En 1823, Norberto Quirno intentó organizar la primera lechería fija, y hacia mediados de siglo la actividad se consolidó, aunque marcada por precariedad, violencia y altos precios. Durante la colonia y el siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires dependió de los lecheros que traían diariamente la leche desde chacras situadas entre 2 y 6 leguas de distancia. Sin ferrocarriles ni comercios especializados, el producto era escaso y sorprendentemente caro, pese a que las vacas y caballos se obtenían a bajo costo. En verano funcionaban los tambos móviles, instalados en la zona del “bajo”. Allí, mujeres del campo ordeñaban sus vacas frente a los clientes, tras recorrer largas distancias bajo lluvia o barro. Su aspecto rústico las convirtió en personajes pintorescos de la venta ambulante. En 1823, Norberto Quirno inauguró el primer depósito urbano de leche en la calle Victoria, abastecido desde su chacra en San José de Flores. Aunque fue clausurado por acusaciones de monopolio, un decreto municipal lo rehabilitó, reconociendo su aporte a mejorar la calidad del abasto. Con el tiempo, los tambos fueron reemplazados por lecheros con tarros de metal y carretas tiradas por bueyes. Muchos eran hombres y mujeres locales, rudos y poco higiénicos, distintos de los vascos que más tarde se convirtieron en símbolo del oficio. Incluso hubo “lecheritos”, niños de 8 a 10 años que trabajaban para sostener a sus familias en épocas de guerras y levantamientos. Ya bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, los lecheros formaban cofradías temibles, reunidas en pulperías de Flores, Morón o Barracas. Tras repartir la leche, se agrupaban en decenas, cantaban y a veces cometían asaltos, lo que les dio fama de violentos. Respecto a la manteca, en la colonia se consumía en forma de mantequilla guardada en vejigas de vaca, casi siempre rancia. La primera manteca bien elaborada en panes de una libra apareció en 1825, producida por la colonia escocesa de los hermanos Robertson en Santa Catalina. La leche se convirtió en un producto de lujo en Buenos Aires, comparable en precio a las metrópolis europeas. Entre 1880 y 1910 comenzó la industrialización del sector lácteo, con tambos mecanizados y fábricas de manteca. El oficio de lechero fue uno de los más característicos de la vida urbana porteña hasta fines del siglo XIX. #BuenosAiresSigloXIX #Lecheros #TambosMóviles #NorbertoQuirno #HistoriaDelAbasto #14Diciembre #MemoriaPorteña #mendozantigua
Bienvenidos al sitio con mayor cantidad de Fotos antiguas de la provincia de Mendoza, Argentina. (mendozantigua@gmail.com) Para las nuevas generaciones, no se olviden que para que Uds. vivan como viven y tengan lo que tienen, primero fue necesario que pase y exista lo que existió... que importante sería que lo comprendan
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lunes, 15 de diciembre de 2025
En el Buenos Aires del siglo XIX, el abastecimiento de leche fue un oficio duro y caro: primero con tambos móviles atendidos por mujeres campesinas, luego con lecheros y hasta niños que recorrían largas distancias para vender el producto. (Imagen Ilustrativa)
En 1823, Norberto Quirno intentó organizar la primera lechería fija, y hacia mediados de siglo la actividad se consolidó, aunque marcada por precariedad, violencia y altos precios. Durante la colonia y el siglo XIX, la ciudad de Buenos Aires dependió de los lecheros que traían diariamente la leche desde chacras situadas entre 2 y 6 leguas de distancia. Sin ferrocarriles ni comercios especializados, el producto era escaso y sorprendentemente caro, pese a que las vacas y caballos se obtenían a bajo costo. En verano funcionaban los tambos móviles, instalados en la zona del “bajo”. Allí, mujeres del campo ordeñaban sus vacas frente a los clientes, tras recorrer largas distancias bajo lluvia o barro. Su aspecto rústico las convirtió en personajes pintorescos de la venta ambulante. En 1823, Norberto Quirno inauguró el primer depósito urbano de leche en la calle Victoria, abastecido desde su chacra en San José de Flores. Aunque fue clausurado por acusaciones de monopolio, un decreto municipal lo rehabilitó, reconociendo su aporte a mejorar la calidad del abasto. Con el tiempo, los tambos fueron reemplazados por lecheros con tarros de metal y carretas tiradas por bueyes. Muchos eran hombres y mujeres locales, rudos y poco higiénicos, distintos de los vascos que más tarde se convirtieron en símbolo del oficio. Incluso hubo “lecheritos”, niños de 8 a 10 años que trabajaban para sostener a sus familias en épocas de guerras y levantamientos. Ya bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, los lecheros formaban cofradías temibles, reunidas en pulperías de Flores, Morón o Barracas. Tras repartir la leche, se agrupaban en decenas, cantaban y a veces cometían asaltos, lo que les dio fama de violentos. Respecto a la manteca, en la colonia se consumía en forma de mantequilla guardada en vejigas de vaca, casi siempre rancia. La primera manteca bien elaborada en panes de una libra apareció en 1825, producida por la colonia escocesa de los hermanos Robertson en Santa Catalina. La leche se convirtió en un producto de lujo en Buenos Aires, comparable en precio a las metrópolis europeas. Entre 1880 y 1910 comenzó la industrialización del sector lácteo, con tambos mecanizados y fábricas de manteca. El oficio de lechero fue uno de los más característicos de la vida urbana porteña hasta fines del siglo XIX. #BuenosAiresSigloXIX #Lecheros #TambosMóviles #NorbertoQuirno #HistoriaDelAbasto #14Diciembre #MemoriaPorteña #mendozantigua
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