martes, 6 de diciembre de 2016

Parte de la concurrencia que asistió a la inauguración de la Playa Ramirez, Montevideo, Uruguay. (año 1917)


Efemérides. 6 de diciembre de 1868: Nace en Rosario, Santa Fe, Lisandro de la Torre, fundador del Partido Demócrata Progresista. Durante la Década Infame, denunció los negociados del gobierno con los frigoríficos ingleses. Foto: Lisandro de la Torre con sus sobrinos de vacaciones en Capilla del Monte, c.1930.


Efemérides. 6 de diciembre de 1880: se promulga la ley por la cual se federaliza la ciudad de Buenos Aires, nueva capital argentina. Foto: Plaza de la República y Obelisco, luego de las últimas reformas edilicias, Buenos Aires 1968.


Afiche del gobierno contra la especulación, 1946.


Efemérides. 06 de Diciembre de 1930: Abre sus puertas por primera vez en la ciudad de Mendoza, el cine Alhambra. Foto: Publicidad Gráfica de Cine ALHAMBRA. (año 1935)


Miss Norman, bella señorita inglesa que se ofreció a prestar servicio en las ambulancias de la Cruz Roja, del ejercito de operaciones, con su moto side-car. Primera Guerra Mundial. (año 1915)


Efemérides. 06 de Diciembre de 1912: Culminan exitosa-mente las perforaciones en la localidad de Cacheuta, obteniéndose petróleo a treinta metros de profundidad. Foto: Fernando Fader, durante la construcción de la Represa en Cacheuta, alrededor de los años (1905-1906)


Efemérides. 06 de Diciembre de 1909: Llega a la provincia de Mendoza para ofrecer una exhibición de boxeo, el profesor Patrick Mc Carthy. Fue una reconocida figura del boxeo en Buenos Aires, donde se había instalado en los primeros años del siglo.

Fue un marino y también profesor irlandés radicado en Argentina. Fue un precursor y difusor del deporte en la Argentina, en especial del boxeo, el fútbol, y uno de los primeros profesores de educación física en dicho país.1 Tuvo una destacada participación e influencia en varias instituciones deportivas de Argentina como ser Club Boxeo de Buenos Aires, Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), Lobos Athletic ClubClub Atlético Estudiantes de Buenos Aires, Central Athletic Club, entre otros. Por su parte, tres de sus alumnos que fueron influenciados por sus enseñanzas, fundaron el Club Atlético Boca Juniors en 1905

La nueva Eva y el viejo Adán Los mandatos femeninos se fueron diluyendo para dar nacimiento a una mujer diferente, desconocida, en movimiento, inquietante. Ellas definieron una feminidad inédita, complementaria de lo masculino, en la que sumaron competencias del ama de casa al mundo intelectual. Y ellos, obedecieron.

Los "viejos Adanes" continúan en la búsqueda de la mujer, madre y amante devota y abnegada

El trauma de la noche de bodas y el sueño de estudiar fueron dos constantes del mundo femenino de finales del XIX y comienzos del XX. Las ansias de emancipación, de ejercer sus derechos, de elegir no casarse, de trabajar sin ser censurada, de ser una persona socialmente libre y respetada fue una tendencia creciente entre las mujeres de Occidente que dio lugar a la expresión “nueva Eva”.


Estas “nuevas Evas” pasaron por la mirada, siempre oblicua, de grandes escritores y llenaron sus historias de mujeres no ya en evolución, sino en franca mutación. Así lo demuestran los relatos de Anatole France, Emile Zola y D.H. Lawrence, entre otros, que ofrecen personajes femeninos inquietos, rebeldes, incómodos, intimidantes.

Así, los mandatos de la vieja Eva se van diluyendo para dar nacimiento a una nueva mujer diferente, desconocida, en movimiento. Una mujer que ansiaba obtener un diploma o un divorcio, andar en bicicleta y votar, elegir al marido y administrar su propio dinero, pero también ser madre y criar a sus hijos, cuidar de la familia pero al mismo tiempo estudiar, leer e incluso escribir de manera profesional.

Entre estas primeras feministas destaca George Sand, que escribía novelas, criaba a sus hijos, vestía pantalones, cuidaba de Chopin enfermo y cocinaba y cosía para sus ex maridos y amantes. De la misma manera, la científica Marie Curie, Premio Nobel de Física 1903 y Premio Nobel de Química 1911, era una lectora voraz, llevaba todos los días a la escuela a su hija, con dinero del premio se compró una bañadera y poco después de la muerte de su esposo inició una larga e intensa relación con un hombre casado. 

