miércoles, 15 de octubre de 2014

De hombres, braguetas y complejos

De la palabra bragueta provienen las expresiones populares “dar el braguetazo”, que significa casarse por interés con una mujer rica; o “tal es un braguetero”, es decir, un hombre dado a la lascivia; o “es un hidalgo de bragueta” para referirse a un señor de bien, honorable y bien dotado.

El objetivo de la bragueta no era sólo facilitar el acto de orinar sino también el de fornicar y el de violar.


Es cierto, confesémoslo de una vez: sí, lo primero que las mujeres les miramos a los hombres son los ojos, pero un segundo después nuestra mirada se dirige automáticamente a la entrepierna masculina.

Este lugar en la topografía varonil se llama, en buen castizo, bragadura y su nombre proviene del término de bragueta, definida como “la abertura de los calzones, de las calzas o de los pantalones por delante” que, a su vez, es una extensión de la palabra braga, “cuerda con que ciñe un fardo, un tonel, una piedra, para suspenderlo en el aire”.

No siempre la ropa de hombre estuvo provista con este bien pensado diseño. La bragueta fue inventada por un desconocido “modisto” turco; su aplicación fue tan efectiva que se impuso y fue introducida en Europa en el siglo XIII.

Para entonces, los hombres de las ciudades, hidalgos, soldados y buenos cristianos cubrían sus piernas con calzas o calzones, ya que los pantalones estaban reservados a los rústicos trabajadores del campo o a los moriscos; podían ser de una pieza, cubriendo toda la pierna, o llegar hasta la rodilla y ajustarse en torno a ella junto a las medias que tapaban las pantorrillas. Estas medias primero fueron usadas por la gente humilde aunque con el paso del tiempo su uso se hizo extensivo a los hombres de todos los sectores sociales. 

La alta cintura de las calzas se ataba a la parte baja del jubón por medio de unos cordones. La bragueta era una pieza de tela que unía las dos perneras, cubría las partes pudendas masculinas y se hizo común la tendencia a rellenarla de forma exagerada y algo grotesca como ostentación de virilidad y manifestación de hombría. 

Según el historiador Allen Edwards, el objetivo de la bragueta “no era sólo facilitar el acto de orinar sino también el acto de fornicar y el de violar”. O sea, ellos, como siempre, a lo suyo. 

Su uso estaba tan extendido que hasta las armaduras tenían su bragueta metálica para proteger las partes pudendas de los soldados, caballeros y reyes.

De la combinación entre esta zona del cuerpo y la palabra bragueta provienen las expresiones populares “dar el braguetazo”, que significa casarse por interés con una mujer rica; o “tal es un braguetero”, es decir, un hombre dado a la lascivia; o “es un hidalgo de bragueta” para referirse a un señor de bien, honorable y bien dotado.

El modelo inventado por los turcos iba provisto de botones los cuales perduraron excluyentemente hasta la introducción de la cremallera. Ésta, también llamada cierre, fue inventada en 1893 por el muy práctico  estadounidense Whitcomb Judson.

Su idea empezó por los pies y los zapatos: a fines del XIX la gente se ataba el calzado, ya fueran zapatos o botas, con cordones, y los ajustaba. Judson inventó dos pequeñas cadenas metálicas que quedaban sujetas entre sí estirando una corredera entre ambas; lo patentó con el nombre de “abrochador y desabrochador de zapatos”; constituyó la Automatic Hook and Eye Company en la ciudad de Pensylvania y se asoció con Lewis Peter, quien pensó que no había que limitar este sistema de fijación al calzado, sino que podía sustituir todo lo que tuviera botones y corchetes.

Lo simplificaron y adaptaron a las prendas de vestir con tanto éxito que, hacia, 1900 vendían sus cremalleras a 35 centavos, tanto para las braguetas de los pantalones para hombres, como para las faldas de las mujeres. 

Desde entonces, la combinación de botones y cierres en los pantalones ha ido alternando según el capricho de los modistos con mayor o menor aceptación del público masculino generando incluso elecciones definitivas, ya que hay caballeros que sólo usan pantalones con un sistema de abertura y no con otro en virtud de preferencias estrictamente personales.

Pero el significado práctico y simbólico de la bragueta para los hombres sigue siendo el mismo, seducción incluida: facilitar todos los actos vinculados a su miembro, desde orinar a fornicar, con la ropa puesta y de parado, claro.

