En marzo de 1889, cuando se organizaba el desfile del 25 de mayo, el ministro de Guerra, Nicolás Levalle, ordenó que el flamante Batallón de Ingenieros tenía que marchar. El problema es que solo tenía sus jefes, pero le faltaba la tropa. Le dieron cien pesos a cada uno de los cuatro sargentos, con instrucciones de usarlo para reclutar hombres.
Ramón Tristany, uno de los sargentos, se dirigió a los bares del Bajo (en la zona de la actual avenida Alem) donde se concentraba buena parte de la población ociosa —y viciosa— de Buenos Aires. La algarabía, sazonada con alta graduación alcohólica de dudosa calidad, permitió que Tristany encontrara muchos voluntarios. Pero había un problema: eran todos marinos de otras nacionalidades. El sargento prefirió consultarlo con sus superiores y todo quedó en veremos.
Al día siguiente recibió una repuesta tajante: importaba más el número que la nacionalidad. Por lo tanto, esa noche regresó al bar con el fin de reclutar. Pero el entusiasmo inicial se había evaporado y apenas unos tres o cuatro seguían interesados. Tristany se imaginaba desfilando delante del presidente Miguel Juárez Celman y el ministro Levalle con su tropa de cuatro parroquianos. Era un papelón. Pero alguien le dio la solución: que fuera al Hotel de Inmigrantes.
Había arribado un barco con franceses y belgas. Cuando el sargento comunicó en su pasable francés lo que buscaba, una marea de jóvenes se arremolinó en torno de la mesita. Al día siguiente, Tristany apareció en el cuartel con 150 hombres. Que desfilaron el 25 de mayo de 1889. Y, cuando rompieron filas, se fueron contentos al cuartel… ¡cantando La Marsellesa!
Fuente: http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/personalidades/los-improvisados-que-desfilaron-en-1889/