viernes, 22 de agosto de 2025

Unitarios vs. Federales: el largo camino hacia la organización nacional


Tras la Revolución de Mayo, se abrió un profundo debate sobre cómo debía organizarse el país. Algunos proponían un gobierno centralizado con sede en Buenos Aires; otros defendían la autonomía de las provincias mediante una confederación. Aunque los términos “unitarios” y “federales” no se usaban aún, estas diferencias ya se evidenciaban en la Asamblea de 1813. La fragmentación se aceleró: en 1815, las provincias de la Liga Federal se declararon independientes de España, y en 1816 lo hicieron las Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1819 se impuso una constitución centralista, pero tras la derrota unitaria en la Batalla de Cepeda, los federales avanzaron sobre Buenos Aires y firmaron el Tratado de Pilar, dando inicio a la llamada “anarquía del año 20”. Desde entonces, cada provincia se gobernó por separado. El Congreso Constituyente comenzó a usar los términos “unitarios” y “federales” para designar los dos grandes proyectos de país. Durante la guerra contra Brasil, Rivadavia fue nombrado presidente y se sancionó una nueva constitución unitaria, lo que provocó la rebelión federal. Manuel Dorrego, líder federal, fue asesinado por Lavalle, quien luego fue derrotado por Estanislao López y Juan Manuel de Rosas. La inestabilidad persistió. Los unitarios formaron la Liga del Interior, mientras Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal. Con la captura del general Paz, el país quedó bajo influencia federal, liderado por López, Quiroga y Rosas. Ser “unitario” se volvió una acusación peligrosa, y muchos opositores debieron exiliarse. Rosas gobernó Buenos Aires y la Confederación durante casi dos décadas, postergando la sanción de una constitución nacional. En 1851, Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, rompió con Rosas y exigió la organización nacional. Con apoyo brasileño, lo derrotó en la Batalla de Caseros. Al año siguiente, se sancionó una constitución representativa, republicana y federal. Sin embargo, Buenos Aires se negó a aceptarla y se separó de la Confederación. Tras la Batalla de Cepeda, Buenos Aires fue reincorporada, pero luego, en Pavón, impuso sus condiciones. Bartolomé Mitre fue elegido presidente y comenzó la construcción del Estado nacional bajo hegemonía porteña. En 1876, los últimos intentos de federalismo autónomo fueron sofocados. Así, tras décadas de enfrentamientos, el conflicto entre unitarios y federales desembocó en la organización constitucional que aún hoy define el sistema de gobierno argentino.
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