Ellas, como millones de mujeres que luego profundizarían estas rupturas sociales, habían sido educadas en el modelo tradicional de “lo femenino”, pero progresivamente fueron sumando las competencias del ama de casa al mundo intelectual. Por cierto, que lo hicieron viviendo, sorteando y luchando con las propias contradicciones en las que se debatían las mujeres de la época. Y aunque sus discursos, en dichos y hechos, fueran de vanguardia no dejaban de condenar a la “nueva Eva” a la fatalidad genérica. 

Esto se hace evidente cuando estas mujeres que reclamaban, entre otras demandas, por un “salario materno” y por guarderías infantiles, no planteaban la división de las tareas domésticas entre los cónyuges. Solían batallar con el cumplimiento de las tareas efímeras y repetitivas del hogar y la gran mayoría terminaba –hijos, marido y sociedad mediante- renunciando a sus sueños.

Otras, como Charlotte Brontë y Emily Brontë, George Sand, George Elliot, Colette, por mencionar un puñado de escritoras, se quejan de que no se puede ser una mujer completa a tiempo parcial, y lamentan que los quehaceres del hogar –desde el “hacer calceta” a cocinar, pasando por cuidar de los hijos y de los mayores- les reste un valioso tiempo que necesitarían para escribir. 

Lo curioso es que a los hombres, los “viejos Adanes” no se les pedía ninguno de estos gestos altruistas de renuncia, no se les solicitaba que hicieran tareas en el hogar o que cuidaran de los hijos. Para eso estaban las mujeres, las Evas, y esa condición era una de sus grandes virtudes. 

De ahí que las “nuevas Evas” fueron definiendo una feminidad inédita que se percibe como distinta, complementaria de lo masculino, con un toque de orgullo y poderosas contradicciones entre el deber de procurar el bienestar del “otro” y el ansia de conseguir el propio.

Como entonces, a pesar de los grandes avances de las mujeres en todos los campos, la historia continúa, en su núcleo, igual que a fines del XIX y comienzos del XX: el imaginario masculino de los “viejos Adanes” continúa en la búsqueda de la mujer-madre-amante devota y abnegada, cuya vocación sea cuidar de los suyos.

Lo bueno es que Adán ahora también limpia, cocina, hace las compras, cuida a los niños, lava la ropa y hasta plancha. Supervisado por Eva, claro.


Fuente: http://www.mdzol.com/nota/360946

lunes, 5 de diciembre de 2016

Como se tomaba cerveza hace 100 años? 1ra. Parte

Y estas eran sus maneras ...





Una vista de operaciones de carga en la Estación del Ferrocarril en Mendoza. (s/f)



AFJS

Dos chicos comiendo pasta en las calles de Nápoles, CA 1900


El vendedor de barquillos, 1968.



Grupo de rescate del CAM (Club Andinistas de Mendoza) liderado por Francisco Ibañez 1952 . Foto: Archivo del CCAM



Deportes en el Recuerdo. Foto aérea. Estadio de Racing Club de Avellaneda (capacidad 135.000 espectadores parados). Estadio de Independiente de Avellaneda. (capacidad 80.000 espectadores parados) año 1950


Sexo, vino y religión. Las fiestas paganas de la antigüedad clásica tienen un origen religioso y popular, entre las que destacan las honras a Baco. Las mujeres debían "pagar" con sexo, de buena gana y con su mejor sonrisa, cierta intimidad antes, durante o después de que el dios del vino las aceptara.

Si las mujeres querían festejar a Baco debían demostrar que el sexo estaba entre sus prioridades. 

"Baño, vino y Venus desgastan el cuerpo pero son la verdadera vida", rezaba un antiguo proverbio griego. Y desde entonces las cosas no han cambiado mucho. 


Las fiestas paganas de la antigüedad clásica, donde las representaciones teatrales, la música y la danza eran protagonistas, tuvieron un origen religioso y popular. 

No se trataba de una religiosidad solemne: nacía de la necesidad de encontrarse de los pobladores de las dispersas ciudades del mediterráneo occidental. Eran reuniones en las que lo más importante era comer, beber, bailar y divertirse. 

