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El bordó (derivado de Bordeaux, ciudad francesa) es un tono rojo púrpura oscuro, inspirado en los vinos tintos elaborados en la región de Burdeos. En Europa se lo conoce como burdeos, mientras que en el Cono Sur (Argentina, Uruguay, Paraguay) se popularizó la forma bordó, por adaptación fonética. Este color evoca: Elegancia y profundidad, asociado a vinos añejos y complejos. Saturación moderada a intensa, con matices que van del rojo oscuro al púrpura rojizo. Usos frecuentes en indumentaria, diseño y tapicería, como símbolo de sofisticación. En términos técnicos, el bordó se sitúa en el espectro RGB como #800032, y en CMYK como (50, 100, 50, 0). El borravino es un color que surge del término borra, que en el mundo del vino se refiere al sedimento o residuo que queda en el fondo de barricas o botellas tras la fermentación. El líquido que se encuentra sobre esa borra suele tener un tono rojo oscuro, opaco y profundo, que dio origen al nombre. Este color representa: Una estética más terrenal y artesanal, vinculada al vino casero, al trabajo de bodega y a la cultura popular. Un tono menos brillante que el bordó, con matices más densos y opacos. Una identidad cromática argentina, que se ha extendido incluso al diseño de interiores y moda. Aunque no está estandarizado en códigos de color, el borravino suele ubicarse cerca del rojo vino oscuro, con tendencia al marrón o al púrpura profundo. Ambos colores nacen del vino, pero evocan universos distintos: El bordó remite al linaje europeo, al vino como símbolo de distinción. El borravino surge de la experiencia material del vino, de su proceso, su sedimento, su trabajo. Y sin embargo, ambos conviven en el imaginario visual argentino, en etiquetas, telas, paredes y cápsulas patrimoniales. #ColorDelVino #BordóYBorravino #CromáticaPopular #VinoYLenguaje #PatrimonioSensorial #EstéticaDelVino #BurdeosArgentino #CulturaVitivinícola #MemoriaVisual #TonosQueNarran #Mendozantigua
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