Marcelo Padilla
Todos sabemos que el calor de los veranos en Mendoza es insoportable. Todos lo padecemos. Digo todos porque me resulta más fácil generalizar que ponerme a diseccionar. Y cuando digo todos (ustedes saben lo englobante del término) digo “todos”, ahora, con entrecomillado. Algunos menos. Y la gran mayoría es ese “todos” al que me refiero. “Nosotros”, “todos” somos los que tenemos que soportarlo mucho más. No digo “el pueblo” porque seguro se molestarán por el uso del término anacrónico, según algunos. Aunque a decir verdad, “nosotros”, la mayoría, al pertenecer a ese “todos”, pertenecemos al pueblo.
1937. Se inaugura el balneario Playas Serranas.
Mendoza, “la suicita” argentina, tiene el histórico obstáculo del uso del agua. Desierto conquistado, tierra crujiente. Un orgullo para los mendocinos. Son motivo de orgullo: la vitivinicultura, la montaña, los ríos, los lagos, los árboles, el Parque General San Martín, y su lago. Ahora el Dique Potrerillos. Estas imágenes vendrían a constituir parte del reservorio de la identidad de Mendoza. Un patrimonio “común” que se inscribe en todos los discursos de todos los gobiernos y de todos los empresarios. Para asegurar la eficacia simbólica de esos discursos están la escuela y los medios de comunicación. Luego la gente los asume y los hace circular. Así funciona la ideología, con ese mecanismo particularísimo que hace pasar como de“interés general” cuestiones que responden a “intereses particulares”.
Pero el mecanismo particular de construcción ideológica no termina ni descansa ahí. Debemos admitir que, entre medio, en los pliegues mismos del discurso, en las propias instituciones que lo hacen circular y en la propia gente que los asume, hay quiebres, contradicciones. Miradas y símbolos en pugna. Usos sociales enfrentados. La lucha por la apropiación de los símbolos y su efectivo uso también forma parte del proceso ideológico hegemónico. Esto podría extenderse como marco de análisis a innumerables fenómenos sociales y culturales. Pero lo que ocupa el interés de esta nota es uno particular que a la vez es general. Que involucra al “todos” de los discursos.
Y empezamos con una pregunta que puede resultar banal, para “algunos”. ¿De quién es el Lago del Parque? Una primera respuesta automática podría decir: “de todos”. Así en seco. En parte es verdad (cierto) porque quienes administran estatalmente el rubro “parques y zoológico” pertenecen a la administración del estado, y, como reza la vulgata “el estado somos todos”. Pero en la práctica, en el uso social concreto, para el caso que ocupa esta nota, el Lago del Parque no es de todos. Se lo puede mirar, rodear, o tomar fotografías. Circundar en un trote, caminando o en bicicleta. Pero de “todos” (y ahora espero se entienda porqué tanto rodeo al principio con el término “todos”) no lo es. Es de todos en el plano simbólico de los discursos. Vayamos a un ejemplo: cuando un turista nos dice “ustedes que tienen una provincia tan hermosa, tan limpia, ordenada, ustedes que tienen ese parque y ese lago, etc.” Ahí se refuerza el efecto ideológico, cuando nos devuelve la mirada el otro (como una cinta transportadora) cumpliendo el ciclo de la circulación del producto ideológico que va y viene.
En otros tiempos, a principios del siglo XX, el Lago del Parque era un natatorio para las clases populares. Las Playas Serranas fueron pensadas para eso. Un espacio de recreación para ese “todos” de los discursos. La gente se bañaba allí. Sitio cercano a las barriadas, las familias podíanpasar tardes enteras jugando y refrescándose. Con el tiempo los sectores populares se empoderaron de los espacios (políticos y culturales) y ejercieron su ocupación. Igual que ahora la gente lo hace con el Río Mendoza, cubriendo de sillas, quitasoles, parrillas y heladeritas sus márgenes. Igual en la montaña. Es que los usos sociales son los que definen ese “todos”, no los discursos. La apropiación por el uso. La ocupación del espacio. En todo caso es allí donde se genera un “nuevo discurso social de ocupación”.
Hoy los pobres también viven en countries cerrados. En barrios con alambrados imaginarios. Por desplazamiento de la especie hacia los márgenes. Guetos pobres y guetos ricos. La privatización constante del espacio público montada al discurso sobre la inseguridad hace que los pobres, la mayoría social, no puedan acceder al uso de ese “todos”. Hoy todo es inseguro: el parque, las plazas, las calles de la ciudad, la montaña, los paseos. Y en estos sitios de “todos”, los pobres son los sospechosos de siempre.
El Lago del Parque se supone es público. Pero al ser regenteada la zona por el Club Regatas, es como si fuera privado. Así funciona el capitalismo de los talentosos. Como es público hay que cuidarlo de los depredadores. Entonces solo pueden tocar el agua los botes de ese club con sus remeros. Los custodios de lo público resultaron en definitiva privados.
Vuelvo, ¿de quién es el Lago del Parque entonces?