El dios más popular era Baco para los romanos -Dionisio para los griegos-; existía una bien argumentada "ideología báquica" que simbolizaba y glofiricaba todo esto, es decir, el sentido profundo de la fiesta. No tenía un culto especial ni se le pedían favores como a los otros dioses.

Baco, conocido como el dios del vino, del placer y de la sociabilidad, era más bien una leyenda que servía para todo. Su invocación no necesitaba justificaciones: era la encarnación de las buenas cosas de la vida y sólo evocaba  ideas agradables. En las representaciones que han llegado hasta nosotros siempre se lo ve acompañado por un séquito de personas convenientemente ebrias, que hacen gala de su alegría tañendo instrumentos musicales y danzando. 

Dios benévolo si los hay, Baco aparece rodeado de jóvenes doncellas tan ligeras de ropas como su esposa Ariadna. Lo curioso, es que estas señoritas -que más tarde se conocerían con el nombre de "bacantes"-, de doncellas no tenían nada porque debían aceptar de buena gana y con su mejor sonrisa, cierta intimidad sexual antes, durante o después de las fiestas báquicas con los hombres que celebraban confiadamente a Baco. 

Esta suerte de "derecho de piso" era obligatorio pues las cofradías en torno de las cuales se reunían los señores para celebrar sus banquetes estaban terminantemente prohibidas para las mujeres. Si ellas querían festejar al dios de las buenas cosas de la vida, debían demostrar que estaban de acuerdo en que por lo menos una, el sexo, estaba entre sus prioridades. De ahí, que "bacanal" y orgía todavía hoy sean sinónimos. 

Fuente: http://www.mdzol.com/nota/365570





Intersección de calles Medrano y Bartolomé Mitre. Buenos Aires. (año 1902). En aquella época los rieles del ferrocarril cruzaban a nivel de la calle. La iluminación era a Kerosene. Al atardecer había que encender uno por uno los faroles y apagarlos en la madrugada. En esta esquina el tranvía era de tracción a sangre. Puede observarse el traje de la elegante vecina que cruza la calzada.


Efemérides. 5 de Diciembre de 1920: Fallece en la provincia de Mendoza, Emilio Civit. Se destacó por ser uno de los personajes más influyentes del ambiente político mendocino, apodado como “el gran elector”. Fue Senador Nacional por Mendoza, dos veces elegido Gobernador de la provincia y Ministro de Obras Públicas de la Nación, durante la Presidencia del General Julio Argentino Roca.


Efemérides. 5 de Diciembre de 1909: Se inaugura el Colegio San Buenaventura, inicialmente con sus cursos de nivel primario y luego incorporó tres años de capacitación en artes y oficios. Foto: Colegio San Buenaventura, ubicado en calles Las Heras y Libertad (actual Patricias Mendocinas). Ciudad Capital de Mendoza. (año 1910)


"El Camuati". Los precursores de la Bolsa de Comercio. Buenos Aires 1854.


domingo, 4 de diciembre de 2016

Dánica Dorada Era para untar (año 1973)



Expedición al Cerro El Plata campamento a 4.200 mts. 1942. Mendoza. Foto: Archivo del CCAM




¡Consulte la guía telefónica! 1955.



Canchas en lo que hoy se conoce como Vallecitos 1940. Mendoza ( Foto: R. Medina, Archivo del CCAM)



5 imágenes de Lima - La capital de Perú en la década de 1930. 1ra. Parte

Lima es la capital y la ciudad más grande del Perú. Se encuentra en los valles de los ríos Chillón, Rímac y Lurín, en la parte costera central del país, con vistas al Océano Pacífico. Junto con el puerto del Callao, se forma una zona urbana contigua conocida como el Área Metropolitana de Lima. Lima es también el área metropolitana más poblada de Perú, y la tercera ciudad más grande de América, justo detrás de Sao Paulo y Ciudad de México.
Fotos de Caen61





Franceses en la gesta libertadora En las filas del Ejército de los Andes, durante la campaña liderada por el General San Martín, los oficiales galos demostraron valentía y experiencia. Muchos de estos militares extranjeros eligieron estas tierras para vivir y morir.