Patricia Rodón


Fuente: http://www.mdzol.com/nota/292518

martes, 14 de octubre de 2014

Limpiando el camino de nieve. Al fondo el Cristo Redentor y el Observatorio (año 1936) Mendoza




Cocina ambulante, 1925.



Buenos Aires

Documento fotográfico. Inventario 165466
Archivo General de la Naciòn

Camión Thornycroft de 2700 kilos de carga, en el Hotel Puente del Inca (año 1936) Mendoza




Playa El Recreo. Valparaiso. Chile (foto año 1936)


Puerto de Buenos Aires y ruinas de la aduana, c. 1895.



Documento fotográfico. Album Aficionados. Inventario 616.
Archivo General de la Naciòn

Foto Antigua. Las gafas televisión que nunca llegaron a ponerse de moda.

foto cambia percepcion tiempo5

lunes, 13 de octubre de 2014

Estación del Ferrocarril Trasandino en Cacheuta (década de 1910) Mendoza




Fuente: Archivo Histórico de Mendoza

Publicidad Gráfica de El Palacio de los Espectáculos. Babilonia Box. Ubicado en calle San Juan 731. Ciudad Capital de Mendoza (año 1945)




El Palacio de los Espectáculos. Babilonia Box. Ubicado en calle San Juan 731. Ciudad Capital de Mendoza (año 1945)

Estaba ubicado en calle San Juan, a 50 mts de calle José Vicente Zapata. Tenía capacidad para 10.000 espectadores, ring-side preferido (butacas numeradas) 320, ring-side 800 butacas, plateas 1500 butacas tribunas populares 7000.




Alfonsina Storni a la edad de 24 años, cuando publicó " La inquietud del rosal", 1916.


Documento fotográfico. Inventario 7767.
Archivo General de la Naciòn





Calle Gutierrez entre 9 de Julio y San Martín. Policia en su Garita de Tránsito (año 1935) Ciudad Capital de Mendoza




Ayer y Hoy 2012 - Capítulo 10 - "Mendozazo" Relato Coco Yáñez (Historia de Mendoza)








El reportero gráfico, Coco Yáñez, nos relata cómo vivió la protesta que tuvo lugar en las calles mendocinas el 4 de abril de 1972. Un antes y después de aquel día histórico que fue un hito y forma parte de la Memoria hoy.

Camión anti-disturbio utilizado por la policía de Mendoza, en la década de 1970.


domingo, 12 de octubre de 2014

Personal de la jefatura Política y la Policía del Departamento de La Paz, reunidos en el atrio de la Escuela Primera Junta (año 1930) Mendoza


Rosedal del Parque General San Martín (año 1929) Mendoza




Calle Reconquista. Buenos Aires 1929


Documento fotográfico. Inventario 10075
Archivo General de la Naciòn

Las cárceles mendocinas llenas de... portugueses

A fines del siglo XVIII, los soldados lusitanos que fueron apresados en la guerra de Santa Catarina (Brasil) fueron enviados a Mendoza. Y no eran pocos.


