domingo, 24 de agosto de 2014

Las palomas fotógrafas, precursoras de los drones

El boticario Julius Neubronner tenía un fuerte espíritu innovador. Experimentaba con todos los aparatos y sentía gran fascinación por el cine y la fotografía.


Una mañana de principios del siglo XX, un farmacéutico alemán esperaba inquieto el regreso de una de sus palomas mensajeras.
No era habitual que ninguna de sus aves se demorara tanto en volver. Estaban bien entrenadas y cada día cumplían diligentemente con su labor: transportar medicamentos hasta el sanatorio de Falkenstein, en una localidad cercana a Kronberg im Taunus, donde residía este boticario llamado Julius Neubronner.
Neubronner, nacido en 1852, había heredado el curioso método de su padre, también farmacéutico, que utilizaba estos animales para el reparto de recetas y medicinas a los pueblos cercanos, aunque dejó de hacerlo cuando esas villas vecinas abrieron sus propias farmacias.
Julius tenía un fuerte espíritu innovador. Experimentaba con todos los aparatos que caían en sus manos y sentía gran fascinación por el cine y la fotografía, por lo que se mantenía siempre al corriente de los últimos avances. De hecho, poco después de la llegada del cinematógrafo a Alemania a finales del siglo XIX, Neubronner realizó una serie de películasamateur, convirtiéndose en uno de los primeros realizadores no profesionales del país germano.
Al principio, solo rodaba escenas cotidianas como entretenimiento. Filmaba su entorno cercano y la vida diaria de su familia, al igual que hicieron “famosos pioneros como los Lumière o los Skladanowsky en sus primeras grabaciones”, según cuenta Walter Schobert, director del Deutsches Filmmuseum, en un artículo del Journal of Film Preservation.
Schobert destaca que más allá de filmar lo que aparecía delante de la cámara, Neubronner “comenzó a experimentar hábilmente con las posibilidades que le ofrecía este nuevo medio y empezó a crear un tipo diferente de realidad empleando efectos de cámara”. Por ejemplo, del mismo modo que el revolucionario Georges Méliès, el alemán empleó la técnica del stop motion para lograr efectos mágicos en sus creaciones.
 Además, recogió con su cámara algunos eventos como la visita a Kronberg del rey británico Eduardo VII, la inauguración de un monumento a cargo del emperador Guillermo II o la carrera automovilística Gordon Bennett, por lo que su legado “constituye una fuente histórica importante, ya que documenta tanto el desarrollo de la región como la aparición del cine de los primeros tiempos en Alemania”, tal y como señala Schobert, que añade que sus películas privadas son “documentos reveladores de la forma de vida de una familia burguesa en la época del cambio de siglo”. 
Entre 1903 y 1920, Neubronner hizo un gran número de grabaciones, que fueron restauradas a partir de 1991 por el Deutsches Filmmuseum, después de que su hijo las donara.
Pero volvamos a la paloma extraviada.

Maud Wagner, la primera mujer tatuada, en 1907.

mujer haciendo historia22

Pies y zapatos: erotismo en estado puro

¿Por qué Cenicienta perdió su zapatito de cristal y no otra prenda? ¿Por qué las mujeres pueden matar por un par de zapatos y los hombres arder de pasión sólo ante la idea de unas piernas que terminan que en unos vertiginosos tacos aguja?
Los tacos altos refuerzan la imagen femenina como objeto de contemplación y del deseo masculino.(Foto vintagevenus.blogspot.com)

La historia nos muestra que el calzado ha marcado culturas, épocas y gobiernos; que su evolución es tan compleja y rica como la de los estamentos sociales de quienes los crearon (y crean) y de quienes las consumieron (y consumen) y que su industria alimenta a una multitud de todo tipo de especialistas, favorece decenas de malestares físicos en las mujeres e incrementa fortunas.



Hasta el siglo XVII el calzado era prácticamente igual para hombres y mujeres y como los zapatos femeninos quedaban tapados con largas faldas y casi no se veían, se decoraban menos.