En la Campaña Libertadora participó una importante cantidad de extranjeros. Entre ellos, sobresalieron los oficiales franceses, que  se destacaron en casi todas las batallas libradas en Chile y en el Perú. 
Después de la gesta, varios  regresaron a nuestro país, donde formaron sus familias.
Conozcamos a algunos de estos oficiales de Francia que defendieron los colores patrios y la libertad.
 Cruzar el mar
Después de la caída de Napoleón Bonaparte en 1815, el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata convocó a una importante cantidad de oficiales y jefes del Ejército Imperial. Muchos, entusiasmados en París por Bernardino Rivadavia, decidieron luchar por la independencia de las colonias españolas en Sudamérica. 
Aquellos militares habían tenido una importante participación en las acciones bélicas durante el imperio napoleónico. 
A mediados de 1816, varios de ellos partieron desde Francia hacia Buenos Aires y se incorporaron al ejército libertador. Entre los militares que llegaron a estas tierras se puede mencionar a Ambrosio Cramer, Alberto Bacler d'Albe, Jorge Beauchef, Carlos Luis Federico Brandsen, Alexis y Eustaquio Bruix , Benjamín Viel y Eugenio Giroust. 
 Cramer: el que cruzó los Andes
Uno de los más reconocidos jefes que tuvo el Ejército de los Andes fue Ambrosio Cramer. Nacido en París en 1792, Cramer participó de la invasión a España y realizó la campaña con el Ejército Imperial en aquel país. Incluso fue herido en Pamplona.
En 1815, estuvo en Waterloo - una de las batallas más grandes del siglo XIX - en la que los franceses fueron derrotados. Luego partió hacia Sudamérica y llegó a Buenos Aires en 1816.
El Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, le otorgó el grado de sargento mayor de infantería el 30 de julio de ese año. Su nombramiento sucedió a la destitución del entonces comandante del batallón de infantería N° 8, teniente coronel José María Rodríguez , quien había sido juzgado y expulsado del ejército por armar un complot y atentar contra la vida del General San Martín, a mediados de 1816, en Mendoza. A fines de ese año, Cramer partió hacia Cuyo y ocupó la jefatura del mismo.
El 22 de enero de 1817, el jefe francés partió con cuatro compañías de su batallón N° 8; realizó la travesía de los Andes por el camino de Los Patos y cruzó por el paso de las Llaretas. El 12 de febrero, él y sus tropas combatieron en la batalla de Chacabuco. Por diferencias con el General San Martín renunció y partió hacia Buenos Aires. Tiempo después, viajó a Tucumán como ayudante de campo del general Manuel Belgrano.
En 1822, ya radicado en la metrópolis del Río de la Plata, participó de la expedición que fundó la ciudad de Tandil. Fue agrimensor y se unió como militar a las tropas del general alemán Federico Rauch para combatir a los nativos que asolaban en la zona pampeana.
Cramer murió en la batalla de Chascomús en 1839, en un levantamiento revolucionario contra Rosas.
 El topógrafo y el conquistador de Valdivia
Alberto Bacler d'Albe nació en 1789 en Saboya (Italia). Se incorporó al ejército francés y se convirtió en director del servicio topográfico de Napoleón y comandante del cuerpo de ingenieros geógrafos.
Después de 1815, Bacler emigró a los Estados Unidos y, en 1817, se incorporó al ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata con el grado de sargento mayor de ingenieros. 
Participó en la campaña de Chile al mando del General José de San Martín. Tuvo una descollante actuación en el sitio y asalto de Talcahuano e integró la división al mando del general Las Heras. 
Durante la campaña, fue el responsable directo de la mayor parte de los trabajos topográficos realizados en apoyo de las operaciones militares. También participó de la batalla de Maipú, en abril de 1818, destacándose en aquella jornada. 
En 1820 partió con la Expedición Libertadora del Perú y tres años después regresó a Chile donde fue contratado para la confección de un mapa geográfico.
Se cree que falleció en Valparaíso en 1823, aunque otros lo dan por muerto en Francia.
Además de Bacler d'Albe, otro colaborador en la campaña fue Jorge Beauchef. Él, oriundo de Velay (Francia), ingresó con apenas 18 años en el "Grande Armeé" y actuó en las campañas de España. Resultó prisionero y logró fugarse a Malta. Regresó a Francia y luchó en la batalla de Waterloo.
Después de estos acontecimientos, partió a Estados Unidos y luego se dirigió a Buenos Aires. Allí, se incorporó en 1817 al Ejército Unido en Chile, con el grado de capitán. En diciembre de ese año estuvo en el ataque a la fortaleza de Talcahuano.
Su mayor gloria la consiguió cuando conquistó con las armas patriotas la ciudad de Valdivia. En 1823, partió como coronel en una expedición para ayudar a las tropas libertadoras en Perú.  El coronel Beauchef falleció en Santiago de Chile, en 1840.
 Morir por la patria
Se llamaba Carlos Luis Federico Brandsen y es considerado uno de los más valientes militares que tuvo nuestro ejército. Nació en París en 1785 y, como militar, participó en varias campañas napoleónicas en el entonces reino de Italia perteneciente a Francia. En 1814 intervino en la campaña de los Cien Días- también conocida como Campaña de Waterloo-, bajo el mando de Napoleón.
En 1817 pidió la baja en el ejército francés y con el grado de capitán se embarcó hacia Buenos Aires.
A fines de ese año, se le reconoció su grado, se lo destinó a Chile  y se incorporó al segundo escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo. Entre 1818 y 1819 participó en la campaña del Bío Bío y posteriormente partió desde el puerto de Valparaíso en Expedición Libertadora al Perú, donde se distinguió en varias acciones y batallas. Después de luchar con Bolívar y de tener grandes diferencias, partió hacia Chile y luego a Buenos Aires en 1825.
Al estallar la guerra contra el Imperio del Brasil en 1825, Brandsen fue designado teniente coronel del regimiento 1 de caballería. El 20 de febrero de 1827, al mando de su regimiento de caballería, se enfrentó a la infantería brasileña en la batalla de Ituzaingó. En el campo de combate murió heroicamente.
 Los hermanos Bruix
Los hermanos galos Alexis y Eustaquio Bruix  nacieron a fines del siglo XVIII en París y, luego de participar en grandes batallas con la Guardia Imperial del ejército de Napoleón, llegaron a Buenos Aires. En septiembre de 1817, fueron incorporados al ejército de las Provincias Unidas como oficiales del Regimiento de Granaderos a Caballo y partieron rumbo a Chile.
Allí, ambos se encontraron en el desastre de Cancha Rayada  el 19 de marzo de 1818 y en la victoriosa batalla de Maipú, el 5 de abril. Un año después, los Bruix  partieron a la segunda campaña del sur de Chile y pelearon en la acción del río Bío Bío, donde Eustaquio murió en combate por una bala de cañón.
En 1820, Alexis partió con la Expedición Libertadora del Perú y junto al General San Martín entró a la ciudad de Lima. Días después, el oficial francés tomó con sus tropas la fortaleza del Callao. Junto con los Granaderos a Caballo de Lavalle, Bruix fue protagonista de varias batallas a las ordenes de Bolívar. Falleció en 1826 en el Callao (Perú), en un accidente. Tenía 34 años. 

