital de la economía cubana. Las fábricas eran también centros culturales. A menudo, se discutían temas políticos y sociales, lo que a veces llevaba a organizaciones y movimientos laborales. Las tabaquerías eran microcosmos de la sociedad habanera, reflejando sus cambios y tensiones. En resumen, una fábrica de cigarros en La Habana durante 1915-1920 era un lugar de tradición, donde el arte de hacer puros se combinaba con la vida cotidiana y cultural de la ciudad, en un contexto de transición hacia la modernización.
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