imagen
Durante fines del siglo XVIII, llegaron a Mendoza cientos de prisioneros portugueses americanos, luego del conflicto que mantuvieron el reino de España y Portugal y que se desarrolló en la banda oriental del continente sudamericano. Muchos de estos prisioneros, se establecieron en las inmediaciones de la ciudad y se destacaron por su habilidad en el comercio o en la agricultura.
Portugal, decime que se siente.
Por muchos años, los reinos de España y Portugal en Sudamérica estaban en permanente disputa.  A partir de 1761, Pedro de Cevallos conquistó con sus tropas los posesiones portuguesas de Colonia del Sacramento, Santa Teresa (Uruguay) y la villa de Río Grande (Brasil) . Tres años después, luego del tratado de París entre ambos reinos, la Colonia del Sacramento y la isla de San Gabriel volvieron a manos portuguesas; no así, San Miguel, Santa Teresa y Río Grande, que permanecieron en manos españolas. Pero el conflicto siguió y en 1775, los portugueses enviaron desde la isla de Santa Catarina, una gran expedición militar para confrontar con los españoles. En octubre de ese año, los lusitanos atacaron el territorio y tomaron varias ciudades. La reacción desde Buenos Aires no se hizo esperar y partió una flota para enfrentar a los invasores. A principios de 1776 los portugueses tomaron la villa de Río Grande.  Casi un año después, el rey Carlos III envió desde Cádiz una poderosa expedición, al mando de Pedro de Cevallos con el objetivo de tomar la Colonia de Sacramento. Así en febrero los españoles atacaron la isla de Santa Catarina, que estaba en manos de los portugueses. Después de unos meses, Cevallos, tomó con sus fuerzas combinadas a Colonia de Sacramento y los portugueses se rindieron. A pesar de ganar la guerra los españoles tuvieron que renunciar a los territorios conquistados de la isla de Santa Catarina y Rio Grande.
Sin pena ni gloria
Después que los españoles ganaran la guerra a los portugueses, los soldados y oficiales que estuvieron en Santa Catarina y otras zonas del conflicto, fueron enviados a Buenos Aires en varios buques.  Por una disposición, los soldados que fueron apresados Santa Catarina se enviaron a Mendoza y los de Colonia de Sacramento a Córdoba. Otros, en cambio, se establecieron en las pequeñas poblaciones de Luján, San Antonio de Areco, Pergamino, Baradero y Arrecife en la actual provincia de Buenos Aires.  Los prisioneros portugueses partieron desde la flamante capital del entonces Virreinato del Río de la Plata, en carreta y conducidos por el capitán Bernardo Gregorio de Las Heras. Luego de un penoso viaje de más de cuarenta días, los lusitanos llegaron a la plaza mayor de la ciudad de Mendoza y allí fueron distribuidos en diferentes lugares como algunas estancias de Luján de Cuyo, otros cuarteles militares y los más peligrosos, que fueron ubicados en la pequeña fortaleza de San Carlos en el Valle de Uco. También un grupo de portugueses partieron con algunos milicianos de la región hacia San Juan.  Entre los prisioneros, se encontraba uno oficial llamado Miguel Teles Menezes quien en poco tiempo y por sus grandes condiciones como militar, las autoridades locales le ofrecieron ser fiel al rey. Años más tarde, este militar cobraría trascendencia como comandante de frontera y uno de los fundadores del fuerte de San Rafael. En su mayoría, los prisioneros portugueses eran de origen americano. Muchos habían nacido en Santa Catarina, San Miguel, Praia do sul, Rio Grande, Itamaracá, San Francisco do sul, Pernambuco y Río de Janeiro. Los portugueses europeos eran veinte. Con la llegada de estos, la ciudad se alborotó y se podía ver que el miedo y el odio se hacía sentir en muchas personas, que los insultaban.  Luego de firmada la paz con el reino lusitano, las autoridades españolas ofrecieron a los prisioneros la posibilidad de regresar a sus lugares de origen en las colonias portuguesas. Muchos prisioneros optaron por quedarse en Mendoza y hacer una vida pacífica y laboriosa.

Aquellos lusitanos olvidados
Con el tiempo los "prisioneros" como se los conocían, se insertaron en la sociedad mendocina y algunos de estos nombres apellidos se empezaron a familiarizar. Así fue, el de Antonio Correa quien se dedicó a la albañilería o el de José Davila, quien plantó viñedos para la elaboración de vinos. Otro como Juan Rodrigues puso su propia pulpería como también don José Plácido Almeira y José Ignacio Oliveira. Además, de pulperos, viñateros o albañiles también se dedicaron a otros oficios como el caso de Patricio Fernandes, quien fue sastre; Manuel José da Acosta, talabartero y herrero como Juan Cayetano Freitas. Entre otros apellidos de origen portugués podemos mencionar a Ferreyra, Nuñes, Alvares, Bullones y Matos. Algunos de estos portugueses americanos, se dedicaron a la venta de pescado que recolectaban en el río o en las lagunas de Guanacache y según la tradición oral se dice que el nombre de la calle de los Pescadores, fue en homenaje a ellos. También, los portugueses que se quedaron fueron algunos de los artífices de la industria vitivinícola en nuestra provincia a principios del siglo XIX. Su experiencias en esta materia hizo que algunos productores comercializaran sus vinos en el litoral del territorio argentino.
Carlos Campana - las2campanas@yahoo.com.ar
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/las-carceles-mendocinas-llenas-de-portugueses

Buenos Aires. Taller de sastrería en el Hospicio de las Mercedes, actual Borda, 1920



Documento fotográfico. Inventario 11181.
Archivo General de la Naciòn

Servicio de Autobús Mendoza - Tunuyan - San Carlos (año 1926)


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