Efemérides. 4 de diciembre: Día del Publicista. Se conmemora en recuerdo del Primer Congreso de la Publicidad que se realizó en Buenos Aires en 1936. Foto: Publicidad ambulante de Fotografías Carretero en el balneario de Carhue, año 1934.



Fuente: AGN

Pabellón de Los Lagos. (año 1916) Buenos Aires.


La prueba de Dios: ¿acaso no sos mujer? Entre las ordalías y las "orgías santas", durante siglos se trató de demostrar la alianza de las mujeres con el Maligno. Violencia y sadismo inusitados fueron la constante de verdaderos espectáculos cuyo objetivo final era la muerte de las siempre misteriosas e insondables mujeres.


Para la religión cristiana, Eva y todas sus descendientes llevan el estigma de la perdición, de socias del mal y novias de Satán. Su fama de cocineras de pócimas mágicas, de excitantes tejedoras del deseo y de amantes lujuriosas, capaces de llevar a los hombres hasta el mismo infierno del placer las condujo, de una u otra manera a lo largo de la historia, a la muerte. 


De ahí que, durante la Alta y la Baja Edad Media y el Renacimiento, el mundo cristiano creía que el demonio “tomaba” las almas de las insondables mujeres en una alianza diabólica. Las que, supuestamente, aceptaban ser las secretarias de Mefisto adquirían de inmediato la categoría de brujas a cargo de poner en práctica sus ritos, engaños y maleficios. 

Pero como los fanáticos cristianos y luego protestantes eran hombres y no tan tontos, en su lógica -no teológica- acusaban de brujas a bellas y seductoras jóvenes mujeres quienes debían ser -¡cómo no!- el blanco principal del Maligno. Afirmaban que la brujería tenía su origen en el insaciable apetito sexual de las mujeres por lo que debían recurrir a los demonios para satisfacerlo en tentadoras orgías de las cuales los hombres estaban estrictamente excluidos.