Marcelo Padilla
Todos sabemos que el calor de los veranos en Mendoza es insoportable. Todos lo padecemos. Digo todos porque me resulta más fácil generalizar que ponerme a diseccionar. Y cuando digo todos (ustedes saben lo englobante del término) digo “todos”, ahora, con entrecomillado. Algunos menos. Y la gran mayoría es ese “todos” al que me refiero. “Nosotros”, “todos” somos los que tenemos que soportarlo mucho más. No digo “el pueblo” porque seguro se molestarán por el uso del término anacrónico, según algunos. Aunque a decir verdad, “nosotros”, la mayoría, al pertenecer a ese “todos”, pertenecemos al pueblo.
1937. Se inaugura el balneario Playas Serranas.
Mendoza, “la suicita” argentina, tiene el histórico obstáculo del uso del agua. Desierto conquistado, tierra crujiente. Un orgullo para los mendocinos. Son motivo de orgullo: la vitivinicultura, la montaña, los ríos, los lagos, los árboles, el Parque General San Martín, y su lago. Ahora el Dique Potrerillos. Estas imágenes vendrían a constituir parte del reservorio de la identidad de Mendoza. Un patrimonio “común” que se inscribe en todos los discursos de todos los gobiernos y de todos los empresarios. Para asegurar la eficacia simbólica de esos discursos están la escuela y los medios de comunicación. Luego la gente los asume y los hace circular. Así funciona la ideología, con ese mecanismo particularísimo que hace pasar como de“interés general” cuestiones que responden a “intereses particulares”.
Pero el mecanismo particular de construcción ideológica no termina ni descansa ahí. Debemos admitir que, entre medio, en los pliegues mismos del discurso, en las propias instituciones que lo hacen circular y en la propia gente que los asume, hay quiebres, contradicciones. Miradas y símbolos en pugna. Usos sociales enfrentados. La lucha por la apropiación de los símbolos y su efectivo uso también forma parte del proceso ideológico hegemónico. Esto podría extenderse como marco de análisis a innumerables fenómenos sociales y culturales. Pero lo que ocupa el interés de esta nota es uno particular que a la vez es general. Que involucra al “todos” de los discursos.
Y empezamos con una pregunta que puede resultar banal, para “algunos”. ¿De quién es el Lago del Parque? Una primera respuesta automática podría decir: “de todos”. Así en seco. En parte es verdad (cierto) porque quienes administran estatalmente el rubro “parques y zoológico” pertenecen a la administración del estado, y, como reza la vulgata “el estado somos todos”. Pero en la práctica, en el uso social concreto, para el caso que ocupa esta nota, el Lago del Parque no es de todos. Se lo puede mirar, rodear, o tomar fotografías. Circundar en un trote, caminando o en bicicleta. Pero de “todos” (y ahora espero se entienda porqué tanto rodeo al principio con el término “todos”) no lo es. Es de todos en el plano simbólico de los discursos. Vayamos a un ejemplo: cuando un turista nos dice “ustedes que tienen una provincia tan hermosa, tan limpia, ordenada, ustedes que tienen ese parque y ese lago, etc.” Ahí se refuerza el efecto ideológico, cuando nos devuelve la mirada el otro (como una cinta transportadora) cumpliendo el ciclo de la circulación del producto ideológico que va y viene.
En otros tiempos, a principios del siglo XX, el Lago del Parque era un natatorio para las clases populares. Las Playas Serranas fueron pensadas para eso. Un espacio de recreación para ese “todos” de los discursos. La gente se bañaba allí. Sitio cercano a las barriadas, las familias podíanpasar tardes enteras jugando y refrescándose. Con el tiempo los sectores populares se empoderaron de los espacios (políticos y culturales) y ejercieron su ocupación. Igual que ahora la gente lo hace con el Río Mendoza, cubriendo de sillas, quitasoles, parrillas y heladeritas sus márgenes. Igual en la montaña. Es que los usos sociales son los que definen ese “todos”, no los discursos. La apropiación por el uso. La ocupación del espacio. En todo caso es allí donde se genera un “nuevo discurso social de ocupación”.
Hoy los pobres también viven en countries cerrados. En barrios con alambrados imaginarios. Por desplazamiento de la especie hacia los márgenes. Guetos pobres y guetos ricos. La privatización constante del espacio público montada al discurso sobre la inseguridad hace que los pobres, la mayoría social, no puedan acceder al uso de ese “todos”. Hoy todo es inseguro: el parque, las plazas, las calles de la ciudad, la montaña, los paseos. Y en estos sitios de “todos”, los pobres son los sospechosos de siempre.
El Lago del Parque se supone es público. Pero al ser regenteada la zona por el Club Regatas, es como si fuera privado. Así funciona el capitalismo de los talentosos. Como es público hay que cuidarlo de los depredadores. Entonces solo pueden tocar el agua los botes de ese club con sus remeros. Los custodios de lo público resultaron en definitiva privados.
Vuelvo, ¿de quién es el Lago del Parque entonces?
Fuente: http://www.mdzol.com/opinion/586431-columna-de-padilla-de-quien-es-el-lago-del-parque/
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