Pero en el siglo XVIII todo cambió. El primer adicto a los zapatos elegantes fue el mismísimo Luis XIV, el Rey Sol: tenía lindas piernas y le encantaba mostrarlas. Desterró de Versalles las botas altas, relegándolas para montar a caballo y puso de moda el uso de todo de tipo zapatillas. Durante su reinado se inventaron casi todos los modelos de zapatos y botas que se conocen. 
De la imaginación de los zapateros franceses, los famosos cordonniers, surgieron los diseños más emblemáticos de esa y de todas las épocas: los mules o zapatos sin talón, las botas sin costura, los zapatos de mujer con elevado empeine y lossouliers des bottes, es decir, la mezcla de zapato con bota. 

Además, respondiendo a los caprichos del propio y vanidoso Luis, surgió la idea de que el calzado debía hacer juego con el resto de las vestimentas. De ahí, que los zapatos de las damas y caballeros de la corte comenzaran a confeccionarse con brocados, sedas, satenes, extravagantes hebillas de diamantes, moños de oro, lazos enormes, lengüetas sobre los tobillos, tacones de color rojo e incluso, pequeñas pinturas. Esta moda se propagó rápidamente por todas las cortes de Europa.

Los tacos eran literales: le daban unos centímetros más de altura a quien los portara, es decir, denotaban cierto estatus social. A una persona que no perteneciera a la nobleza, aristocracia o creciente burguesía, se le llamaba pied plat o pies planos porque llevaba un calzado liso, sin tacos.

Los mules, también llamadas pantoufles o chinelas, acompañaban al déshabillé negligé, una vestimenta de interior considerada altamente erótica, y tenían un taco especialmente alto. Este conjunto, reservado inicialmente para el tocador, pronto empezó a verse en público, tanto en la corte, en veladas y bailes elegantes, como en las iglesias. Al salir del dormitorio, la delicada chinela lo hizo de manera masiva ganando en erotismo al sumarle finos tejidos, gemas, encajes y bordados. 

Las damas dejaban el pie medio desnudo, semiexpuesto, se quitaba con facilidad y permitía coquear a conciencia columpiándolo sobre las puntas de los pies mientras los senos se balanceaban al compás al borde los escotes y del brillo insinuante de los ojos. La combinación resultaba irresistible para los hombres que contemplaban con arrobo las pantorrillas, tobillos y pies de las damas. Y el resto, claro. 

La historia de Cenicienta recrea esta devoción, perversión, por los pies femeninos en un bello zapato. Charles Perrault, propagandista del reinado de Luis XIV, publicó en 1697 Cenicienta o la pequeña zapatilla de cristal, tomando un cuento popular que había circulado de forma oral. El relato culmina cuando el príncipe, después de merodear entre muchos pies femeninos, encuentra el de la bella  hijastra maltratada y la zapatilla, el mule, que ella había dejado caer a propósito le calza perfectamente. Como tantos otros, este típico cuento de hadas tiene poco de ingenuo. 

El mule que llevaba Cenicienta era de tacón alto (Perrault también era un hombre de la corte) y mucho más fácil de perder que una tradicional zapatilla de baile. Bajo esta luz la imagen de la “fregona” se transforma en la de una astuta y coqueta cazafortunas que, como las cortesanas de la época, lució sus zapatitos cubiertos de perlas y terciopelo (por eso parecían “de cristal”) haciendo gala de un velado erotismo. Como las otras damas invitadas al baile, Cenicienta invitaba abiertamente a todos los hombres a mirar sus furtivos pies y sus tobillos al dejar caer a propósito su "zapatito". 

Este cuento, como lo leyeron los contemporáneos de Perrault, contribuyó a que los zapatos de tacón se convirtieran en los calzados eróticos por excelencia. Pronto comenzó a simbolizar el poder que las mujeres ejercían sobre los hombres y, en general, se transformó en sinónimo de dominio. 

Si Luis XIV fue un modelo para devotos de la moda también lo fue para los fetichistas de ambos sexos. No importa el modelo, el material ni el color; no importa que su uso genere trastornos físicos, no importa cuánto cuesten ni cuántos se tenga. Lo importante es que los tacos altos refuercen la imagen femenina como objeto de contemplación y del deseo masculino. 

Es decir que sean, en el imaginario de quien los usa y de quien los ve, como los de Cenicienta: que calcen como una media, que sus tacos produzcan vértigo y que sean tan livianos como el cristal de un sueño. 

Patricia Rodón



Fuente: http://www.mdzol.com/nota/380043/
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