¿Cómo detectaban a si una mujer era bruja? Basándose en un balbuceante discurso jurídico, se sirvieron de todo tipo de torturas y vejaciones de camino a la hoguera, a la horca, al ahogamiento, bah, a la muerte. 

Uno de los métodos “infalibles” de los que se servían los rijosos eclesiásticos y leguleyos para el diagnóstico de una bruja era la ordalía. Estas comenzaban con la acusación de un supuesto “hechizado” hacia una mujer que habría ejercido –o no- sus maleficios sobre él. La acusada debía probar su inocencia, cosa bastante difícil ante este tipo de delito tan subjetivo; si no lograba deshacerse del cargo, el parcial tribunal ordenaba que fuera sometida a una ordalía. Es decir, una prueba de inocencia dictada directamente por Dios. Y empezaba el espectáculo.

Entre las ordalías más conocidas destaca una verdaderamente ridícula: la del duelo judicial o juicio de Dios, en la que cada parte elegía a un paladín o combatiente profesional –en términos contemporáneos, un patovica o un matón a sueldo- para librar un combate que a través de la violencia debía hacer triunfar su buen derecho.

La más ingenua de las pruebas era la de las candelas: se cortaban dos velas iguales,  se colocaban en el altar y el acusador y en acusada encendían la suya al mismo tiempo: perdía, es decir, era culpable, aquel cuya vela se consumiera antes.

Otro “juicio” divino y naïf era el de los alimentos: la acusada debía comer ante el altar una cierta cantidad de pan y queso mientras los jueces esperaban que, si la mujer era culpable, el mismísimo Dios enviara a una patota de ángeles que le apretaran el cuello de modo que no pudiera tragar aquello que comía.

Pero las verdaderas ordalías eran de una violencia y un sadismo inusitados. Entre las más dolorosas se encuentra la ordalía del hierro candente: la acusada debía tomar con una de sus manos una barra de hierro al rojo vivo (en muchos casos, el hierro era sustituido por plomo fundido) y caminar con ella siete lentos pasos; luego la mano se vendaba y al tercer día el vendaje era retirado. Si no había signos de quemadura, la “bruja” era inocente; si la mano estaba herida, la mujer era declarada culpable.

La prueba de las aguas amargas era digna de un catálogo de horrores y se aplicaba habitualmente a las acusadas de adulterio. Los hombres probos lijaban el altar de la iglesia donde se realizaba el juicio, mezclaban con agua las raspaduras de piedra y madera con vidrio, sebo de vela y otras lindezas y le hacían beber a la mujer el brebaje: si la acusada sentía algún tipo de malestar, como la asfixia, por ejemplo, era culpable; si se sentía bien, era inocente. 

El agua en la cultura cristiana es altamente simbólica, de ahí que este elemento fuera uno de los preferidos por los sacerdotes aprendices de verdugos. En la ordalía del agua caliente la acusada debía recoger unas piedras del fondo de una olla llena de agua hirviendo (a veces, para darle más emoción al espectáculo, se usaba aceite hirviendo); si gritaba de dolor era una bruja hecha y derecha, pero si lo soportaba –apretando los dientes y llorando- se la consideraba inocente. 

Una de las pruebas más usadas era la ordalía del agua fría. En ella se arrojaba a la mujer al agua de un pozo, a un río o al mar atada de pies y manos –a veces, para que Dios estuviera más seguro, se la lanzaba, a lo Houdini, encerrada en una bolsa de tela-. Si la acusada flotaba era culpable puesto que el agua, símbolo de la pureza, la rechazaba por bruja; si se hundía –y se ahogaba, claro- era inocente puesto que el agua la aceptaba.  En ambos casos, la mujer moría.

Minuciosas torturas y vejaciones, secretas “orgías santas” en los sótanos y celdas de los monasterios, el collar áspero de la soga de la horca, el fuego final de la hoguera o la pesada piedra del agua en los pulmones. Todo soportaron aquellas mujeres por haber cometido un solo delito, precisamente, el de ser mujeres.

Fuente: http://www.mdzol.com/nota/362754

El avión anfibio SEABEE REPUBLIC, el cual representaba un gran adelanto en los aviones de turismo. La puerta delantera simplificaba el desembarco y anclaje. (año 1946)


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