El 19 de Abril de 1932, en Medellín, Colombia, nacía el pintor y escultor Fernando Bottero.

Hijo de David Bottero y Flora Angulo, cursó los estudios primarios en el Ateneo Antioqueño y el bachillerato en la Bolivariana, a los 12 años su tío lo anota en la escuela de toreo en la plaza de La Macarena de Medellín, con el banderillero “Aranguito”, lejos de entusiasmarse con la disciplina, pinta algunos motivos con toros y toreros. Con su padre ya fallecido, su madre decide acompañar sus inquietudes artísticas y lo contacta con pintores locales, quienes lo asesoran y perfeccionan, a los 16 años realiza su primera exposición en Medellín. En 1951 se traslada a Bogotá, donde se relaciona con la sociedad intelectual de la capital y logra hacer dos presentaciones en la galería “Leo Matiz”, se traslada temporalmente a las costas del Caribe colombiano en Tolú. Regresa a Bogotá para participar en un concurso de pintura, en el que logra el segundo premio, con ese dinero y con solo 20 años emigra a Europa. Bottero llega a Barcelona y luego se instala en Madrid donde se inscribe en la Academia de Arte de San Fernando y costea sus estudios haciendo dibujos en la puerta del Museo Del prado, al año siguiente tras un breve paso por París se traslada a Florencia para asistir a la academia de San Marcos donde recibe la influencia Renacentista de Ucello y Tiziano. En 1955 regresa a Colombia y al año siguiente se instala en México donde empieza a jugar con los volúmenes corpóreos, que formaron parte de su exitosa exposición en New York. Consagrado, regresa a Bogotá donde comienza la docencia en la escuela nacional de Bellas Artes, en una fugaz exposición en Washington vende todos sus cuadros el día de la apertura. A partir de 1961 cuando logró vender “La Mona Lisa a los doce años” al Museo de Arte Moderno de Nueva York su fama se hizo mundial y empezó un peregrinaje constante entre Bogotá, New York y Paris. Años de éxitos, exposiciones y reconocimiento de sus pares, el sello de sus obras costumbristas, figurativas y neo-renacentista de volúmenes exagerados, son un sello único de Bottero reconocido mundialmente.