El domingo 10 de junio de 1945, Argentina cambió el sentido de la circulación de los vehículos: abandonó la norma inglesa de andar por la mano izquierda y adhirió a la costumbre norteamericana y francesa, de casi dos siglos atrás, de hacerlo por la derecha.
El decreto, que había sido firmado el 4 de octubre del año anterior, disponía el cambio a partir del 10 de junio siguiente para todo tipo de vehículo, a excepción de renes, subtes y tranvías.
Circular por la izquierda era una costumbre heredada de los carruajes, ya que los cocheros usaban el látigo en la mano derecha para azuzar a los caballos.
Además, en el pasado feudal se empuñaba la espada con esa mano, lo que obligaba a moverse a la izquierda de la gente para desenvainar sin herir al de al lado.
En Europa fue la Revolución Francesa la que impulsó la circulación por la derecha: lo hizo para marcar distancia con los aristócratas, que circulaban siempre por la izquierda, forzando con prepotencia a los campesinos a moverse por el lado derecho. Tras la toma de la Bastilla, a los ex nobles no les cupo más que circular por la derecha para no hacerse notar. En 1794, por decreto, se oficializó la norma.
Y Napoleón la difundió: durante sus conquistas la impuso a los Países Bajos, Suiza, Polonia y Rusia, entre otros países. Pero donde se le oponían -Gran Bretaña, el Imperio Austro-Húngaro, España e Italia- se mantuvo la circulación por la izquierda.
La disolución del Imperio Austro-Húngaro, después de la Primera Guerra Mundial, no produjo ningún cambio: en Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría los vehículos continuaron circulando por la izquierda por un buen tiempo.
Pero hoy en día, sólo en Gran Bretaña y en los territorios que estuvieron bajo su régimen colonial -India, Indonesia, Australia, el sudeste asiático y media Africa- se continúa circulando por la mano izquierda.
Egipto fue la excepción, porque fue conquistado por Napoleón, y aunque se convirtió en dependencia británica, no fue colonia. Al revés, en las Islas Malvinas, que son argentinas, los kelpers se reconocen como súbditos y adhieren a la costumbre del reino.
Los estadounidenses -tenidos por los ingleses como sus "primos maleducados"- no sólo fueron los primeros en América en adoptar el nuevo sentido de circulación, también crearon un fútbol diferente al heredado.
Este deporte, valga recordarlo, fue inventado por los ingleses y en sus orígenes no era popular: sólo lo jugaban los nobles y los señoritos ricos. Pero en la Argentina, los patrones de estancia, faltos de número, se vieron precisados a enseñárselo a los peones para completar los 22 jugadores. Más tarde, cuando estos emigraron
a las ciudades atraídos por el empleo fabril, surgieron los primeros semilleros urbanos: el fútbol de los peones llegó así a los clubes y a través de estos, se tornó en pasión de multitudes.
En los Estados Unidos, en cambio, no sólo cambiaron el fútbol: para acentuar su repudio a los ingleses, firmaron la nueva norma de circulación en 1792 y la convirtieron en ley en 1804.
Italia recién la adoptó por ley en 1920 y España tardó un poco más: hasta 1930, en Barcelona se circuló por la derecha y en Madrid por la izquierda.
En 1938, cuando Alemania anexó Austria, Hitler ordenó sin previo aviso que el tráfico cambiara de la izquierda a la derecha; en 1939, hizo lo mismo en Checoslovaquia. Hungría, gran aliado del Tercer Reich, no tardó en imitarlos.
El poder de germano terminó por establecer la norma en toda Europa continental, aunque en esto también influyó el crecimiento industrial de los Estados Unidos: los países importadores de vehículos la adoptaron para no pagar costos adicionales.
El cambio de circulación obligó a pensar los autos de otra manera para facilitar su manejo: el volante y la pedalera, que en los modelos antiguos estaba a la derecha, ueron corridos a la izquierda, en tanto que la palanca de cambio pasó a la derecha.
Esto hizo tambalear la otrora pujante industria británica del automóvil: para sus fabricantes era engorroso hacer dos tipos de coches, uno para vender dentro del país y otro afuera.
En 1930, Gran Bretaña y Francia eran los principales fabricantes y tenían el mayor parque de vehículos de Europa: dos millones de coches cada una. Alemania tenía menos de un millón. Con la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña -menos afectada por la contienda- se convirtió prácticamente en el único fabricante europeo de autos.
En 1945, fabricó 17.000 coches, contra 2.000 de Italia, 1.600 de Francia y 1.300 de Alemania. Para 1950, hizo 520.000 coches, el doble que Francia, más del doble que Alemania y cinco veces más que Italia.
Pero sus fabricantes no pudieron aprovechar la postguerra para vender sus autos en el exterior: necesitaban efectuar costosos cambios en sus plantas para poner el volante y la pedalera a la izquierda y la palanca a la derecha; y el mercado no permitía encarecerlos. No invirtieron y prefirieron vender en el interior, donde no tenían competencia alguna. Ahí comenzó su derrota.
Cuando en Argentina se cambió el sentido de circulación, buena parte de los autos, importados de Gran Bretaña, poseía el volante a la derecha, en tanto que los conductores tenían muy arraigada la costumbre de manejar por la izquierda, así que los tropiezos no fueron pocos.
Se debió cambiar la señalización existente en todas las rutas, se dictaron clases explicativas para peatones y conductores, y hubo que reducir preventivamente las velocidades máximas.
Un dato curioso: camiones, autos y colectivos fueron obligados a usar en la parte trasera una placa con una flecha apuntando a la izquierda, para indicarle al de atrás por dónde debía adelantarse.