El 2 de diciembre de 1774, un decreto emitido por el gobernador de Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo (quien posteriormente sería elevado al cargo de virrey), puso fin a una de las costumbres más arraigadas y placenteras de la vida colonial: el baño en las puras aguas del Río de la Plata. Antes de que la urbe creciera y la polución hiciera del río un sitio insalubre, la ribera, particularmente el tramo que hoy abarcan las calles Rivadavia y Belgrano, funcionaba como un balneario natural y democrático. Cuando el intenso calor apremiaba, patricios y esclavos, hombres, mujeres y niños, convergían en la costa para refrescarse. La apertura de la "temporada playera" tenía un fuerte matiz religioso: tradicionalmente comenzaba cerca del 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, fecha en la que frailes franciscanos y dominicos descendían a la costa para bendecir las aguas. La asistencia al río era todo un evento social. Las damas de alta sociedad se mudaban con todo y servicio, portando mobiliario, sombrillas y cestas de alimentos. Dado que los trajes de baño aún no se popularizaban, la gente se zambullía cubierta únicamente por su voluminosa ropa interior. La jornada de baño no terminaba con la puesta del sol. Los baños nocturnos eran particularmente populares, ofreciendo discreción a los más recatados, protección solar para aquellas señoras que debían conservar la palidez de moda, y, convenientemente, una atmósfera propicia para los escarceos amorosos clandestinos. Este ambiente de libertinaje, considerado "promiscuo" por los sectores más conservadores y moralistas, generó airadas quejas que escalaron hasta la corte española. En respuesta, el mismísimo rey Carlos III de España ordenó la segregación de los bañistas. Vértiz se vio obligado a acatar la disposición real, dictando medidas severas que incluían la amenaza de despojar de sus ropas a los infractores para poner coto a tan "pernicioso abuso". Esta estricta división de la costa en áreas separadas para hombres y mujeres se mantuvo inalterable a lo largo de todo el siglo XIX, reflejando una moralidad de la época que no admitía transgresiones. #RíoDeLaPlata #BuenosAires1774 #VirreyVértiz #BañosColoniales #HistoriaArgentina #CarlosIII #mendozantigua
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lunes, 1 de diciembre de 2025
El 2 de diciembre de 1774, ¡Adiós al Chapuzón! La Batalla Moral y Real del Río de la Plata en la Buenos Aires Colonial
El 2 de diciembre de 1774, un decreto emitido por el gobernador de Buenos Aires, Juan José de Vértiz y Salcedo (quien posteriormente sería elevado al cargo de virrey), puso fin a una de las costumbres más arraigadas y placenteras de la vida colonial: el baño en las puras aguas del Río de la Plata. Antes de que la urbe creciera y la polución hiciera del río un sitio insalubre, la ribera, particularmente el tramo que hoy abarcan las calles Rivadavia y Belgrano, funcionaba como un balneario natural y democrático. Cuando el intenso calor apremiaba, patricios y esclavos, hombres, mujeres y niños, convergían en la costa para refrescarse. La apertura de la "temporada playera" tenía un fuerte matiz religioso: tradicionalmente comenzaba cerca del 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, fecha en la que frailes franciscanos y dominicos descendían a la costa para bendecir las aguas. La asistencia al río era todo un evento social. Las damas de alta sociedad se mudaban con todo y servicio, portando mobiliario, sombrillas y cestas de alimentos. Dado que los trajes de baño aún no se popularizaban, la gente se zambullía cubierta únicamente por su voluminosa ropa interior. La jornada de baño no terminaba con la puesta del sol. Los baños nocturnos eran particularmente populares, ofreciendo discreción a los más recatados, protección solar para aquellas señoras que debían conservar la palidez de moda, y, convenientemente, una atmósfera propicia para los escarceos amorosos clandestinos. Este ambiente de libertinaje, considerado "promiscuo" por los sectores más conservadores y moralistas, generó airadas quejas que escalaron hasta la corte española. En respuesta, el mismísimo rey Carlos III de España ordenó la segregación de los bañistas. Vértiz se vio obligado a acatar la disposición real, dictando medidas severas que incluían la amenaza de despojar de sus ropas a los infractores para poner coto a tan "pernicioso abuso". Esta estricta división de la costa en áreas separadas para hombres y mujeres se mantuvo inalterable a lo largo de todo el siglo XIX, reflejando una moralidad de la época que no admitía transgresiones. #RíoDeLaPlata #BuenosAires1774 #VirreyVértiz #BañosColoniales #HistoriaArgentina #CarlosIII #mendozantigua
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